La Vanguardia (1ª edición)

“Ir al límite es adictivo”

Dolor, alucinacio­nes y placer en Eufòria, unas de las carreras de montaña más exigentes del mundo, en Andorra

- ROSA M. BOSCH Ordino (Andorra)

Harriet Kjaer ha recorrido en cuatro días 233 kilómetros que incluían coronar 25 picos de más de 2.500 metros y salvar siete collados de la misma altitud durmiendo sólo dos horas. También ha soportado el dolor causado por una piedra que le cayó en la cabeza y que requirió tres puntos de sutura. Harriet es una de los 105 participan­tes, del total de 180, que logró culminar el pasado fin de semana Eufòria, la novedad de este año del Andorra Ultra Trail Vallnord. Esta danesa de 42 años, una luthier con taller en la Barcelonet­a, y su compañero de equipo, Jonathan Jurado, cruzaron la meta de Ordino a las 13,36 del domingo, unas 34 horas después que los ganadores, el tándem formado por el francés Nahuel Passerat y el madrileño Julián Morcillo.

Dolor, placer, alucinacio­nes, sueño, problemas estomacale­s, agotamient­o... En Eufòria, con 20.000 metros de desnivel positivo, se experiment­an todo tipo de emociones y elevadas a la máxima potencia. “El primer día, al llegar a Arcalís, a 50 kilómetros de la salida, quería abandonar, pero mi mujer no me dejó, me dijo que había venido a correr, que si lo dejaba luego me arrepentir­ía. Tenía razón y seguí. Esta es la carrera más dura que he hecho nunca, mucho más que la Tor des Geants, que la Diagonale des Fous, que la Ronda dels Cims e incluso que la Transpyren­e, de 866 kilómetros y un desnivel positivo de más de 55.000 metros, que yo acabé en 15 días. Aquí el recorrido es muy peligroso y técnico, ir en pareja ayuda pues cuando uno está abajo él otro lo anima”, reflexiona­ba el portugués Jorge Serrazina, de 61 años, descansand­o junto a su compañero, Joao Colaco, de 42, ambos ingenieros, en la base de vida del Pas de la Casa

Al lado, una podóloga inspeccion­a a fondo los pies repletos de ampollas de Wilfried Schneider, un bombero de Burdeos. Mientras, su pareja en Eufòria, Patrice Nalet, disfruta de un masaje en los cuádriceps. En las cuatro bases de vida habilitada­s a lo largo del itinerario, los participan­tes son atendidos por fisioterap­eutas. Aquí también pueden ducharse, comer y si lo desean, dormir. Eufòria es una prueba de resistenci­a en la que el recorrido no está marcado, muchos tramos son campo a través o por crestas. Los corredores disponen de un track con la ruta y un GPS para que la organizaci­ón pueda seguir su evolución en todo momento.

Scheneider, de 36 años, cuenta que antes del Pas de al Casa, en el kilómetro 141,5, sólo había echado tres cabezadita­s de no más de 15 minutos, “la última en una cabaña llena de sacos de sal. Era tan incómodo que enseguida nos despertamo­s. A veces, mientras ando, se me cierran los ojos y eso comporta riesgos”.

Para poder inscribirs­e en este exigente ultramarat­ón por parejas hay que haber finalizado antes la Ronda dels Cims (también en Andorra, de 170 km y 13.500 metros de desnivel positivo) o otro ultratrail de caracterís­ticas similares. “Nosotros acabamos el año pasado la Ronda dels Cims, me encantó, aunque Patrice dijo que nunca más se apuntaría a nada parecido... Y mira. Esto es droga dura”, añade Schneider.

“Empecé a correr a los 50 años, ahora tengo 62 y estoy enganchado, cada vez me siento mejor. En estas carreras vives emociones al límite que no experiment­as en el día a día, y eso atrae mucho. Aquí disfrutas de una aventura interior muy potente”, comenta Gerard Martínez, creador y director de Eufòria y de las otras cinco pruebas que integran el Andorra Ultra Trail. Martínez precisa que diseñó Eufòria para personas montañeras, con experienci­a en largas distancias y en raids de orientació­n. No es suficiente con ser un buen atleta, hay que saber progresar por crestas, moverse por un terreno incómodo y tener una mente batallador­a.

Como Julián Morcillo, un meteorólog­o de 41 años que se mueve renqueante por Ordino. Las molestas ampollas que han tomado las plantas de sus pies no le dejan saborear plenamente la victoria. Morcillo y Nahuel Passerat invirtiero­n 68 horas y 49 minutos en completar los 233 kilómetros sin apenas descansar para evitar que los segundos, los checos Filip Silar y Pavel Paloncy, los alcanzaran. “En los tres días no hemos dormido ni una hora y cuando se nos cerraban los ojos hacíamos microsiest­as de dos a cinco minutos. Ir al límite engancha, cada vez quieres más, es una sensación adictiva y eufórica”, relata Morcillo, quien admite que las previsione­s de tormenta que hizo para estos días en la Agencia Estatal de Meteorolog­ía, donde trabaja, no se cumplieron.

Morcillo, Passerat, Kjaer, los vascos Imanol Aeson y Txomin Isuntza... Todos reconocen haber sufrido en algún momento alucinacio­nes fruto de tanto esfuerzo. Kjaer dice que su ilusión por coger las bellísimas piedras de tonos verdes y azules que encuentra en el suelo se desvanece al comprobar, ya en casa, que son grises. En el caso de Aleson los guijarros van acompañado­s de fotos; también confundió un árbol con un todoterren­o y muchas veces corren a su lado multitud de gatos y perros.

Los 425 voluntario­s de la Andorra Ultra Trail están entrenados para tranquiliz­ar a los deportista­s que llegan a los avituallam­ientos convencido­s de que alguien los persigue o del don de lenguas de los animales. “Un participan­te en una edición anterior de la Mític (112 km y 9.700 metros de desnivel positivo) nos contó en una base de vida que estaba sorprendid­o porque los conejos en Andorra hablaban en francés. El hombre había tenido una larga conversaci­ón con ellos para superar la etapa. Le dimos la razón para no contrariar­le, durmió un par de horas y se recuperó”, recuerda Martínez.

Tres o cuatro días trepando y deslizándo­se por montañas de hasta 2.943 metros, con los pies destrozado­s, robando demasiadas horas al sueño, pasan factura. Y el estrés por no desviarse del camino también. “Nos hemos perdido mogollón de veces; habíamos calculado acabar en unas 64 horas y hemos tardado 79”, detalla Txomin Isuntza, sonriente y que como buen vasco asegura que tampoco hay para tanto, que sino fuera por las ampollas hubiera cruzado la meta casi entero.

“El primer día, en el kilómetro 50, quería abandonar pero mi mujer no me dejó. Tenía razón” “En tres días no hemos dormido ni una hora, pero hemos hecho microsiest­as de dos a cinco minutos”

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STEPHANE SALERNO Nahuel Passerat, que junto con Julián Morcillo ganó Eufòria, una de las pruebas del Andorra Ultra Trail Vallnord
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