Beata Szydlo
PRIMERA MINISTRA DE POLONIA
El Gobierno que dirige Beata Szydlo (54) prosigue su inquietante deriva autoritaria, con tres leyes que laminan la independencia judicial. Pese a las protestas en la calle y las advertencias de la UE, Szydlo insiste en que no dará marcha atrás.
Por cuarto día consecutivo cientos de miles de polacos en Varsovia y decenas de otras ciudades protestaron ayer contra lo que parece la puntilla que el régimen nacionalista pretende dar a la democracia liberal y el Estado de derecho. El Gobierno desafía las protestas internas y rechaza las críticas y advertencias de posibles sanciones de la Unión Europea, y parece embarcado en un tren con destino a lo que parece un régimen autócrata.
El Parlamento, convertido en una fortaleza defendida contra decenas de miles de manifestantes con barreras de hierro y efectivos de la policía en número jamás visto en 28 años de democracia, fue accionado por el partido nacionalista Ley y Justicia (PiS) para aprobar, como una apisonadora legislativa dada su mayoría en ambas cámaras, un paquete de tres leyes que pretenden purgar los tribunales y someter el poder judicial al control del Gobierno.
La sorpresa surgió a última hora de la tarde, cuando el senador del PiS Aleksander Bobko presentó cinco enmiendas, una de ellas sobre el fin del mandato de los actuales magistrados del Tribunal Supremo, lo que alargó el debate.
La toma del poder judicial por el partido mayoritario fue precedida por una campaña propagandística en la que el Gobierno pretendía desprestigiar a los jueces como una “casta privilegiada de hombres superiores, a quienes tenemos que meter en cintura”, según afirmaba uno de sus ministros, así como clamaba que su meta última era “devolver los tribunales a la nación”.
El Gobierno ha presentado su asalto al poder judicial como una supuesta “erradicación del último reducto del poscomunismo” sin importarle que la edad media de los 11.000 jueces polacos sea hoy de 39 años; es decir, que la gran mayoría vivieron la adolescencia y la vida adulta, incluida su época de formación, en democracia.
La jefa del Gobierno, Beata Szydlo, declaró el jueves que el régimen desoiría críticas y recomendaciones, vinieran de donde vinieran. “No cederemos a las presiones. No nos dejaremos intimidar por defensores internos y extranjeros de los intereses de las élites y acabaremos aplicando la reforma judicial”, dijo, mientras decenas de miles de personas atestaban las calles adyacentes a la sede del Parlamento, el palacio presidencial y la sede del Tribunal Supremo.
La Comisión Europea y otras instancias de la UE habían expresado su preocupación por la deriva autoritaria del Gobierno y le invitaban a rectificar. Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisión, llegó a insinuar que Polonia podría afrontar sanciones, incluida la suspensión de su derecho de voto en la UE.
Portavoces del régimen repetían una u otra vez que la llamada reforma judicial, y las anteriores medidas igualmente criticadas por la UE, como la paralización del Tribunal Constitucional, eran una prerrogativa exclusiva de Polonia en la que la UE no podía inmiscuirse.
Sin embargo, para el Gobierno polaco, que no oculta su preferencia por la alianza con Estados Unidos y en especial con el presidente Donald Trump frente a su incómoda presencia en la UE, debió de caer como un jarro de agua fría la advertencia del Departamento de Estado lanzada este jueves.
“Estamos preocupados por el continuo esfuerzo del Gobierno polaco por instaurar leyes que limitan la independencia de los tribunales y debilitan el imperio de la ley. Una democracia sana y fuerte es una parte inseparable de las relaciones polaco-estadounidenses”, según declaró la
El Ejecutivo despliega más policías que nunca en 28 años de democracia EE.UU. , como antes la UE, alerta contra las leyes que limitan la independencia judicial
CONTRA LOS MANIFESTANTES
EL ALIADO FAVORITO
portavoz Heather Nauert.
Para la oposición interna y los manifestantes en las calles, los funcionarios del régimen no tenían más que insultos. Uno de los ministros calificó a quienes se oponen a los planes del Gobierno de “comunistas, agentes de la seguridad comunista y traidores”, mientras que el informativo de la televisión pública los llamaba “defensores de pedófilos”.
Durante la sesión del Senado, en la que se rechazaron enmiendas de la oposición sin debate y en bloque, Jan Rulewski, antiguo dirigente anticomunista del sindicato Solidarnosc, vestido con traje y gorra carcelarios y empuñando un vaso de latón, protestaba inútilmente: “Polonia está convirtiéndose paso a paso, pero sistemáticamente, en un penal”.
Antes, durante el extremadamente acalorado pero igualmente fingido debate en la Cámara de Diputados, ocurrió un incidente que estremeció a la opinión pública y encendió las redes sociales. El líder de Ley y Justicia, Jaroslaw Kaczynski, tras oír una crítica a su conducta contraria a la actitud siempre respetuosa con la democracia y el Estado de derecho de su difunto hermano mellizo, Lech –presidente entre los años 2005 y 2010 y muerto junto con otras 95 personas en un accidente aéreo cerca de la ciudad rusa de Smolensk–, saltó a la tribuna con un rostro alterado por la furia y el odio para espetar a las bancadas opositoras palabras nunca oídas en el Parlamento en democracia: “¡A ver si dejáis de limpiaros los hocicos traidores con el nombre de mi hermano, a quien asesinasteis! ¡Todos sois canallas! ¡Todos debéis ir a la trena!”.
Millones de polacos pudieron ver lo que muchos sospechaban: que el más profundo móvil de Jaroslaw Kaczynski, además de su evidente pretensión autoritaria, es su afán de venganza personal contra el anterior gobierno liberal, al que desde hace siete años acusa sin cesar, y sin asomo de prueba alguna, de haber perpetrado un atentado terrorista contra el avión del gobierno con el fin de acabar con la vida de su hermano.
Ayer por la noche, de nuevo cientos de miles de polacos salieron a la calle en defensa de los tribunales y para exigir que el presidente de la república vete el paquete judicial que surja del Parlamento. El presidente, Andrzej Duda, hasta ahora infalible notario que ha ratificado todo lo que le presentaba el Gobierno nacionalista, se ha convertido así en la última esperanza de los demócratas polacos.