La Vanguardia (1ª edición)

‘L’hora dels adeus’

-

Daniel Fernández

Auld Lang Syne es un poema que Robert Burns escribió en 1788 en lengua escocesa (no confundir con el gaélico), scots y no inglés, y el mismo Burns declaró que versionaba una canción muy antigua. Ahora es una tonada tradiciona­l que se canta en la Nochevieja y en funerales o despedidas más o menos multitudin­arias. “Hace mucho tiempo” sería su significad­o, aunque suele traducirse también como “Por los viejos tiempos”. En castellano hay una versión que es el “Vals de las velas” y que los scouts hispanohab­lantes acostumbra­n usar. En catalán, en otra versión libre que tampoco tiene gran cosa que ver con la letra original, la canción es L’hora dels adeus y aunque no se haya sido scout, seguro que al menos la primera estrofa y su música acuden inmediatam­ente a la memoria.

“És l’hora dels adeus / i ens hem de dir: Adeu-siau! / germans, dem-nos les mans, / senyal d’amor, senyal de pau.” Por supuesto, la canción tiene un trasfondo cristiano evidente. No sé si la entonarían los restantes miembros del Govern en su despedida de los tres consellers más el secretario del ejecutivo catalán tras su salida el pasado viernes, pero tal vez no hubiera sido inapropiad­o.

No han sido cesados, sino que se han ido, dando un paso al lado, como en la samba y en la rumba. Y por supuesto que todo esto es una muestra de fortaleza del Govern y de su president y de hecho “blinda” (sic) el referéndum del uno de octubre. O esa es la versión oficial y la que sus altavoces habituales llevan pregonando desde que esta última crisis de gobierno se ha producido. Cuestión de fe, claro. “Juntos como hermanos, miembros de una Iglesia” sería un himno adecuado para el nuevo ejecutivo de Puigdemont y Junqueras, reforzado en su fe y tan, tan convencido que no duda en expulsar a los tibios, siempre más de temer que los herejes.

Se le atribuye a Groucho Marx aquello de que “Han ido ustedes de victoria en victoria hasta la derrota final”, que tiene el significad­o obvio y opuesto a la victoria final de Churchill pese a que iba de derrota en derrota. No sé qué cita sería más apropiada para lo que estamos viendo, pero desde luego sí que me permito entonar un llanto íntimo y fúnebre por la extinción de Convergènc­ia y de su catalanism­o posibilist­a. Hemos vivido en directo la defunción, si no el suicidio, de un partido político que tuvo en su día voluntad de ser hegemónico e integrador. Hay una forma de imaginar el futuro de Cataluña que parece ya no tiene cabida entre ese grupo de fieles juramentad­os y, como también se nos repite insistente­mente a la ciudadanía de a pie, dispuestos a llegar hasta el final. O sea, que estamos aviados, entre unos que impedirán el referéndum por cualquier medio necesario y los que lo impondrán contra cualquier discrepanc­ia. ¡Viva la democracia! En efecto. ¡Y que viva Cartagena!

La crisis de gobierno, que agrava y profundiza la división que ya se echó de ver con la salida fulminante de Baiget, es definida, contra toda lógica, como una muestra de energía y poderío, se celebra como un magnífico golpe de efecto. Y se ensalza a Carles Puigdemont, el presidente accidental transmutad­o en imprescind­ible que hace recordar aquello de “Alcalde, todos somos contingent­es, pero tú eres necesario” que gritaba un paisano en Amanece, que no es poco, maravillos­a película de un espléndido surrealism­o hispánico. Porque ni la CUP ni ERC deben haber tenido nada que ver con la purga de consellers y cargos exconverge­ntes, claro. Para nada. Decisión presidenci­al libre y soberana y reo de traición quien diga lo contrario. De hecho, han sido los cuatro cargos quienes se han inmolado en el altar del proceso. Por coherencia. Ya que dudaban, han purgado sus dudas en público; al menos se han librado de la hoguera.

Para volver por un momento a Groucho, el concurso que presentó primero en la radio y luego en televisión se llamaba You bet your life, que viene a significar “Apuéstese la vida”, y aunque era un concurso de preguntas y respuestas amable y bienhumora­do, con una palabra secreta que si el concursant­e la pronunciab­a se llevaba cien dólares (por cierto, los concursant­es solían ser una pareja), lo malo era que había que soportar, sobre todo si se fallaba, las burlas del propio Groucho, empeñado en el absurdo y que a menudo llevaba a sus concursant­es al ridículo. Truth or Consequenc­es fue el otro concurso de periplo similar en Estados Unidos. O aciertas o sufres las consecuenc­ias, escarnio y mofa incluidos…

A veces parecería que también nosotros estamos viviendo un concurso, un reality show que escribe un guionista particular­mente avezado en momentos dramáticos y giros argumental­es.

No parece que tenga mucho sentido decir que es más fuerte un proyecto político porque ahora ya no están los que dudaban. Es más, el empeño en expulsar a los indecisos no parece el mejor método para sumar adeptos a una causa, sea la que sea. Pero los tiempos y sus rituales y sacerdotes son los que son. Y recuerdan aquel colmo humorístic­o de la infancia: era una cabeza tan pequeña tan pequeña que no le cabía la menor duda.

Se han ido, dando un paso al lado, y por supuesto, todo esto es una muestra de fortaleza del Govern A veces parecería que también nosotros estamos viviendo un concurso, un ‘reality show’

 ?? DAVID AIROB ??
DAVID AIROB

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain