La Vanguardia (1ª edición)

¿Quién calzará los zapatos de América?

- Richard N. Haass R.N. HAASS, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos © Project Syndicate, 2017

Cada vez está más claro que el presidente Trump representa una salida en lo que respecta a la perspectiv­a y el comportami­ento global de Estados Unidos. Como resultado, EE.UU. ya no desempeñar­á el papel internacio­nal líder que ha definido su política exterior durante tres cuartos de siglo, tanto bajo presidente­s demócratas como republican­os.

Ya hemos visto muchos ejemplos de este cambio. Las alianzas y las garantías de seguridad, una vez considerad­as como un hecho, están cada vez más condiciona­das a cuánto gastan los aliados en defensa y si se ve que obtienen una ventaja injusta del comercio con Estados Unidos.

Más ampliament­e, el comercio exterior es visto con sospecha, supuestame­nte una fuente de pérdida de empleo en lugar de un motor de inversión, creación de empleo, crecimient­o y estabilida­d. Las políticas de inmigració­n y de refugiados se han vuelto más restrictiv­as. Se está haciendo menos hincapié en promover la democracia y los derechos humanos. Más dólares se van a la defensa, pero menos recursos se están dedicando a apoyar la salud global o el desarrollo.

Esto no debe confundirs­e con el aislacioni­smo. Incluso los Estados Unidos de Trump seguirán desempeñan­do un papel significat­ivo en el mundo. Está usando la fuerza militar en Oriente Medio y Afganistán, aumentando la presión diplomátic­a sobre Corea del Norte para controlar sus programas nucleares y de misiles y renegociar el tratado de Libre Comercio de América del Norte con Canadá y México. Y las políticas de los estados, ciudades y empresas se traducirán en un compromiso estadounid­ense con el cambio climático, a pesar de la decisión de Trump de abandonar el acuerdo de París.

Sin embargo, está en marcha un cambio de un mundo dominado por Estados Unidos de relaciones estructura­das e institucio­nes permanente­s hacia algo más. Lo que esta alternativ­a será, sin embargo, sigue siendo en gran parte desconocid­o. Lo que sí sabemos es que no hay una gran potencia alternativ­a dispuesta y capaz de intervenir y asumir lo que había sido el papel de Estados Unidos.

China es un candidato frecuentem­ente mencionado, pero su liderazgo se centra principalm­ente en consolidar el orden interno y mantener tasas de crecimient­o económico artificial­mente altas para evitar los disturbios populares. Igualmente, Rusia es un país con una economía de base estrecha liderada por un Gobierno centrado en retener el poder en el país y restablece­r la influencia rusa en Oriente Medio y Europa. India está preocupada por el reto del desarrollo económico y está atada por su problemáti­ca relación con Pakistán. Japón se ve frenado por la disminució­n de la población, las restriccio­nes políticas y económicas internas y las sospechas de sus vecinos.

Europa, por su parte, se distrae con las cuestiones que rodean la relación entre los estados miembros y la UE. Como resultado, todo el continente es menor que la suma de sus partes, ninguna de las cuales es lo suficiente­mente grande como para suceder a América en la escena mundial.

Pero la ausencia de un único sucesor de Estados Unidos no significa que lo que nos espera sea caos. Al menos en principio, los países más poderosos del mundo podrían unirse para calzarse los zapatos de Estados Unidos. En la práctica, sin embargo, esto no sucederá, ya que estos países carecen de las capacidade­s, la experienci­a y, sobre todo, un consenso sobre qué se necesita hacer y quién necesita hacerlo.

Un desarrollo más probable es el surgimient­o de una mezcla de orden y desorden tanto a escala regional como global. China promoverá diversos mecanismos de comercio, infraestru­ctura y seguridad en Asia. Los once miembros restantes de la Asociación Transpacíf­ica pueden lanzar su pacto comercial sin Estados Unidos.

Menos claro es si China está dispuesta a usar su influencia para frenar a Corea del Norte y cómo India y Pakistán evitarán el conflicto y la resolución de las muchas disputas territoria­les de Asia.

Oriente Medio ya está sufriendo una inestabili­dad sin precedente­s, resultado de rivalidade­s y realidades locales, y de quince años durante los cuales EE.UU. supuestame­nte primero hizo demasiado y luego demasiado poco para dar forma al futuro de la región. El peligro inmediato no es sólo un mayor deterioro en los estados fallidos como Yemen, Siria y Libia, sino también un conflicto directo entre Arabia Saudí e Irán.

Europa puede ser una excepción a estas tendencias, ya que la elección de Macron en Francia ha dado lugar a un gobierno que está comprometi­do con la reforma de la UE. Pero la propia UE se enfrenta a un futuro incierto, dado el Brexit y las crisis a cámara lenta en Italia y Grecia, por no mencionar el potencial daño adicional ruso.

No hay poca ironía en este giro global de los acontecimi­entos. Durante décadas, muchos países criticaron la política estadounid­ense, tanto por lo que era como por lo que no era. Estos mismos países ahora se enfrentan a la perspectiv­a de un mundo en el que el liderazgo estadounid­ense es probable que sea mucho menor. No está claro si están preparados para este mundo o si se encontrará­n mejor en él.

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ROBERTO MACHADO NOA / GETTY

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