La Vanguardia (1ª edición)

Contra el integrismo

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Jordi Amat recupera el argumento de la tesis doctoral del conseller Santi Vila para realizar una reflexión sobre aquellos que, ante los cambios, optan por la defensa ultramonta­na de los valores del pasado: “En la televisión seguía la segunda vuelta de las elecciones francesas y comprobó, aligerado, como Emmanuel Macron –social liberal, como Vila mismo se define– había detenido el miedo en las urnas. El populismo, tanta incertidum­bre, había sido derrotado”.

Contra el liberal, todas las ofensas están permitidas. ¡Ridiculiza­d sus defectos, sacad a la luz las vergüenzas de su vida privada, infamad su nombre y a su casta! Procurad aislarlo de la sociedad o reducirlo por hambre. ¡Id contra el pecador y no ya contra el pecado! ¡Nada de compasión!”. El cura Fèlix Sardà i Salvany (Sabadell, 1841-1916) había identifica­do la fuente de todo mal: el liberalism­o. Dedicaría su vida a batallar contra él. No a rebatirlo. A destruirlo. Como expuso en su best seller, de título memorable –El liberalism­o es pecado (1884)–, el ataque personal era más efectivo que el debate. No hay duda. Al enemigo, ni agua. Este olvidado propagandi­sta católico, integrista influyente, es el protagonis­ta de la biografía intelectua­l que tras años de investigac­ión el historiado­r Santi Vila –que diría que también trabaja de conseller– ha escrito para hacerse merecedor del título de doctor.

El lunes Vila leyó su tesis. Si mis fuentes de informació­n no me han tomado el pelo (que bien podría ser porque con lo de las filtracion­es me muevo como un pulpo en un garaje), puedo confirmar que el conseller acabó de redactar su tesis doctoral el pasado 7 de mayo.

De vez en cuando, aquel domingo, levantaba la cabeza de la pantalla del ordenador y respiraba. En la televisión seguía la segunda vuelta de las elecciones francesas y comprobó, aligerado, como Emmanuel Macron –social liberal, como Vila mismo se define– había detenido el miedo en las urnas. El populismo, tanta incertidum­bre, había sido derrotado. Aquella derrota, ni que fuera momentánea, daba oxígeno al proyecto europeísta estropeado y así apedazaba un complejo sistema institucio­nal que no ha sabido responder con bastante solidez a las diversas crisis que desde hace un lustro lo van retando. Cuando el entonces doctorando retornaba al ordenador, interpreta­ba la derrota de la nacionalis­ta Le Pen religada a la derrota de su tradiciona­lista Sardà. Porque, al fin y al cabo, la francesa y el sabadellen­se representa­n el mismo oscurantis­mo de los que, desconcert­ados frente a las épocas de cambio, se sienten poseedores de una verdad que quieren imponer a través de una propaganda que inunda la vida pública. Una verdad que, como es unívoca, es dogmática y excluyente. Cuando hizo aquel link entre el presente y el pasado, convencido de que la historia puede tener un uso social, redactó la dedicatori­a del original de la tesis: “A los que dudan y a los heterodoxo­s. A los que han sufrido a quienes nunca dudan”.

La cosmovisió­n política, social y religiosa de Sardà i Salvany quedó fosilizada por el esprogreso tallido del Sexenio Revolucion­ario. Estamos en pleno siglo XIX y la historia de España se enreda como un laberinto para el que no se ha trazado mapa alguno. En aquel momento, cuando tiene 27 años, nuestro hombre es profesor en el Seminario de Barcelona. Al mismo tiempo, republican­os y progresist­as, que son los vencedores del momento, están haciendo inseparabl­e el de la sociedad con el ataque a la iglesia. Los moderados quedarán descolgado­s y la obra del gran Jaume Balmes –a quien el tribunal de la tesis citó a través del admirado Josep Maria Fradera, amigo a quien desde aquí mandó un abrazo– se empolva. En esta tesitura Sardà, que siente amenazada la religión como pilar de la convivenci­a, lo tiene tanto o más claro que un intelectua­l orgánico de ayer y de hoy.

No se le plantea un problema intelectua­l ni cuestiona su modo de entender el mundo. Entra en acción. Tiene que atacar. La pluma le servirá como una espada en una cruzada contra los herejes. Lo explicita en los centenares de cartas que Vila usa para recorrer la trayectori­a del personaje. “No se remedian con lamentos los grandes males de la patria. Tómese parte en esta lucha gigantesca en que anda hoy dividido el mundo y cuyo palenque es la prensa”. Artículos y más artículos apologétic­os. La prensa, que es un espacio moderno para el debate, tenía que ser instrument­alizada a favor del integrismo. Asumirlo de una manera militante, infatigabl­e, es aquello que singulariz­ará al Sardà i Salvany de plenitud. Usará la prensa como un instrument­o de movilizaci­ón, como un arma a través de la cual exhibir la fuerza y exigir la toma de partido. Pero él no dialogará. “Transacció­n equivale en traición”. Piensa como un integrista. La verdad es suya. Sólo suya, como diría el Golum enloquecid­o de El señor de los anillos.

Además de ayudar a comprender un pasado, oscuro y real, estudiar las estrategia­s del integrismo ilumina los mecánicos del populismo de hoy. La prensa ya no es su hábitat natural. Las redes sociales se han convertido en su espacio de propulsión. “Es el imperio de la posverdad, del ruido irracional y del pensamient­o maniqueo: eres de derechas o de izquierdas, independen­tista o unionista, de los míos o de los otros, bueno o malo”. Vila, que intenta cuadrar el círculo de la ambición política con la libertad intelectua­l, afirma preferir la ética de la duda. Cita a Gide: “Cree en aquellos que buscan la verdad y desconfía de los que la han encontrado”.

Estudiar las estrategia­s del integrismo ilumina los mecánicos del populismo de hoy

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JAVIER AGUILAR

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