Un jazzman al frente de la cultura
Sentado bajo la cúpula hexagonal de la Nova Jazz Cava, el local de Terrassa donde durante años tocó el saxo soprano con su grupo, Lluís Puig habla de sus primeros días al frente del Departament de Cultura de la Generalitat. La relación del nuevo conseller con la música es de largo recorrido y asegura que es la afición con la que se relaja. Será una estrategia útil de desahogo en estos tiempos de tensión política.
Puig (Terrassa, 1959) toca el saxo, pero ahora no en locales de jazz, que ya solo frecuenta como público, sino en la Banda de Matadepera. “Una vez por semana me escapo a los ensayos, pero ya veo que ahora me echarán por inasistencia”, bromea, por cómo ha cambiado su agenda. Además de estudiar música también se formó en danza. Empezó de niño con las sardanas. Se ríe cuando lee que es el “conseller sardanista”, como se le ha calificado en algún artículo de prensa. “Bailé en una colla dos años, de los 14 a los 16. Ha bailado más sardanas en público Santi Vila (su predecesor) en un año y medio que yo en toda mi vida, pero si tengo que pasar así a la historia ¡no tengo inconveniente!”, se ríe.
También formó parte de diversos esbarts dansaires y de ahí pasó a estudiar baile en serio, con 20 años, en el estudio Anna Maleras, donde aprendió danza contemporánea y jazz; flamenco, con la formación de José de Udaeta y escuela bolera con los hermanos Pericet. Hasta impartió clases de danza jazz de forma profesional en Terrassa.
Así es el conseller de Cultura: una caja de sorpresas. Con ese aire que tiene de profesor, resulta que todo lo anterior lo compaginó durante diez años con su empleo de bombero en Barcelona. Antes había trabajado como bombero forestal en Terrassa. No es que tuviera una vocación especial. De hecho, se presentó a las pruebas siguiendo la iniciativa de sus amigos. Pero le cogieron y el horario especial de los profesionales de los cuerpos de salvamento le permitía dedicarse a la cultura sin sufrir por el sueldo. “Siempre me he rebelado contra la creencia de que hay que especializarse. De joven me decían que no podía dedicarme a muchas cosas, pero me planté, era un inconformista”, asegura.
Ha tocado tantas teclas que hizo los estudios de delineante mecánico, aunque nunca ha trabajado en nada relacionado con esta formación. También se interesó por la producción audiovisual y estudió tanto en los Escolapios de Sarrià como en el centro Escac. Le fue de gran utilidad en sus trabajos de grabación sonora, durante el tiempo que se dedicó a hacer investigación etnológica sobre la danza. Iba por el territorio, del Pallars a la Alta Ribagorça, haciendo trabajos de campo. En esa época también publicó algunos libros relacionados con sus investigaciones sobre danzas. Y más adelante empezó a estudiar Humanidades en la Universitat Oberta de Catalunya, aunque no pudo acabar la carrera. “Lo retomaré cuando tenga un poco más de tiempo, no será para dedicarme, pero quiero hacerlo”, asegura.
En los primeros años, su relación con las distintas actividades culturales discurrió al margen de la ad- ministración pública, pero en 1991 colgó el casco de bombero para entrar a trabajar como técnico en el Departament de Cultura, donde estuvo otros diez años. Luego montó una empresa de gestión cultural en Terrassa, Vèrtex Empresarial de Serveis Culturals, que durante unos años compaginó con la dirección del Mercat de Música de Vic. Y en el 2011, Ferran Mascarell, entonces conseller de Cultura, lo fichó como director general de Cultura Popular. Fue su estreno en el Govern y el cargo que ocupaba hasta hace dos semanas, cuando el cese del conseller Jordi Baiget por sus dudas sobre el referéndum de independencia desencadenó una serie de cambios en el Consell Executiu: el conseller Santi Vila cogió las riendas del Departament d’Empresa y Puigdemont pensó en Lluís Puig para sucederle en la gestión de la cultura catalana.
“El president me preguntó si sabía dónde me metía y si tenía dudas sobre el referéndum. En treinta segundos me posicioné”, explica Puig. Ya había hecho la reflexión tres meses antes. En abril, Puigdemont convocó en un acto solemne en el Pati dels Tarongers del Palau de la Generalitat al Govern en pleno, más de un centenar de altos cargos, incluidos los directores generales, para firmar un documento de compromiso con el referéndum. “Internamente, aquella escenificación me hizo reflexionar sobre mi implicación en el proceso soberanista. No me provocó ningún conflicto”, asegura. “Cojo el relevo con todas las consecuencias”, escribió en su cuenta de Twitter, cuando fue nombrado conseller.
Nunca había militado en Convergència ni en ninguna otra formación política, pero hace unos meses decidió afiliarse al Partit Demòcrata. “Toda mi vida he trabajado para concejales de diversos partidos y siempre había hecho gala de mi independencia, pero pensé que si me mantenía al margen luego no tenía ningún derecho a quejarme si pensaba que las cosas no se habían hecho bien”, explica. En el partido, se ha hecho cargo de la sectorial de Cultura. De hecho, su elección como conseller se interpreta también como un gesto de Puigdemont hacia el PDECat, a cuya dirección había irritado con el cese fulminante de Baiget, considerado uno de los principales activos convergentes en el Govern.
El nuevo inquilino del Palau Marc, sede del Departament de Cultura, en la Rambla de Barcelona, asegura que lo que más le gusta hacer en su tiempo libre es andar. A poder ser por la montaña. “Me encanta caminar y ver ríos, puentes, ermitas, pueblos. De niño había sido escultista. Para mí ir de vacaciones es, por las mañanas, caminar. Y me gusta mucho más la montaña que la playa, por razones climatológicas, mejor el fresco que el sol”.
Lleva 35 años casado con la misma mujer, una psicopedagoga que se dedica a la inserción laboral. Y se confiesa un enamorado de Italia. “Desde Sicilia a los valles occitanos del norte me siento muy a gusto, con el trato, la gastronomía, la fiesta, la música y tengo ahí muchas amistades”, asegura.
El próximo proyecto sobre su mesa es la reunión con la Associació de Dones Cineastes, que ha criticado su plan de favorecer en materia presupuestaria a las mujeres que hacen cine. “No lo entiendo, siempre he creído en la paridad y lo he llevado a cabo en mis equipos. Espero que podamos ponernos de acuerdo”, asegura.