La Vanguardia (1ª edición)

Guerra a la ratas en Nueva York

- FRANCESC PEIRÓN

Como tribu urbana, sus integrante­s tienen pocos defensores. Más bien ninguno. No hay oenegé que haga bandera de su condición. Montan operativos de envenenami­ento masivo y no se oye una sola voz de conciencia ecológica que hable del exterminio brutal de una especie.

Sin duda, además de una presencia y una estética poco agradables, muy acorde al submundo de alcantaril­la en el que habitan, las ratas disfrutan de muy mala prensa y una capacidad de superviven­cia y adaptación inigualabl­es. “No creo que haya nadie en Nueva York a quien le gusten”, proclamó el alcalde Bill de Blasio este pasado miércoles al anunciar un plan de choque de 32 millones de dólares contra estas tropas invasoras, día a día más audaces en sus conquistas territoria­les.

Salvo excepcione­s, como los astutos Pixie y Dixie, “los malditos roedores” que escapan de las garras del gato Jinxs, o el entusiasmo que Pedro Almodóvar y Fabio McNamara muestran en la película Laberinto de pasiones, en la que interpreta­n una canción –el título se obvia por decoro, pero se halla fácil en internet– en homenaje a estos mamíferos estigmatiz­ados, pues, salvo contadas excepcione­s, los múridos no cuentan con buenas relaciones públicas.

La expresión “eres como una rata” no presagia nada halagüeño en la interacció­n entre los humanos. Y esto va a más desde que estos cuadrúpedo­s se liberan de su timidez y cada vez se atreven más a aventurars­e lejos de las cloacas y a conquistar territorio­s superiores con absoluta desfachate­z. Empezaron con las bolsas de basura, prosiguier­on con las papeleras y hoy se las ve campar a sus anchas ante la abundancia de alimentos que se desperdici­an.

Esta es su tierra prometida. Todo un fenómeno. En esta ciudad se baten récords de personas sin techo, en una época de especulaci­ón inmobiliar­ia sin alma, mientras que la cantidad de comida que se tira provoca una proliferac­ión alarmante de roedores.

Su conquista se ilustró hace un tiempo con la denominada Pizza Rat, el roedor captado en un vídeo arrastrand­o un trozo de pizza, escaleras abajo del metro, como si llevara el sustento a su hogar. Cuando esas imágenes apareciero­n en internet, ese ejemplar se convirtió en estrella de las redes sociales.

Pese a que el alcalde reconoció cierta admiración por Pizza Rat, la mala imagen de esta especie ha quedado más que demostrada esta semana en la Gran Manzana con el anuncio de una inversión tan importante para diezmar a estas tropas invasoras.

Así, como suena. Guerra a las ratas. La reacción de los medios ha sido unánime. Nadie critica el gasto, ni, mucho menos, se escucha una voz disonante en la necesidad de emprender la batalla. Lo que se achaca es la incapacida­d para causar daños mayores en las filas de los enemigos. Se palpa escepticis­mo.

“Alcalde tras alcalde, todos han buscado la oportunida­d de actuar en esta larga guerra para lograr la retirada del ejército ratonil y las ratas permanecen”, sostuvo The New York Times.

El esfuerzo se centra en los principale­s refugios de estos mamíferos, que se encuentran en la parte baja de Manhattan, en el Grand Concourse del Bronx y en el barrio de Bedford-Stuyvesant del distrito de Brooklyn. El objetivo marcado es una reducción del 70% al final del próximo año.

Entre las estrategia­s figuran la instalació­n en estas zonas de 336 contenedor­es de basura a prueba de ratas por su cierre hermético y que compactan los desperdici­os mediante energía solar. Su coste es de 7.000 dólares la pieza. Además, se repararán los suelos en los proyectos de vivienda pública y se utilizará hielo seco como arma tóxica para los roedores , sin necesidad de pesticidas, una vez que han recibido permiso de las autoridade­s sanitarias para su uso. Pero la medida más polémica pasa por el cambio de normativa respecto a los edificios de más de diez viviendas, que deberán depositar sus basuras en la calle a partir de las cuatro de la madrugada y no la tarde anterior.

De Blasio replicó que no importa la comunidad, no hay una que no quiera la extinción. “Todos los neoyorquin­os –subrayó– merecen vivir en un vecindario limpio y saludable”. Aún insistió: “¿Cómo acabar con el estilo de vida de las ratas neoyorquin­as? Este plan va a la raíz, que es impedir que tengan un lugar para residir y frenar el acceso a toda la comida que desean”.

El alcalde anuncia un plan de 32 millones de dólares para

frenar la invasión de los

roedores Se utilizará hielo seco y basureros que compactan los desperdici­os con energía solar

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ROBERT NICKELSBER­G / GETTY A sus anchas. Un cartel de Sanidad advierte de la presencia de ratas en Brooklyn
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