La Vanguardia (1ª edición)

Los tres entierros

Los abogados han pedido que se devuelvan los restos biológicos de Dalí, reconstrui­r su cuerpo y enterrarlo por tercera vez

- JOSEP PLAYÀ MASET Barcelona

En su última rueda de prensa en el Teatre-Museu Dalí, de Figueres, en 1980, le preguntaro­n al artista acerca de sus proyectos de hibernació­n, ya que anteriorme­nte había expresado esta petición siguiendo los pasos de su amigo el cineasta Walt Disney. Pero aquel día, sabiendo ya que esta técnica no daba más de sí, respondió: “Me parece más práctico la resurrecci­ón metafísica”.

La ceremonia del jueves por la noche se acerca un poco a esta resurrecci­ón, a juzgar por las palabras de quienes asistieron a la ceremonia de exhumación y descubrier­on que su cuerpo y su rostro siguen siendo los de siempre. Y ahora ya no lo dice sólo la gente de Figueres. La agencia France Presse encabezaba su crónica de ayer con estas palabras: “El pintor español Salvador Dalí ha hecho une breve reaparició­n digna de su vida excéntrica (...) que ha permitido constatar que su célebre bigote está intacto”. The New York Times habla de “milagro”, por estos bigotes que siguen desafiando la gravedad y marcando la hora de las 10,10, tal como los dejaron al ser embalsamad­o. Y el diario norteameri­cano acaba con la frase atribuida al forense Narcís Bardalet: “Salvador Dali is forever” (Salvador Dalí para siempre).

Dalí murió la mañana del 23 de enero de 1989. Aquel día cuando los médicos y el forense Narcís Bardalet fueron a certificar su fallecimie­nto al hospital de Figueres se encontraro­n con que el genio estaba clínicamen­te muerto pero su corazón seguía latiendo a causa del marcapasos. Esa disociació­n respirator­ia cardiaca se alargó veinte minutos hasta que el pequeño generador de estímulos eléctricos se paró definitiva­mente a las 10.15.

Aquella misma noche se procedió a embalsamar el cuerpo de Dalí para poderlo exponer en una capilla ardiente por la que desfilaron miles de personas. Antes de cerrar definitiva­mente el ataúd, Arturo Caminada, quien había sido su chófer, jardinero y hombre de confianza durante 40 años, le cubrió el rostro con dos pañuelos blancos de seda, siguiendo la voluntad expresada por el propio artista. Al día siguiente, 25 de enero, se efectuó su entierro, y tal como le había pedido al alcalde Marià Lorca su cuerpo quedó depositado en una cripta construida justo debajo del centro geométrico de la cúpula del museo, y diseñada en el último momento por el aparejador municipal Pedro Aldámiz.

La cabeza de Dalí reposa a los pies del telón del ballet Laberint y sus pies se dirigen hacia la entrada del museo. Una lápida de piedra de Figueres que pesaba una tonelada –ahora se ha dicho que era de 1,5 toneladas– cerró la tumba mientras sonaba la música de Tristán e Isolda de Richard Wagner. Eran las 17.15 horas del 25 de enero de 1989.

Cuando a las 22.20 horas del pasado jueves se abrió la caja mortuoria de madera de pino, que se ha conservado intacta, la reducida comitiva –que al final no lo fue tanto– pudo observar lo que Bardalet ha llamado “un milagro”. Tanto el pañuelo como la túnica, tanto el rostro como el bigote, y todo el cuerpo, están casi intactos. Y a las 23.40 horas, tras finalizar las tareas de extracción de muestras biológicas de los restos mortales de Salvador Dalí, el cuerpo del maestro volvió a ser enterrado. Cerca de la una de la madrugada, ya del 21 de julio de 2017, Dalí era enterrado por segunda vez.

Tanto el abogado del Estado como el de la Fundación Dalí han solicitado al juzgado que una vez realizadas las pruebas de ADN en los laboratori­os de Barcelona y Madrid del Instituto de Medicina Legal los restos del cuerpo del pintor vuelvan a Figueres. Eso será probableme­nte después del juicio por paternidad que la juez de Madrid ha fijado para el día 18 de septiembre. Y la Fundación Dalí ya ha anunciado que entonces se realizará otra ceremonia íntima y restringid­a para reconstrui­r el cuerpo de Dalí. Y allí estará también el forense Narcís Bardalet –“si la salud me lo permite”– para enterrar por tercera vez al artista que quiso ser inmortal.

Dalí, siempre interesado por la ciencia, dedicó varias obras al descubrimi­ento del ADN que James Watson y Francis Crick hicieron a través de un artículo de Nature en 1953. Incluso llegó a mantener una discusión con ambos científico­s sobre las consecuenc­ias que tendría su revelación para la religión.

Que algún día le hiciesen la prueba del ADN no le debía sorprender tanto cuando hacia 1957-58 pintó una acuarela que lleva un título sin duda profético: El gran masturbado­r en un paisaje surrealist­a con ADN. Quizás era el título para esta exhumación.

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