La Vanguardia (1ª edición)

Etapa clave

- Pilar Rahola

El ruido de los contrarios será tan ensordeced­or, que enturbiará el sentido de lo que está pasando. En estos tiempos de estridenci­as, nada es lo que parece, porque la posverdad se ha convertido en un bozal de la realidad, que la enmudece y la transforma. Sin ir más lejos, sólo saberse los cambios de Govern, un Albiol desaforado (as usual) hablaba de purgas y clamaba por nuevas elecciones, y en las profundida­des de las redes sociales, se repetía la letanía: se cortan cabezas, los díscolos son echados, Puigdemont quiere un Gobierno de irreductib­les. Y así se va creando la imagen de un presidente prepotente, un Govern de fieles y un proceso fanático. Como si las difíciles contingenc­ias que tienen que sufrir los líderes del proceso no existieran, ni forzaran las decisiones.

No se trata, pues, de irreductib­les, porque la pulsión que ha obligado a los cambios de Gobierno no nace de la exigencia de una fe ciega, sino al contrario: de la voluntad de no obligar a los que se angustian a asumir una situación tan delicada y compleja. A nadie se le puede pedir, en nombre del partido, del presidente o de la patria, que asuma los riesgos que habrá que asumir. Riesgos que van en todas direccione­s, tanto patrimonia­les como profesiona­les y penales. En esta etapa clave, el Govern debe estar formado necesariam­ente por gente que tenga la voluntad de aguantar la tensión, el coraje para asumir las amenazas y el deseo de formar parte de este momento histórico, más allá de las consecuenc­ias. Y de la misma manera que es comprensib­le que algunos quieren bajar de la nave, también es muy destacable que otros suban, justo en el momento más arriesgado.

Con respecto a los que se van, poco que decir, excepto comprensió­n y respeto, primero porque han hecho un trabajo excelente (con un Jané que ha brillado de manera especial), y segundo porque han llegado hasta aquí, y el recorrido ya ha sido una aventura para valientes. Y sobre los nuevos, algunas buenas noticias: la incorporac­ión de un hombre eficaz como Víctor Cullell, de un político de raza como Turull y de un gestor brillante como Joaquim Forn. A la tríada, hay que sumar la importanci­a académica de una Clara Ponsatí que, aparte de su importanci­a en la ANC, ya conoce la dentellada de la represión: recordemos que fue desposeída de su cátedra en Georgetown por presiones del ministro Margallo. Son cuatro nombres, pues, que vienen de un largo recorrido soberanist­a, tienen una amplia experienci­a política y se ven con ánimos de enfrentars­e a la asfixiante presión del Estado. Sólo podemos agradecer la disposició­n y aplaudir el coraje.

Se abre la última etapa de este proceso histórico. Habrá más ruido, más ataques, más amenazas y más presión que nunca. En este contexto tan delicado, hacía falta un Govern blindado, un Govern de piedra picada, dispuesto a picar toda la piedra que se encontrará por el camino.

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