Una crisis en cuatro tiempos
El “referéndum o referéndum” de Puigdemont llevó a consellers del PDECat a plantear el relevo La imposición a Borràs de comprar las urnas en solitario quiebra los equilibrios en el Govern ERC impone el ritmo hacia la consulta mientras el partido de Puig
Un microcuento de Pere Calders corría el viernes entre antiguos diputados del Parlament a primera hora de la mañana del viernes: “Si les hubiera ordenado saltar por la ventana, lo habrían hecho casi con alegría, porque confiaban en él ciegamente. Hasta que un día les ordenó que saltaran por la ventana, y entonces desertaron todos, porque un hombre que decide cosas semejantes no es de fiar”. En ese momento, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras estaban reunidos en el Palau de la Generalitat a punto de comparecer ante la prensa, de nuevo juntos, para hacer públicos los relevos en el Consell Executiu y la reorganización de competencias. Una potestad del president de la Generalitat que Puigdemont convirtió en colegiada –a las 10.30 h los equipos coordinaban la comparecencia– con la pretensión de volver a dar una imagen de unidad pero que acabó por contribuir a situar los problemas del Govern con la estrategia del referéndum en el ámbito estricto del PDECat.
Fuera del Palau de la Generalitat se marcaba la línea entre cobardes y valientes en el bloque independentista, pero la génesis de los relevos del viernes va más allá de las dudas manifestadas en privado y en público por los hoy exconsellers. Dudas no sólo con el camino emprendido hacia el referéndum unilateral, si no con la estrategia interna puesta en marcha por el president y el vicepresident. Los protagonistas de la crisis del Govern sitúan en diferentes episodios los motivos por los que tres consellers y el secretario del Govern se bajan del tren del referéndum. Y no son nuevos. Arrancan hace diez meses.
REFERÉNDUM O REFERÉNDUM
Primeras dudas en el Govern
La pugna presupuestaria con la CUP del verano pasado –los anticapitalistas tumbaron las cuentas de la Generalitat en junio– llevó a Puigdemont a someter su presidencia a una cuestión de confianza y a un nuevo viraje en la hoja de ruta con la que Junts pel Sí se presentó a las elecciones. El “referéndum o referéndum” que el president puso sobre la mesa el 28 de septiembre pasado propició la primera de una serie de rondas en la que el president sometía a valoración el compromiso de los consellers con el proceso soberanista. Entonces había al menos dos miembros de su gabinete que en ese momento ya no comulgaban con la unilateralidad planteada por el president y recordaban que sus cargos estaban a disposición del jefe del ejecutivo. La entonces consellera de Ensenyament, Meritxell Ruiz, y el de Interior, Jordi Jané, manifestaron dificultades para avalar esa vía pero con los presupuestos colgando y las ofertas de diálogo al gobierno de Mariano Rajoy en primera línea se optó por seguir adelante sin afrontar cambios amparándose en el mandato de 18 meses de legislatura.
Jané ya se había convertido en el blanco de las críticas de la CUP, pero también de ERC por mantener como director general de la Policía a Albert Batlle. Batlle había sido director adjunto de la Oficina Antifrau a las órdenes de Daniel de Alfonso, protagonista de las conversaciones grabadas con el ministro Jorge Fernández Díaz en las que se ponen de manifiesto investigaciones secretas sobre Oriol Junqueras.
Tras la cuestión de confianza, los presupuestos salieron adelante en marzo con partidas explícitas para celebrar el referéndum tal y como pedía la CUP ahora anuladas por el Tribunal Constitucional, pero la aprobación de más de un millar de enmiendas de la oposición gracias a los votos de los anticapitalistas llevaron al menos a un conseller que si- gue en el Govern a plantear si la vía de salida no era la convocatoria de elecciones. No había salida. El compromiso de Puigdemont y Junqueras con el referéndum incluye la determinación de no convocar elecciones al menos hasta marzo del próximo año. Con la única excepción de que en la consulta del 1 de octubre gane el no.
