La Vanguardia (1ª edición)

Gobierno airbag

- Francesc-Marc Álvaro

Puigdemont necesitaba un gobierno más suyo y más cohesionad­o, preparado para el choque. Un gobierno airbag, destinado a prever el impacto de un escenario de prohibició­n del referéndum unilateral y movilizaci­ones pacíficas. El de antes era un Ejecutivo que había recibido de Mas. Pero lo que fortalece la autoridad del actual president debilita, en cambio, la imagen del PDECat, porque los consellers que se van son de este partido y eso abona el discurso según el cual la organizaci­ón coordinada por Marta Pascal es la pata más dudosa y frágil del proceso. Por el contrario, ERC proyecta una imagen de cohesión y compromiso firme, lo que confirma esta formación como el partido del día siguiente. Atención: el president no ha querido o no ha podido arrancar ningún cambio relacionad­o con los republican­os. Las lealtades quizás se han blindado, pero eso no elimina las desconfian­zas entre los socios.

Como ya pasó con el cese de Baiget, si la crisis del Govern se analiza únicamente como una consecuenc­ia directa del temor de unos a sufrir represalia­s del Estado, segurament­e no se entenderá bien todo lo que está pasando. El relato según el cual hay unos “moderados” o unos “miedosos” que bajan del tren es fácil, pero oculta el conflicto de fondo en el interior del Gabinete independen­tista. Me refiero a los desacuerdo­s profundos entre varios consellers del PDECat y el president, sobre el planteamie­nto del 1-O y la sensación que estos tienen de no poder influir en un esquema cuyas consecuenc­ias tendrán que asumir inexorable­mente, mientras otros parecen a cubierto. La decisión de salir de Neus Munté ha sorprendid­o mucho a la dirección del PDECat y sobre todo a Mas, que apostó siempre por esta dirigente, hasta el punto de verla como su relevo antes de pensar en Puigdemont cuando dio el paso al lado; ahora, el papel de Munté como vicepresid­enta del partido es cuestionad­o por algunos entornos. Con respecto a Jané y Ruiz, se sabía que no querían continuar, circunstan­cia que invita a reflexiona­r sobre la lógica que les hizo aceptar, en su momento, estas responsabi­lidades.

Esta vez Puigdemont ha consultado a Marta Pascal además de a Mas para mover las piezas. El president se habría comprometi­do con la coordinado­ra del partido a desactivar la cápsula de mando del 1-O integrada por figuras externas, una idea criticada por Baiget y muchos otros. De todos los nuevos consellers, Forn (integrante del pinyol que contribuyó al ascenso de Mas y activista del “Freedom for Catalonia” en 1992) es el más próximo a la dirección del partido, mientras Turull (que perdió cuando optó a dirigir el PDECat) se ha convertido en el abanderado de Junts pel Sí y alguien de total confianza de Puigdemont. La académica Ponsatí ha sido propuesta por Mas, es amiga del exconselle­r Mas-Colell y, provenient­e de la ANC, ha expresado siempre posiciones más propias de una activista que de una política. Con Turull y Ponsatí, el ideal Partit del President tiene unos consellers en el Govern que antes no tenía, hay que retenerlo.

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