Uno de los nuestros
JOAQUIM MOLINS Político (1945-2017)
Joaquim Molins nos ha dejado, todavía demasiado joven y apasionado por la vida. Todos aquellos que lo hemos conocido y trabajamos con él siempre guardaremos en nuestra memoria la mirada inteligente, la sonrisa franca, el carácter explosivo, la aspiración perfeccionista y la vocación política de raíz. Molins, en términos políticos, representa probablemente mejor que nadie cómo Convergència Democràtica de Catalunya fue capaz de aglutinar a finales de los 70 –y durante los años 80 y 90– el centro político de Catalunya y devenir la piedra angular del catalanismo.
Molins entró en política al inicio de la transición como secretario general del Partit Central Català, una propuesta representativa del sector empresarial y profesional joven, europeísta y dinámico del momento, con un programa que entonces se podía definir como “liberal adelantado, federalista y, con respecto al cambio político del momento, muy próximo a las tesis del Consell de Forces Polítiques”, en palabras de Joan B. Culla.
Un espacio que después de la coalición con Unió Democràtica de 1977 como Centre Català, y con la UCD como Unió del Centre de Catalunya en 1978, acabó confluyendo con CDC a principios de los años 80, ayudando de manera decisiva a hacer de CiU la fuerza central del país. Sin la aportación de centristas como Molins probablemente CiU no hubiera sido el éxito que fue durante tantos años.
Molins, con una larga y sólida trayectoria en el Congreso de los Diputados, en el Govern de Catalunya como conseller, primero de Comerç y Turisme, después de Política Territorial y Obres Públiques, y finalmente como jefe de la oposición en el Ayuntamiento de Barcelona, es también el exponente de una determinada manera de hacer política que ha sido fundamental en la construcción del autogobierno de Catalunya, el progreso colectivo y la modernización del país. Molins, un hombre con una idea adelantada de la sociedad, fue la expresión inequívoca de una fuerza política nacionalista catalana de amplio espectro e interclasista, que tenía voluntad de suma, mentalidad de gobierno, vocación reformista y una mirada europeísta convencida.
Todos aquellos que trabajamos con él en el Congreso de los Diputados, y especialmente los que estábamos a sus órdenes durante los años 1996-1999, tenemos un magnífico recuerdo de su persona.
Molins se hacía querer por su gente y amaba a su gente. En aquellos años, su inteligencia política se puso al servicio de la fuerza decisiva de CiU en la política española y probablemente aquel fue el momento más eficaz y útil para los intereses de la sociedad catalana de la aportación catalanista a la gobernabilidad española. Algunos de aquellos éxitos (Mossos d’Esquadra, puertos, fin de los gobernadores civiles, fin del servicio militar obligatorio...) todavía los disfrutamos.
La última vez que hablé con Joaquim de política fue hace poco más de un año. Ya estaba enfermo, pero seguía con pasión el momento político. Sus ojos azules expresaban más que nunca sus convicciones catalanistas y su firme esperanza en un futuro más libre y más próspero para el país al que durante tantos años había servido. Tengámoslo presente siempre en nuestro recuerdo. Hoy lo mejor que somos y lo mejor que podemos ser tiene mucho que ver con Joaquim Molins.
Era la expresión de una voluntad de suma, mentalidad de gobierno, vocación reformista y una mirada europeísta