EL LÍO DE LAS URNAS
Empieza la desconexión interna
En abril afloró el enfrentamiento interno por la compra pendiente de las 8.200 urnas que se prevén necesarias para el referéndum. ERC presionaba para que la consellera de Governació, Meritxell Borràs, activara el concurso público; Borràs pedía órdenes por escrito pero se acabó imponiendo el criterio del president y el vicepresident. “Nadie oyó a Junqueras hablar de decisiones colegiadas” a pesar de ser el responsable de la organización del referéndum desde septiembre, recuerda un miembro del Govern del PDECat. El anuncio se publica en mayo firmado por Borràs y su secretario general Francesc Esteve y la Fiscalía presenta una querella. Ahí arranca lo que algunos denominal la “desconexión interna” y la relación dentro del Consell Executiu adquiere una “di-
mensión diferente”. Los funcionarios rechazan preventivamente participar en la mesa de contratación de un concurso que acaba declarándose desierto a finales de junio pero las consecuencias son evidentes. Las reuniones del Govern se resienten por el peso del comité invisible del que se valen Puigdemont y Junqueras del que participan de manera más o menos intermitente Artur Mas, David Madí, Xavier Vendrell y los representantes de las entidades soberanistas, además de algún “constructor de relatos”, que además acaban por “aislar” al president de su propio partido. Según fuentes del Govern, existe unanimidad entre los consellers del PDECat, pero también de ERC, a la hora de reivindicar información sobre la estrategia hacia la consecución del referéndum pero se manifiesta de manera dispar. Junqueras ha logrado que sus consellers aparezcan “como una piña”.
Un grupo de consellers del PDECat decide trasladárselo al president reclamando la implicación efectiva de Oriol Junquras en el referéndum, que baje la persiana de ese comité externo de asesores como eje de la toma de decisiones, y asuma que la organización material del referéndum no podría disponer de vías públicas de financiación, ya que poniendo sobre la mesa el delito de malversación se afrontan penas de prisión y se pone en peligro el patrimonio familiar. No fue una sorpresa para el president que Neus Munté estuviera entre esos consellers. La portavoz del Govern había mostrado su compromiso con Puigdemont al quedar en evidencia negando su reunión con Rajoy pero a estas alturas de la hoja de ruta ya no esconde sus reticencias.
LA CAÍDA DE BAIGET
ERC tiene terreno por delante
Con el puente de mando fuera del Consell Executiu se plantean actuaciones que desde la lógica de la administración pública son imposibles y un simple “no se puede hacer” se traduce en una voluntad de poner palos en las ruedas” del referéndum. De hecho, desde ERC se señala a la figura de Joan Vidal de Ciurana, secretario del Govern, como uno de los obstáculos del proceso y proliferan las informaciones en las que se publicitan las reticencias de consellers del PDECat hacia el referéndum. ERC, la CUP y las entidades sobera- nistas aprietan al president, que asume que debe hacer un gesto de autoridad. Había llegado el momento de la remodelación del Govern aplazada hacía diez meses. El escenario ha cambiado. Eso es lo que acaba trasladando Jordi Baiget en la fatal entrevista que le cuesta el cargo el lunes día 3. Esa mañana, Puigdemont acude a una reunión en la sede del PDECat con todos los consellers en la que Artur Mas les plantea la necesidad de que hagan una reflexión personal sobre el reto político que deberán asumir. El president calla, también en la reunión posterior con la ejecutiva del partido. Las presiones aumentan pero el silencio de Puigdemont lleva a la coordinadora del PDECat a dar por hecho que no habrá destitución. A las 17 horas, mientras estaba en marcha una de las reuniones del comité político del referéndum en el Palau de la Generalitat a la que Pascal no asistía, el president fulmina a Baiget de su cargo. Al día siguiente se presentaba la proposición de ley del referéndum y se cumplía con el mandato de 18 meses que comprometía a los consellers reticentes con la estrategia de Puigdemont.
