“Creo en el poder de cambiar las cosas”
En agosto esta arquitecta viajará a Nepal para trabajar durante cuatro meses como voluntaria
Lo consiguió. Quería estudiar un año en Brasil y pudo hacer el último curso de arquitectura en la Universidad Federal do Rio de Janeiro. Cuando apenas llevaba ahí dos semanas, conoció a la gente de Teto, una oenegé que cada cuatro meses reúne a equipos de doce voluntarios y dedican un fin de semana a construir viviendas para familias que viven en favelas. “Vi el impacto que tenía algo que hacíamos en dos días... ¡Aquello me abrió los ojos!”, afirma Marta Guilera.
Y con los ojos bien abiertos Marta regresó a Barcelona. Acabó quinto curso de Arquitectura en la UPC y reemprendió los estudios de Bellas Artes (que dejó en tercero al irse a Brasil) y, por primera vez, buscó información sobre programas de voluntariado para ver en cuál podía participar. “Aquí los proyectos de cooperación no son tan visibles, tuve que irme a Brasil para cuestionarme qué era para mí la arquitectura, ver que como arquitectos podemos cambiar muchas cosas y que en el mundo se viven realidades muy distintas de las que nos enseñan en nuestra universidad”, dice.
El Centre de Cooperació i Desenvolupament (CCD) de la UPC y Base-A (el grupo de Coordinación Técnica y de Cooperantes Voluntarios) le pusieron encima la mesa varios programas: dos en Senegal (construir una granja autónoma o una biblioteca), uno en India (un orfanato) y otro en Nepal para reparar y construir casas a raíz del terremoto de 2015.
No tenía ninguna preferencia, ni de país ni de proyecto, y finalmente se decidió por el Programa Awasuka, impulsado desde julio del 2015 por Base-A (que aporta experiencia en arquitectura y cooperación), el CCDUPC (apoyo logístico para los cooperantes y de un asesor) y Amics del Nepal, que asume la coordinación general del programa.
Awasuka cuenta con una contraparte en Nepal, la Cooperativa Agrícola Agragaami, que facilita créditos a sus socios para que puedan arreglar o construirse una casa y además reciben, por parte de los voluntarios de Awasuka, formación para hacerlo. El programa consta de tres fases: en la primera se hizo un estudio sobre el terreno de las necesidades y luego, el equipo de coordinadores y arquitectos voluntarios han trabajado en el diseño de prototipos. “Evidentemente se han tenido en cuenta y se han estudiado los materiales locales, la construcción tradicional y se han introducido mejoras para que las casas sean más resistentes a los terremotos”, explica Marta.
La participación en este programa implica para los voluntarios cuatro meses de trabajo en Barcelona (dos tardes a la semana), cuatro meses de trabajo sobre el terreno en Nepal y otros cuatro cuando regresan: “Prefiero hacer esto que irme de vacaciones, creo de verdad en el poder de cambiar las cosas “.
Estudiante inquieta, de pequeña hizo danza, se fue de colonias todos los veranos... Habla inglés, alemán francés... “Mis padres siempre me han apoyado, han dejado que busque mi camino y me han animado a intentar ser la mejor en lo que me guste”, explica. Su madre, dentista, también ha sido voluntaria dos veranos con la Fundación Vicente Ferrer y otro en un campo de refugiados de Grecia.
“Ahora no me veo en un despacho convencional...”, dice. Esta semana ha presentado el proyecto de final de carrera con una propuesta de rehabilitación en Sant Roc, que tiene en cuenta las necesidades sociales del barrio. Y antes de irse, hará un seminario de Arquitectes per l’Arquitectura. Su idea es seguir trabajando como voluntaria: “parece que para hacer cooperación haya que irse lejos, cuando aquí también podrían hacerse muchas cosas”.