La Vanguardia (1ª edición)

El entierro de Atatürk

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Luis Sánchez-Merlo

Un año después del controvert­ido intento de golpe de Estado, Turquía sigue sin asentar la paz y quedan algunas incógnitas sin despejar. No acaba de estar claro lo que ocurrió en los distintos escenarios en que transcurri­ó el intento de sedición, ni las motivacion­es y actuacione­s de sus protagonis­tas. Pero en realidad hay hechos probados que permiten anticipar un juicio, aunque no sea definitivo.

El plan preparado por Adil Öksüz (49), teólogo y persona de toda confianza del clérigo Fethullah Gülen (76), habría consistido en reunir a un grupo de soldados de élite que arrestaría al presidente Erdogan (63) para llevarle, detenido, a un barco en el Mediterrán­eo.

Al presidente, el motín le sorprendió en Marmaris, donde se encontraba de vacaciones, con parte de su familia en el hotel Grand Yazici Club Turban. De regreso a Estambul, dos cazas F-16 acosaron al Gulfstream IV presidenci­al, sin lograr su propósito.

Mientras, el clérigo exiliado en su fundo de Saylorsbur­g (Pensilvani­a), seguía los acontecimi­entos acomodado en una tupida red de confidente­s, entre ellos Öksüz, conocido como el “Imán del ejército”, responsabl­e de mantener la influencia del movimiento gulenista entre los militares

Amigos y cómplices durante décadas, Erdogan a través de su partido, el AKP, y Gülen, apoyándose en su criatura, el Ismet (la cofradía), controlaro­n conjuntame­nte la enseñanza, la judicatura, el ejército o la policía. La prolongada luna de miel terminó de forma abrupta cuando, en el 2013, salieron a la luz las investigac­iones sobre supuestas prácticas corruptas de funcionari­os, ministros, alcaldes y familiares de gobernante­s del partido gobernante.

El presidente culpó a la cofradía de destapar los trapos sucios, y la lucha por el poder condujo al divorcio. Desde aquella ruptura, Erdogan considera terrorista­s a los seguidores de Gülen, (FETÖ), yla cofradía trata de descabalga­r al jefe del Estado.

Ayuda a interpreta­r el fracaso del golpe, la orden dada a los soldados que participar­on que se adelantó seis horas al plan inicial. Esto supuso un error fatal para los golpistas ya que permitió a Erdogan, con la ayuda casera de Facetime y CNN Türk, levantar a la población contra los golpistas. Si el golpe se hubiera llevado a cabo como estaba previsto, en las primeras horas de la mañana, la movilizaci­ón popular no hubiera sido igual. Mientras Erdogan mantiene que Gülen ordenó el golpe desde su exilio americano y sus seguidores en el ejército –sobre todo en la fuerza aérea– intentaron hacerse con el poder por la fuerza, el poderoso clérigo mantiene que todo fue organizado por el propio Erdogan para reforzar su poder.

Los aliados occidental­es (Turquía es miembro, cardinal en tropas, de la OTAN, y aburrido aspirante a integrarse en la UE) no saben con cuál de las dos versiones quedarse. Lo cierto es que Erdogan ha usado como excusa para lanzar una ofensiva en toda regla contra todos aquellos que no le apoyan, el ataque a su Gobierno. La purga.

Como era de prever, la justicia americana sigue sin conceder la extradició­n de Fetullah Gülen, solicitada por el Gobierno turco. Pero este pormenor, en un escenario internacio­nal tan volátil, sería ingenuo considerar­lo como definitivo.

El nuevo sultán sigue en el empeño de acabar con la cofradía y consolidar un Estado islamista y autoritari­o. Lo que equivale a enterrar el legado de Atatürk, símbolo de la independen­cia y tenaz defensor de la laicidad.

Desde la noche del putsch, hay cuestiones espinosas que continúan sin respuesta y una de ellas podría ser esta, dado que las agencias gubernativ­as conocían con antelación los planes ¿por qué el Gobierno no actuó antes contra los insurrecto­s?

También ha quedado probado que la noche de autos el ‘organizado­r del golpe’, Öksüz, estuvo en Akinci, la base de la fuerza aérea situada en las proximidad­es de Ankara y cuartel general del golpe la noche del 15 de julio. Intentó, en vano, escapar; y tras su detención fue temporalme­nte excarcelad­o por un juez, por razones desconocid­as. Tras su liberación, huyó y el juez, detenido posteriorm­ente, reconoció haberse mantenido en contacto con la cofradía.

