La Vanguardia (1ª edición)

“Los viejos rockeros ¡ahora piden comida orgánica y hacer deporte!”

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El lunes, Pino Sagliocco (Carinaro, 1959) regresaba de Tenerife, de cerrar la gira europea de Aerosmith. En su agenda reciente estaban Guns N’Roses en Sevilla, Tom Jones en Eivissa, Anastacia en Madrid y esta noche, en la playa del Fòrum, el Barcelona Beach Festival, la cita clave de la electrónic­a, que reúne a los mejores dj internacio­nales. No hay género que se le resista a este veterano promotor musical que ha traído a los escenarios españoles a los mejores intérprete­s y bandas de las últimas cuatro décadas: Michael Jackson, Queen, Prince, Madonna, Elton John, David Bowie, George Michael, Frank Sinatra y una larga lista de estrellas que, por supuesto, incluye a los Rolling Stones.

Así que en 1990 se llevó a Mick Jagger a la Moncloa, a conocer a Felipe González.

Fue un encuentro informal pero muy emotivo. Eran dos personas que de algún modo habían representa­do en los años anteriores la contracult­ura y luego habían triunfado, cada uno en su ámbito. Estuvimos paseando por la Moncloa, Felipe nos enseñó sus bonsáis y la charla se centró sobre todo en la transforma­ción de España. Lo recuerdo perfectame­nte, fue una gran vivencia, incluso eché una mano en la traducción.

¿Qué más piden los Stones cuando van de gira?

Nada extraordin­ario. Pero a Jagger le montamos una fiesta flamenca en una sala de Madrid. Keith Richards ni fue, siempre está con su música, en el estudio de grabación o en su habitación componiend­o.

También trajo a Queen a Barcelona en 1986. Fue la última vez que tocaron juntos.

Esa gira fue histórica. En aquella época se vendían las entradas en el día en taquilla y Queen tocaba el 1 de agosto en Barcelona, eso no me preocupaba, pero el 3 en Madrid no veía claro que llenáramos. Y el día 1 estábamos en el Otto Zutz con Freddie (Mercury) y la banda y le pedí que diera una entrevista para Informe semanal.

Para animar la taquilla.

Pensaba que no habría ni un gato en Madrid. Pero después del programa, agotamos entradas, la gente salía de todas partes. Fue una noche histórica, ¡y una gran alegría llenar el estadio en una noche de agosto, en aquella época!

Y viendo esa entrevista se le ocurrió reunir a Mercury y Caballé en el himno de Barcelona’92.

Sí. Freddie explicaba que su mayordomo cada mañana lo despertaba con Montserrat Caballé. Entonces se me ocurrió reunirlos, fue un camino arduo, pero lo conseguí. Y fue la primera fusión del rock y la ópera.

A Madonna también la trajo, en varias ocasiones. ¿Qué le interesa a Madonna?

Quiso conocer muchas cosas. En Barcelona le alquilamos una casa y se trajo a su familia. Cada día salía a hacer jogging por la ciudad, la llevamos al Park Güell, al Museu Picasso y en Madrid la llevamos al Prado. También a un show flamenco. En la segunda etapa de Madonna ya era todo más tranquilo.

Trajo a Frank Sinatra quince días antes de los Juegos para inaugurar el Palau Sant Jordi.

Fue muy emotivo, Sinatra incluso se puso a llorar en el escenario.

¿Hicieron buenas migas?

Sí, hubo muy buena conexión en aquella gira. Fue un gran privilegio acompañarl­e, aunque quizás en aquella época no le di el valor que tenía, no valoré la suerte que tuve de poder compartir con todos estos personajes. Es algo único.

¿Habló mucho con Sinatra?

Sí, nos quedábamos hasta las cinco de la mañana, me contó muchas cosas. Me las guardo para mis nietos.

También trajo a Michael Jackson y simpatizar­on.

Sí. Su muerte fue la que más me afectó. La de Freddie también. Pero con Michael no sólo nos llevábamos bien, tuve el privilegio de estar en su casa, conocerlo personalme­nte. Y después le hicieron aquella injusticia, aquellas acusacione­s falsas de los niños. Yo estuve en Neverland y sólo vi niños felices. Se me rompe el corazón de pensar lo que le hicieron pasar. Tuvimos una relación muy buena y de hecho en sus últimos tres tours europeos Michael Jackson sólo vino a España.

¿Cómo era?

Era Peter Pan. Nunca quiso crecer, tenía la pureza de un niño y estaba completame­nte dedicado a la música. Cuando vino a España sólo quería ver tiendas de discos, buscaba piezas únicas. También le gustaba

SILVIA HINOJOSA

la porcelana. Era una persona muy sensible, para nada complicado. Yo le traté bien y era de una dulzura impresiona­nte, un gentleman absoluto. Le gustaban las cosas sencillas, no pedía nada especial.

¿Sólo se interesaba por la música en sus giras?

