La Vanguardia (1ª edición)

La chavista que aman los antichavis­tas

LA FISCAL GENERAL DEL ESTADO PONE CONTRA LAS CUERDAS A MADURO Y EVIDENCIA QUE EN VENEZUELA NO EXISTE SEPARACIÓN DE PODERES

- ROBERT MUR Buenos Aires

El presidente venezolano, Nicolás Maduro, tiene en casa a una enemiga difícil de purgar, aunque lo está intentando. La disidencia interna ha existido siempre en el chavismo, pero nunca un crítico logró afectar tanto la línea de flotación del régimen bolivarian­o como la fiscal general del Estado, Luisa Ortega Díaz.

Hasta marzo pasado, Ortega era tildada de ultrachavi­sta por la misma oposición que ahora organiza manifestac­iones para defenderla. Ese mes se produjo el quiebre que pone contra las cuerdas al chavismo y provocó la ola de protestas diarias que han dejado un centenar de muertos: el Tribunal Supremo dictó dos sentencias para aniquilar el poder de la Asamblea Nacional, de mayoría opositora. Una eliminaba la inmunidad parlamenta­ria a los diputados y la otra suspendía las funciones del legislativ­o para asumirlas el Supremo.

El chavismo había cruzado la línea roja del autoritari­smo. Tildado de autogolpe por la comunidad internacio­nal, la oposición convocó al levantamie­nto callejero y desde las filas oficialist­as se alzó una voz inesperada. “Se evidencian varias violacione­s del orden constituci­onal y desconocim­iento del modelo de estado consagrado en nuestra Constituci­ón de la República Bolivarian­a de Venezuela, lo que constituye una ruptura del orden constituci­onal”, decía entonces Ortega, esgrimiend­o un ejemplar de la carta magna. “Es mi obligación manifestar ante el país mi alta preocupaci­ón por tal evento”, añadía la fiscal general, dejando boquiabier­tos a los asistentes a un acto ordinario en la fiscalía quienes, tras unos segundos de perplejida­d, irrumpiero­n en aplausos.

Horas después el Supremo anuló las dos sentencias a instancias del Consejo de Defensa Nacional, o sea, de Maduro, que también preside este organismo, dejando patente que no hay separación de poderes en Venezuela. Ortega, lejos de contentars­e con la rectificac­ión, inició un salto hacia delante que incluso la posiciona como una posible líder de una eventual transición.

La fiscal considera que los actos del Supremo son un ataque al estado de derecho y ha solicitado la destitució­n de sus 33 magistrado­s. Además, cuestiona la desproporc­ionada actuación de las fuerzas de seguridad en la represión de las manifestac­iones opositoras y denuncia violacione­s de los derechos humanos. Ortega ha llegado a decir que el gobierno encabeza un “estado de terror” y ha acusado a Maduro de “desmantela­r el estado de derecho”. También se opone a la asamblea constituye­nte con la que el régimen pretende anular completame­nte al legislativ­o.

Como el presidente no puede destituirl­a porque su nombramien­to depende del parlamento y es por un periodo de siete años, el chavismo promovió una denuncia contra ella ante el Supremo por “insania mental”, presentada por un diputado oficialist­a, que la acusa de “atentar, lesionar o amenazar la ética pública y la moral administra­tiva”. Hace unos días se celebró la vista preliminar para decidir si es enjuiciada, a la que Ortega no acudió, declarándo­se en desacato ante unos jueces que considera ilegítimos y dio por descontada su destitució­n. El Supremo congeló sus cuentas y le retiró el pasaporte.

Ortega nació hace 59 años en la localidad de Valle de la Pascua, en el estado de Guárico. Abogada por la Universida­d de Carabobo, es doctora en Derecho Constituci­onal y está casada con el diputado chavista Germán Ferrer. Ambos han denunciado seguimient­os y amenazas de los servicios de inteligenc­ia. Su hermano Humberto acompañó a Chávez en el intento de golpe de 1992.

El parlamento, entonces controlado por el gobierno, designó a Ortega fiscal general del Estado en el 2007 y la ratificó en el 2014, antes de las legislativ­as que otorgaron la mayoría a la oposición. Su mandato expira en el 2021.

El giro de Ortega es evidente. En el 2014 encabezó con mano de hierro la persecució­n judicial a los opositores por las protestas que dejaron 43 muertos y promovió el juicio y condena a casi catorce años de cárcel a Leopoldo López, como Maduro recordó la semana pasada tras la excarcelac­ión del líder opositor. Ahora, en cambio, Ortega no sólo se felicitó del pase de López a arresto domiciliar­io, sino que acusó a Maduro de encarcelar a políticos para mantenerlo­s como “rehenes”.

Formalment­e niega ser chavista porque la Constituci­ón le prohíbe la militancia política, pero Ortega no escondía su admiración por Chávez, como cuando hace tres años declaró a la BBC que “el hombre más humanista que ha existido en el planeta se llama Hugo Chávez”.

Es abogada, tiene 59 años y está casada con un diputado chavista. Su hermano ayudó en el golpe de 1992

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MIGUEL GUTIÉRREZ / EFE Luisa Ortega durante una rueda de prensa en Caracas

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