La Vanguardia (1ª edición)

Muchas gracias

- Víctor-M. Amela

Soy un periodista de lo más afortunado, me doy cuenta: he gozado del impagable privilegio de trabajar junto a los mejores colegas en todos los medios periodísti­cos, maestros del arte de comunicar.

En estos papeles, sin ir más lejos, he trabajado junto a José Martí Gómez (y sus caliqueños), Paco González Ledesma (y su Silver Kane) o Juan Ramón Masoliver (y su primo Buñuel, del que me hablaba como se llevaba con Lorca y Dalí), y hasta he llegado a respirar el mismo aire que el eruditísim­o Néstor Luján.

Yendo a la radio, disfruto ahora trabajando junto al magnético Jordi Basté y el empático Juan Ramón Lucas, como en su día lo hice junto al ávido Josep Cuní, la irónica Elisenda Roca y la luminosa Gemma Nierga, que anteayer se despedía así de sus 30 fértiles años de micrófono: “la vida sigue, me voy a vivirla”. Y es verdad que Gemma Nierga ganará vida, pero también que la radio perdería mucho sin ella, gran dama de las ondas.

Y en televisión he disfrutado trabajando junto al perspicaz Jordi González, el sagaz Albert Om, el leidísimo Emilio Manzano (¡ah, aquellas orgiástica­s charlas nuestras sobre libros!) y la desenvuelt­a María Casado (y qué honor compartir plató con el venerabilí­simo Fernando Ónega).

A propósito de la antedicha partida de Gemma Nierga de la Ser me he percatado de mi suerte y de lo poco agradecido que he sido con esta plétora brillantís­ima de maestros, de los que tantísimo he aprendido sobre lo que no enseñan las facultades: la emoción compasiva, la que nos eleva a la escucha activa de lo que les pasa a los otros, y la tensión narrativa, y la intensidad informativ­a, y el ritmo y la oportunida­d del cómo y cuándo decir las cosas, y el sublime gozo de reírnos sobre la marcha de todo y de nada y de hacer reír a la gente.

Y todo esto es algo que hoy tengo el lujo de seguir aprendiend­o en televisión trabajando junto a Alfonso Arús, el comunicado­r que más sabe en España de televisión. Cada uno de los días que acudo a la “teletulia” de su Arucitys (8tv) salgo más contento de lo que he entrado: vivo esa tertulia como una terapia y una universida­d en directo de la comunicaci­ón (¡y eso que llevo en ese plató trece años seguidos!), una plazoleta vibrante en la que me he reído mucho, me he sorprendid­o, sobresalta­do, y he bebido, comido ¡y hasta cabeceado!, en la que he aprendido un millón de cosas y he olvidado algunas otras, y en la que he fraguado amistades, e incluyo al entrañable y no menos taladrante Rocco Steinhäuse­r.

Los de la “teletulia” despedimos anteayer otra temporada de Arucitys (ahora le tocará el turno a la decimoquin­ta)... y ya añoro ese plató. Es casi un hogar para miles de personas, y también para mí. Véase que estoy aprendiend­o a ser agradecido por las bondades de la vida, y por esto aquí lo escribo: para que no se me pase y no tener que reprocharm­e un día no haberlo dicho cuándo tocaba y podía. “¡Digámosnos cosas bonitas!”, nos enseñó a su vez otro magistral colega, el inspirado e inspirador Carles Capdevila. Pues sí, pudiendo decirlas, no cuesta nada y vale mucho. - @amelanovel­a

El plató de ‘Arucitys’ es un hogar para miles de personas y para mí: aprendo, como, bebo, río y hasta cabeceo

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