El PDECat acusa el golpe pero lo más relevante es que el president da la oportunidad a ERC a hurgar en una herida de límites infinitos. Los republicanos se ven con fuerza para exigir el relevo de cargos que hasta el momento estaban blindados.
FIEBRE DE JUEVES NOCHE
La ‘sorpresa’ de Munté
Consellers que ya habían enfilado la puerta de salida se marcaban sus propios retos inmediatos. Jané esperaba que el relevo no llegara antes de la celebración de la Junta de Seguridad que acabó por desbloquear la certificación de la plantilla de los Mossos y su incorporación en las mesas de coordinación e información antiterrorista. Su sustituto, Joaquim Forn, hacía días que había sido alertado de la inminencia de la sustitución y esperaba en el Ayuntamiento de Barcelona.
La comparecencia del president en el Parlament el miércoles para explicar el relevo de Baiget abrió la caja de pandora. Oficialmente no habría más cambios pero horas después anuncia en el pasillo de la cámara una reordenación de competencias. Su objetivo es que Junqueras asuma la organización técnica del referéndum como le reclaman sus consellers pero el vicepresident también maniobra, lo que desata la urgencia de los relevos. Puigdemont pasa el miércoles por la noche y el jueves en consultas con sus consellers. Sobre el papel, Junqueras se encarga de sondear a los miembros del Govern de ERC. El diagnóstico no ha cambiado. El compromiso con el referéndum sigue en pie pero las condiciones de algunos consellers del PDECat hacen imposible su permanencia en el Govern. Jané y Ruiz no hacen más que ejecutar una decisión tomada hacía meses. La sorpresa es Munté y entre los sorprendidos está Santi Vila, que había sido promocionado por Puigdemont tras la salida de Baiget, y que ha acabado aislado en el Govern. Borràs también está dispuesta a dejar el cargo, la estrecha relación que la une a Munté pesa en los argumentos a favor pero el acuerdo final y la presión de Josep Rull le hace decantarse a última hora de la tarde por continuar en la conselleria liberada del área de procesos electorales. La noche en el Palau de la Generalitat es larga. Puigdemont, Mas y Pascal acaban negociando los relevos a cambio de que Junqueras asuma la organización técnica del referéndum que se atribuía a Borràs, aunque se establece públicamente que la toma de decisiones es “corresponsable”; y se pone en marcha un órgano de coordinación política del que Joan Vidal de Ciurana no puede formar parte, así que su relevo también está servido. El juego de equilibrios interno también ocupa su tiempo. El portavoz del Govern podía haber sido Rull, pero el president se decanta por Turull, que había sido castigado en el congreso del PDECat del año pasado.
EL ESPRINT FINAL
¿Y las urnas?
Puigdemont y Junqueras presentaron el nuevo Govern como el de Junts pel Sí, un gobierno de choque para la ejecución del referéndum, pero la brecha entre los socios es mayor. El liderazgo pétreo de Junqueras permite a los republicanos ofrecer una imagen inquebrantable a favor del referéndum, aunque en privado algún conseller muestra las mismas preocupaciones por su patrimonio que trasladó en público Baiget. Otra cosa es la habilidad demostrada, según fuentes del PDECat, para imponer el ritmo del Govern a partir de la fuerza política que le otorgan las encuestas al tiempo que el partido del president y su separación de poderes sigue en una “dinámica perversa”, aunque tras los cambios de sienta “liberado” y prefiera centrarse en la proclamación de candidatos municipales
Mientras Puigdemont barruntaba la reorganización de competencias Junqueras dio un paso al frente para anunciar su disposición a comprar las urnas a partir del Consell Executiu. No hay pliego de cláusulas administrativas para hacer una contratación, ni el informe jurídico correspondiente, así que fuentes de la Generalitat sostienen que difícilmente el martes se podrá ir más allá de un anuncio. “El como siempre, es imposible”, concluyen.