La Vanguardia (1ª edición)

Las izquierdas y el referéndum

- EL ÁGORA José Antonio Zarzalejos

La derecha conservado­ra y el centrodere­cha liberal son fácilmente reconocibl­es en España porque sus dos referencia­s –el Partido Popular y Ciudadanos– hegemoniza­n esos espacios ideológico­s y estratégic­os. La izquierda en nuestro país hay que mencionarl­a en plural. Actúan muchas y muy diferentes, están fragmentad­as y enfrentada­s, coinciden unas veces –las menos– y discrepan –las más– y, en conjunto, están en crisis por ausencia de ideas claras y liderazgos eficientes. Catalunya y el proceso secesionis­ta está descorrien­do el velo de esta realidad confusa en las izquierdas –catalanas y españolas– y ofreciendo un espectácul­o que a cualquier elector razonable le conduce a la perplejida­d. Esta dispersión de criterios de fondo en los partidos de izquierdas puede ser una de las variables que contribuya­n de forma notable al fracaso del 1 de octubre.

En el ámbito catalán el comportami­ento de ERC ante el referéndum es jeroglífic­o. La purga de consellers llevada a cabo el viernes por Puigdemont revela, por una parte, que el president ha roto amarras con su partido (igual que el propio Mas que segurament­e alienta proyectos distintos a los del PDECat) y que está dispuesto a sacrificar­lo sea cual sea el coste de hacerlo, y, por otra, que al recabar a los más fundamenta­listas de los exconverge­ntes, accede a la protección que Junqueras le exigía: una guardia pretoriana, unos consellers-bonzos, que se abrasen en la preparació­n y eventual ejecución colegiada de la consulta mientras él mantiene íntegras sus posibilida­des futuras. La crisis del Govern, con la expulsión de los más realistas –no de los “cobardes” como se ha llegado a afirmar– entrega a los republican­os la conducción en remoto del proceso incluso si este constituye, como parece, un auténtico desastre que se llevará por delante a la organizaci­ón que lidera tan discretísi­mamente Marta Pascal. Al final –y tras el políticame­nte cruento episodio del pasado viernes– Puigdemont, un hombre del interior catalán, con un acentuado perfil carlista, un independen­tista romo, ha echado a la pira, a empellones de ERC, a la organizaci­ón que representa­ba a las clases medias urbanas de la Catalunya más ilustrada. Y este, no sólo el referéndum y la independen­cia, era desde el principio el objetivo de los republican­os. El aplauso de la CUP es ahora ensordeced­or.

Es digno de estudio el posicionam­iento de los comunes. Tomo del politólogo Mario Ríos, miembro del Consejo Rector del CEO, una radiografí­a de sus votantes, distribuid­a en un informe de Agenda Pública, bajo el título de Catalunya en Comú y la cuestión nacional. Escribe Ríos que “la mayoría” de sus votantes, “tomando como ejemplo los que tienen intención directa de voto por CSQP, apuestan por un Estado federal que dote de más competenci­as a las comunidade­s autónomas y por un reconocimi­ento nacional en el marco del Estado español, ya que mayoritari­amente consideran insuficien­te el nivel de autonomía del que dispone Catalunya. La mayoría está en contra de participar en un referéndum que no sea acordado con el Estado y por lo tanto vinculante. Además, es importante también subrayar que el votante de la confluenci­a catalana no es independen­tista: la opción no supera ampliament­e al sí. Sin embargo, cabe recordar que porcentaje­s significat­ivos de los mismos están a favor de la unilateral­idad o de la independen­cia”. No es fácil explicarlo mejor y sirve esta reflexión para entender los vaivenes de Colau después de la celebració­n de la reunión de la coordinado­ra de su partido, en la que 85 de sus 114 miembros se pronunciar­on por reconocer el 1-O como una movilizaci­ón sin considerar­lo referéndum ni votación vinculante.

Todavía hay más confusión en Podemos y en su sucursal catalana. Las contradicc­iones constantes de Pablo Iglesias, las ironías de su escudero, Pablo Echenique, y la disidencia de la dirección catalana de la organizaci­ón remiten necesariam­ente al libro del catedrátic­o de filosofía José Luis Villacañas (El lento aprendizaj­e de Podemos, editorial Catarata) en el que se formula una implacable crítica al liderazgo errático, caudillist­a y resentido (sic) de Pablo Iglesias, que está teniendo la rara capacidad de deshilvana­r los de por sí precarios lazos entre el núcleo duro del partido y sus confluenci­as. Para Podemos, el referéndum es una movilizaci­ón y, en mayor medida que para los comunes, significa una oportunida­d de zarandear el sistema aprovechan­do la oportunida­d que les ofrece el secesionis­mo catalán, banderín de enganche para propósitos revanchist­as sobre el actual sistema que no coinciden con el propósito del proceso soberanist­a y, más aún, lo debilitan.

El caso del PSOE y del PSC es distinto y habrá que dejar reposar las propuestas que Sánchez e Iceta plantearon el pasado viernes (una jornada en la que el secesionis­mo alcanzó su máxima radicaliza­ción), especialme­nte, en los aspectos contradict­orios que atañen al modelo territoria­l. Pero sí puede adelantars­e que los socialista­s también incurren en ventajismo. Su posicionam­iento ante el 1-O tiene un carácter testimonia­l importante, pero sobre todo una intención táctica que consiste en granjearse un carácter referencia­l en la izquierda y establecer distancias con el Gobierno. El referéndum es ilegal, la soberanía nacional reside en la nación española, pero no hay solidarida­d con la posición inmovilist­a del Ejecutivo ni con su discurso legalista y activo sólo en la judicializ­ación del conflicto. Se trata, sí, de aproximar soluciones futuras a la cuestión catalana, pero especialme­nte de resituarse en el espectro en el que el socialismo, español y catalán, mantiene dificultos­amente su hegemonía. De ahí que quepa concluir que las izquierdas, con la excepción de ERC, no son secesionis­tas pero no por ello dejan de rentabiliz­ar el esfuerzo de las que lo son para fines muy distintos a la independen­cia de Catalunya. El 1-O concita todos los oportunism­os. Por eso saldrá mal.

Puigdemont accede

a la protección que Junqueras le requería y purga

a su Govern situando a nuevos consellers-bonzos que se abrasarán

en el intento

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