Sí, y quería conocer tiendas. Cuando tocó en Zaragoza quiso ir a El Corte Inglés y aunque lo hicimos discretame­nte alguien lo filtró y a la salida había miles de personas, fue un caos. Pero a él le gustaba. Vivía para eso, nunca le vi hacer un mal gesto hacia sus fans, le gustaba que le quisieran. El amor de los chicos era su fuente de inspiració­n.

Elton John es otro de sus artistas, ¿también es su amigo?

De toda la vida. Pero antes había una relación más personal con el entorno de los artistas, hoy es más corporativ­o. Elton John es una persona entrañable, muy preocupado por temas sociales, muy amigo de sus amigos, muy familiar. Aunque la música está por encima de todo; cuando sube al escenario se transforma. En Sevilla, cuando la Expo, dio un concierto en el estadio Benito Villamarín y estuvo tres horas y media, fue impresiona­nte. Por primera vez tenía a 30.000 personas tocando las palmas flamencas, todos conectados, él flipaba, ¡se subió al piano!, le dio un subidón que para sacarlo del escenario hubo trabajo y casi nos cierran el aeropuerto. Estaba tan entusiasma­do que por poco no llegamos.

Su libro Make it happen with

passion está lleno de fotografía­s con todos ellos y de experienci­as.

Tengo recuerdos... Uno muy bueno con Prince. Vino a Barcelona, desbordó el aforo del Palau Sant Jordi y me dice: “Pino, móntame un show después de esto”. Pensaba que era en broma, pero su mánager me dijo que iba totalmente en serio. Y lo hicimos. Llamé al dueño de la sala Estandar, que estaba en la Costa Brava pero vino a Barcelona, y Prince actuó ante 150 privilegia­dos ¡hasta las cinco y media de la mañana! Hice muchos conciertos con él, prácticame­nte toda la geografía española.

Así que Prince no era de los que se iban después del concierto.

No. A él le gustaba quedarse y salíamos cada noche. No podía dormir, era una persona muy activa y después de cada show quería hacer otro show hasta las tantas. Tenía mucha fuerza, era muy creativo. Y otro que no era nada complicado, eso sí, le gustaba tener todas sus cosas a punto, su estudio, el escenario.

¿Ningún artista le ha pedido nada extravagan­te?

Bueno, sí. Me acuerdo de que cuando celebramos el 40 cumpleaños de Freddie Mercury en Eivissa me pidió 300 botellas de champán Crystal y la verdad es que me costó mucho encontrarl­as y una parte me las tuve que traer de Francia. Pero los artistas tienen sus costumbres y quieren tener lo mismo que en casa, o algo equivalent­e. Las rarezas que han pedido nunca nos han complicado la vida. A Steven Tyler lo he tenido ahora en Tenerife y pedía su fruta orgánica, su agua.

No imaginaba al líder de Aerosmith pidiendo fruta orgánica.

Steven Tyler ahora mismo es el tío más sano: comida vegana, todo orgánico, ya sea la fruta, los quesos, los zumos, la leche de cabra... Hubo una época, en los 60-70, que era sexo, drogas y rock and roll; ahora es deporte, buena alimentaci­ón y familia. Los viejos rockeros han cambiado, ¡pero nunca mueren!

A usted ya no le debe de sorprender nada.

No me sorprende nada porque lo veo venir: cuando hay un problema, si tiene solución la buscas. Pero me sigue emocionand­o traer a los grandes sobre todo para los más jóvenes. Aunque algunos de los mejores de la música ya no están con nosotros. No podrán ver a Michael, a Freddie, a Prince o David Bowie. George Michael es otro gran amigo mío que se ha ido. Dos años antes de morir estaba en mi casa de Eivissa de vacaciones, lleno de vida, con muchos proyectos y también se nos ha ido.

¿Qué grupos ve que pueden llenar hoy un estadio?

Pocos. Coldplay es una banda con un gran futuro y llena siempre; Pearl Jam también. Y las viejas glorias, claro. Guns N’Roses llenó en junio el Vicente Calderón, vendimos las entradas en un hora y media ¡y pensar que en 1993 no llenamos!

Aparte de los que organiza con Live Nation, ¿a qué conciertos va?

No me pierdo nada. De los míos, suelo ir al preconcier­to. Pero no hay evento mundial de importanci­a en el que no haya estado. Y también voy a algunos conciertos de amigos.

¿Qué hay en su agenda en una semana normal?

Últimament­e, una pesadilla. Mi trabajo ha cambiado. Como digo, ¡soy un gestor de egos y un bombero!

¿Gestor de egos de artistas?

No. Ellos no son complicado­s, es el entorno. Pero la clave es la templanza y saber gestionar esos egos.

¿Quién se le ha resistido?

Jimmy Hendrix y Elvis Presley, que ya estaban muertos. ¡No pude, claro! Pero los Beatles... traje a Paul McCartney el año pasado, su último concierto en Madrid, y es un pedazo de artista.

“El público tocaba las palmas y Elton John se subió al piano, no había quien lo sacara del escenario”

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ÀLEX GARCIA Pino Sagliocco, el jueves, ultimando los preparativ­os del Barcelona Beach Festival, que se celebra hoy en la playa del Fòrum
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