Muchas gracias
Soy un periodista de lo más afortunado, me doy cuenta: he gozado del impagable privilegio de trabajar junto a los mejores colegas en todos los medios periodísticos, maestros del arte de comunicar.
En estos papeles, sin ir más lejos, he trabajado junto a José Martí Gómez (y sus caliqueños), Paco González Ledesma (y su Silver Kane) o Juan Ramón Masoliver (y su primo Buñuel, del que me hablaba como se llevaba con Lorca y Dalí), y hasta he llegado a respirar el mismo aire que el eruditísimo Néstor Luján.
Yendo a la radio, disfruto ahora trabajando junto al magnético Jordi Basté y el empático Juan Ramón Lucas, como en su día lo hice junto al ávido Josep Cuní, la irónica Elisenda Roca y la luminosa Gemma Nierga, que anteayer se despedía así de sus 30 fértiles años de micrófono: “la vida sigue, me voy a vivirla”. Y es verdad que Gemma Nierga ganará vida, pero también que la radio perdería mucho sin ella, gran dama de las ondas.
Y en televisión he disfrutado trabajando junto al perspicaz Jordi González, el sagaz Albert Om, el leidísimo Emilio Manzano (¡ah, aquellas orgiásticas charlas nuestras sobre libros!) y la desenvuelta María Casado (y qué honor compartir plató con el venerabilísimo Fernando Ónega).
A propósito de la antedicha partida de Gemma Nierga de la Ser me he percatado de mi suerte y de lo poco agradecido que he sido con esta plétora brillantísima de maestros, de los que tantísimo he aprendido sobre lo que no enseñan las facultades: la emoción compasiva, la que nos eleva a la escucha activa de lo que les pasa a los otros, y la tensión narrativa, y la intensidad informativa, y el ritmo y la oportunidad del cómo y cuándo decir las cosas, y el sublime gozo de reírnos sobre la marcha de todo y de nada y de hacer reír a la gente.
Y todo esto es algo que hoy tengo el lujo de seguir aprendiendo en televisión trabajando junto a Alfonso Arús, el comunicador que más sabe en España de televisión. Cada uno de los días que acudo a la “teletulia” de su Arucitys (8tv) salgo más contento de lo que he entrado: vivo esa tertulia como una terapia y una universidad en directo de la comunicación (¡y eso que llevo en ese plató trece años seguidos!), una plazoleta vibrante en la que me he reído mucho, me he sorprendido, sobresaltado, y he bebido, comido ¡y hasta cabeceado!, en la que he aprendido un millón de cosas y he olvidado algunas otras, y en la que he fraguado amistades, e incluyo al entrañable y no menos taladrante Rocco Steinhäuser.
Los de la “teletulia” despedimos anteayer otra temporada de Arucitys (ahora le tocará el turno a la decimoquinta)... y ya añoro ese plató. Es casi un hogar para miles de personas, y también para mí. Véase que estoy aprendiendo a ser agradecido por las bondades de la vida, y por esto aquí lo escribo: para que no se me pase y no tener que reprocharme un día no haberlo dicho cuándo tocaba y podía. “¡Digámosnos cosas bonitas!”, nos enseñó a su vez otro magistral colega, el inspirado e inspirador Carles Capdevila. Pues sí, pudiendo decirlas, no cuesta nada y vale mucho. - @amelanovela
El plató de ‘Arucitys’ es un hogar para miles de personas y para mí: aprendo, como, bebo, río y hasta cabeceo