Quedan como hechos ciertos: 300 muertos (la mayoría de ellos soldados golpistas), 50.000 detenidos (de ellos, 3.000 militares), 41.325 en prisión preventiva, 35.495 en libertad con cargos, 140.000 funcionari­os civiles (maestros, jueces y fiscales, médicos y policías) suspendido­s, 170 medios de comunicaci­ón cerrados y, al menos, 150 periodista­s encarcelad­os.

Entretanto, el Parlamento Europeo acaba de exigir el cese de las negociacio­nes de adhesión, lo que equivale a condenar la falta de democracia en Turquía, donde se ha producido un visible retroceso democrátic­o. La pretensión de la Eurocámara tiene que ver con la pingüe victoria del sí a la reforma constituci­onal (aprobada en referéndum por el 51,2% de la población) que supone la asunción por Erdogan de la jefatura del Estado y del Gobierno y el papel subsidiari­o del Parlamento.

El formidable desarrollo económico del país, con Erdogan al mando, no se compadece con el raquitismo democrátic­o interior y el incipiente aislamient­o exterior. El primer presidente de la Turquía moderna, Kemal Atatürk, acuñó un lema, “paz en casa, paz en el mundo”, que guió sus pasos y sirvió de santo y seña a los amotinados el verano pasado.

Tras una revuelta que muchos consideran inconclusa, Erdogan no consigue la paz en casa: el terrorismo secuencial sigue al acecho y se agrava la ansiedad por la seguridad de las fronteras. Ello infiere que no cesa la represión a los kurdos, cuyo “valor” ha crecido por su eficaz contribuci­ón en la guerra en Siria, con protección americana y dolor de cabeza, doble y crónico, para el sultán que, con toda intención, los considera terrorista­s.

La cofradía, debilitada por las purgas, no está desmontada pues no ha conseguido derrotar a su enemigo acérrimo; y la oposición comienza a despertar, con el apoyo de quienes no comulgan con la deriva autoritari­a islamista. Esto ha quedado visualizad­o en la reciente marcha a pie desde Ankara a Estambul (450 km reclamando justicia), encabezada por Kemal Kiliçdarog­lu (68), líder del Partido Republican­o del Pueblo y jefe de la oposición, quién desde el primer momento, había declarado su rechazo al intento de golpe.

Tampoco tiene paz en el mundo, pues ese golpe, mal entendido, le ha llevado a perder crédito a chorros entre sus socios. No se encuentra en la rampa de salida para acceder a la Unión Europea; los aliados atlánticos, que tienen armas nucleares en Incirlik, base aérea decisiva para combatir al Estado Islámico, ven con aprensión los coqueteos con Rusia mientras Arabia Saudí y sus aliados del Golfo quieren frenar la construcci­ón de una base militar turca en suelo qatarí.

La apuesta por el islamismo sin ambages, que rompe con un laicismo secular, la extraña purga en cuerpos sociales sensibles, el acercamien­to a los enemigos de sus aliados, son errores que trasmutan en un síntoma, el arrinconam­iento. Y al paso que avanza la transubsta­nciación de los postulados kemalistas, solo quedará –como vestigio– la letra del himno nacional.

El Gran Sultán se prepara, como un morabito, para santificar su figura a costa de su soledad. Ha entendido la idiosincra­sia turca. Sabe que perpetuars­e pasa por aislarse. Ha actuado ante la comunidad internacio­nal con malicia. No quiere la paz si le aparta del poder, prefiere la soledad de la guerra, que le glorifica, que le hace eterno. Pero si no consigue la paz, empezando por casa, la soledad puede terminar pasándole factura.

Erdogan ha usado como excusa el golpe para lanzar una ofensiva contra todos aquellos que no le apoyan El nuevo ‘sultán’ sigue en el empeño de acabar con la ‘cofradía’ y consolidar un Estado islamista y autoritari­o El primer presidente de la Turquía moderna acuñó un lema, “paz en casa, paz en el mundo” La oposición comienza a despertar, con el apoyo de quienes no comulgan con la deriva autoritari­a islamista

 ?? OZAN KOSE / AFP ?? Homenaje. Una estatua realista del sargento turco Omer Halisdemir, muerto el 15 de julio del 2016 en defensa del orden constituci­onal, preside el Memorial que rinde homenaje en Estambul a la víctimas del fracasado intento de golpe de Estado
OZAN KOSE / AFP Homenaje. Una estatua realista del sargento turco Omer Halisdemir, muerto el 15 de julio del 2016 en defensa del orden constituci­onal, preside el Memorial que rinde homenaje en Estambul a la víctimas del fracasado intento de golpe de Estado

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