Mucha gente
El ocio social es muy estresante, pero crea adicción; alguien dice que sólo descansaríamos si nos lobotomizáramos
Penguin Random
House. En el cóctel de editores organizado por esta editorial, el editor Claudio López de Lamadrid tuvo un momento para hacer una selfie
18.º aniversario del premio Llibreter. En el patio de Casa Usher, Josep Cots y Jesús Casals de Edicions 1984, Eugènia Broggi y, a la izquierda, Jordi Puntí ‘Fade out’. Tatiana Goransky (en medio), en la presentación de su libro en Casa Amèrica, flanqueada por Verónica Nieto y Diego Gándara
Divertirse es muy cansado y, a estas alturas, hacen falta vacaciones. Por eso, con una copa en la mano, en los saraos culturales, a la pregunta “¿qué tal?”, la respuesta más repetida es: “Hasta los mismísimos y con ganas de mandar a todo el mundo a la...” etcétera. La confianza es honesta.
Como ya es tradicional, el grupo Penguin Random House reúne a sus editores. Y entre la fusión con Santillana hace tres años, y con Ediciones B el pasado abril, el Patrón se queda pequeño. Dani Costafreda propone que, a este ritmo, el próximo cóctel sea en el Palau Sant Jordi. Y de paso, que cada uno lleve una etiqueta con su nombre. Necesitaría un organigrama actualizado para citar los cargos exactos, pero intentaré no dejarme a nadie. Como directores editoriales, están: Claudio López de Lamadrid, Pilar Reyes, Juan Díaz, Juan Boido de Argentina, Ricardo Cayuela de México, Gabriel Iriarte de Colombia, Melanie Jösch de Chile. Los literarios: Jerónimo Pimentel de Perú y Rita Jaramillo de Estados Unidos, la directora de comunicación Carmen Ospina, y la coordinadora Gabriela Ellena.
También: María Fasce, Inés Vergara, Jaume Bonfill, Ana Liaràs, Carlos Martínez, Teresa Petit, Silvia Querini, Conxita Estruga, Lara Ceballos, Gemma Xiol, Maria Casas, Yolanda Cespedosa, Manuel de Cos, Verónica Fajardo, Francisco Giménez, Lucía Luengo, Rosa Moya, Carmen Romero, Marissa Tonezzer. Pero, ¿cómo lo hacen para conocerse y, sobre todo, reconocerse? Núria Tey cuenta que los teléfonos del grupo llevan cámara incorporada, lo que ayuda a poner cara y da cercanía. Con David Trías, que trabaja en Madrid, tiene largas reuniones. Otros, como Julián Ubiria de Uruguay, admiten que la única manera es ir presentándose. Pasará unos días acá, y le gustaría ver el mar, aunque sea en la Barceloneta.
Albert Puigdueta recorrerá la costa oeste estadounidense con Gerard Guix y dos amigos. Un contratiempo ha frustrado el viaje de Carlota del Amo, pero en compensación cuenta con Rocco, el perro con más likes de Facebook. Carina Pons, de la Balcells, sugiere un titular: “Mucha gente y mucha agente”. Porque han venido casi tantas como editores: Txell Torrent e Inés Planells de MB, Gloria Gutiérrez, Anna Soler-Pont, Berta y Sandra Bruna, Mercedes Casanovas, Maria Carmo dona. Falta María Lynch, de baja por maternidad; Miguel Aguilar es un padre doblemente orgulloso. Bernat Fiol, Guillermo Schavelzon, Pau Centellas. Acabo con Elena Martínez y Camila Enrich en el Berlín, hablando de cosas que no se pueden contar.
Más juegos de palabras: “Josep Cots, què fots?”, dice él mismo en el patio de la Casa Usher. Se celebran los 18 años del premio Llibreter, que esta vez ha recaído en Els estranys, de Raül Garrigasait, publicado por Edicions 1984, sello fundado por Cots y al que se ha incorporado Jesús Casals, ahora que Miquel Adam se ha ido a Ara Llibres, que dirige Joan Carles Girbés desde que Izaskun Arretxe se ocupa del área de Literatura i Pensament del Institut Ramon Llull. Por dónde iba. Hay vino en unos surtidores de cartón, pero Kiko Amat llega con cervezas.
Jordi Puntí reconoce que no había estado aquí antes, porque no suele subir de la Diagonal. Ha venido con Steffi Kremser. Veo a Eugènia Broggi, a Aniol Rafel, Laura Huerga, Luis Solano. Las conversaciones son parecidas a las de ayer, qué calor, no puedo más, esto no se acaba nunca o qué. Y a la vez, se organizan tantas comidas y cenas co- antes de Navidad, por aquello de despedir la temporada y cotillear. El ocio social es muy estresante, pero crea adicción. Alguien dice que sólo podríamos descansar si nos lobotomizáramos. O si desconectáramos todos los dispositivos.
Un día, bailando tangos, Tatiana Goransky conoció a un físico alemán, al que le arrancó el tema de su tesis: emisiones otoacústicas espontáneas. Por lo visto, emitimos unas ondas a través de los oídos, indetectables para nosotros mismos. Las mujeres emiten un 20% más que los hombres. ¿Para qué sirven? Quién sabe. Así que, publicada por Comba, la autora plantea en la novela Fade out una respuesta que a su vez trata otra cuestión: ¿Cómo evolucionaremos genéticamente para ser viables en el mundo que viene? Nuestros cuerpos no están a la altura del ambiente que vamos creando, donde imperan la simultaneidad y la inmediatez. Y la información constante. El ruido.
“La trama, absolutamente musical, está construida a través de canciones”, dice Verónica Nieto en Casa América, “las protagonistas buscan el silencio”. Están el editor Juan Bautista Durán, Matías Néspolo, Rodrigo Díaz Cortez, Laia Salvat. Diego Gándara ha dicho que los argentinos se pasan la vida calamareando; o sea, citando a Andrés Calamaro. “Será porque no deja de componer”, añade. En Fade out, sin embargo, no hay ni una frase suya. A Goransky le da miedo no conocer en profundidad a las personas que más quiere. Por eso, esta es una historia de amor, de amor materno-filial, cuando el amor hoy está mal visto en la literatura. “¿Qué diría Calamaro al respecto?”, se pregunta. Y desde el público, Dani El Rojo, atracador de bancos en los ochenta, contesta: “Quiero ser el único que te muerda la boca”.