Alessandro el conquistador
Ejercer de Tenorio en el papel couché le ha proporcionado su actual trabajo, el de comentarista rosa en Telecinco. Alessandro Lecquio, a quien se conoce como el conde Lecquio, se ha dedicado en cuerpo –sobre todo– y alma a las conquistas femeninas. La edad le ha hecho pisar un poco el freno. Apuesto, desinhibido y de palabra suelta, su vida de adulto es la encarnación del paraíso infantil. Apenas recién nacido la abuela materna lo alzó en brazos para mostrarlo a la prensa. La infancia de Lecquio se asemeja a la de los cuentos de príncipes. Nació el 17 de junio de 1960 a las siete de la tarde en Lausana, lejos de su Roma sanguínea, y fue bautizado como Alessandro Vittorio Eugenio Enrico. El pedigrí procede de la madre, Donna Sandra Torlonia, hija de la infanta Beatriz de Borbón, a su vez hija del rey Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg. Así, el conde es biznieto de estos monarcas españoles.
Con tres meses de vida, el pequeño sufrió una grave enfermedad en el estómago que puso en guardia a la familia. Pronto se trasladaron al viejo palacio Torlonia en Roma, que había acogido al conde de Barcelona, hermano de Beatriz. Se instalaron en una ala de sus frías aunque confortables paredes. De sus doce habitaciones el lugar preferido del niño era la cocina. Las flores y los frutales del jardín adornaban el resto. Desirée, su hermana menor, nació dos años después. Shirley se ocupaba de ellos como niñera. Estuvo en casa hasta que Alessandro cumplió 26 años.
En septiembre pasaba unas semanas en su Suiza natal, en la mansión de la bisabuela Victoria Eugenia, que murió en 1969, una mujer aún guapa, de larga melena, gustos refinados y moral católica, que acompañaba a los hermanos a pasear por los lagos. La vida entre Lausana y Roma, entre montar a caballo y asistir a las carreras veraniegas de Siena, entre lacayos y doncellas alcanzó el despertar sexual del muchacho, quizá como una premonición de su futuro estatus de playboy. Las caricias de Shirley cuando con siete años lo enjabonaba desnudo con un guante y el hecho de mirar a escondidas cómo una criada se desnudaba y se masturbaba en su habitación fueron un primer paso. Perder la virginidad en un prostíbulo cuando tenía 14 años hizo el resto.
Lecquio tiene una licenciatura en Letras por la Universidad de Turín, un doctorado en Historia y un máster en Economía que le permitió trabajar un tiempo en un cargo empresarial. Fue así como la Fiat, que introdujo el mítico 600 a finales de los cincuenta, en 1991 le nombró adjunto del presidente de la filial en España. Duró poco. El conde había roto con Antonia Dell’Atte, su primera esposa, con quien en 1988 tuvo a Clemente, su primer hijo, e inició un explosiva relación sentimental con la actriz Ana Obregón. En 1992 nació el hijo de ambos, Alejandro Alfonso.
Llenar portadas de revistas y espacios de cotilleo de televisión ha sido desde entonces su principal cometido. Ha coleccionado escenas de conquistas destinadas a la venta. Fueron impactantes las fotos que publicó Interviu de él en un yate con su palo mayor al aire al lado de Sonia Moldes. Esta publicación enseñó también al conde junto a Mar Flores, sonrientes en la cama. Sin duda el mérito de este atleta sexual es su medallero.
Los programas de la pequeña pantalla juntan el morbo con el polígrafo, donde la supuesta verdad se revela a conveniencia. Traspasado el ecuador vital, el matrimonio que Lecquio contrajo con María Palacios en el 2008 parece que ha calmado el ímpetu de su testosterona, aunque no fue hasta el año pasado que Dios les bendijo con el nacimiento de una hija. Se llama Ginevra Ena y fue bautizada en el palacio familiar de Roma. La familia con la pequeña se ha trasladado hace poco a un chalet lujoso de la urbanización Santo Domingo, cerca de Madrid. El conde, a sus 57 años, parece que come menos.
El biznieto del rey Alfonso XIII ejerce de comentarista rosa en Telecinco y tuvo una hija el año pasado