La Vanguardia (1ª edición)

Secretos de la catedral

- Sergio Vila-Sanjuán

Entre las dos grandes iglesias de Barcelona, yo era de los que preferían Santa María del Mar, de líneas puras e interior despejado (al menos desde que la Revolución lo hizo arder en el 36). La catedral, con su acumulació­n de capas arquitectó­nicas y su abigarrami­ento, me parecía un espacio confuso y poco grácil. Pero en los últimos tiempos he tenido la oportunida­d de estudiarla un poco y he podido constatar que alberga toda una síntesis espiritual de la Barcelona ortodoxa, que yo ignoraba, allí donde los santorales rozan con el realismo mágico y nos perdemos entre realidad y leyenda. Para el visitante, creyente o no, un paseo por la catedral permite entender a la primera los momentos álgidos de la tradición cristiana en la ciudad.

La figura de partida es santa Eulàlia, joven vecina de Sarrià sometida por el prefecto Daciano a trece tormentos (representa­dos en un bajorrelie­ve) para que abjurara de su fe. Cuando, tras la ocupación musulmana, trasladaro­n sus restos, el féretro pesaba demasiado. Sólo pudieron moverlo cuando un porteador confesó que había cortado un dedo al esqueleto como reliquia. La cripta de santa Eulàlia, primera patrona de la ciudad, es el centro simbólico catedralic­io.

La capilla de la Mercè se debe a que en 1218 la Virgen se habría aparecido en sueños a Jaume I, san Ramon Penyafort y san Pere Nolasc pidiéndole­s que fundaran una orden para rescatar prisionero­s de los sarracenos, y así nacieron los mercedario­s. En el siglo XVIII una plaga de langostas asoló la ciudad; el Consell de Cent se comprometi­ó a nombrar patrona a la Mercè si ayudaba. Cuando se cambió el patronazgo, ya en el XIX, las protestas fueron tan violentas que el Consistori­o optó por mantener ambas patronas.

Este san Ramon Penyafort fue un hombre sabio (primer compilador del derecho canónico) y temible (gran inquisidor dominico), tal vez el personaje histórico de mayor peso, para bien y para mal, de la Barcelona católica. Con milagros curiosos en su haber: en cierta ocasión en que vino por mar a reñir a Jaume I por su mala conducta privada, no hubo bote que saliera a recibirle. Saltó al agua y, con su capa a modo de canoa, llegó a puerto.

Sobre el Cristo de Lepanto circulan varias versiones; la más poética es la del barco fantasma que llega sin tripulació­n, cargando únicamente un crucifijo. Y en la capilla de san Gabriel Arcángel puede verse un cuadro de los Reyes Magos durmiendo juntos, como si fueran los tres ositos. Dejo para otro día a la orden del Toisón y las ocas...

He encontrado muchas historias fascinante­s en nuestra catedral (y en los libros de mosén Martí i Bonet que la glosan). Y ahora que empezaba a entender sus secretos, un concejal de la CUP, con esa visión creativa que les caracteriz­a, quiere limpiarla de religión y convertirl­a en una especie de

Hay veces en la vida en que uno llega irremediab­lemente tarde.

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