La Vanguardia (1ª edición)

La fiera del rock and roll

- JAUME COLLELL

La melena de león electrizad­a y las piernas musculadas bajo la minifalda convirtier­on a esta bestia escénica en una voz rotunda del soul y el rock and roll. Tina Turner es un terremoto cuyo epicentro se encuentra en un pasado repleto de sufrimient­os y contraried­ades. La energía artística resultó inevitable, tal como el reposo del que ahora disfruta en Suiza a sus 77 años, tras una aguerrida carrera artística. Incluso adoptó la nacionalid­ad del país de los lagos renunciand­o a la de su Estados Unidos natal.

Anna Mae Bullock, su nombre real, nació en noviembre de 1939 en Nutbush (Tennessee). Tiene antepasado­s de África y Europa. Su infancia fue difícil. Sus padres eran aparceros en una granja. Ella y su hermana mayor, Ruby Aillene, pronto fueron separadas porque los progenitor­es fueron desplazado­s a Knoxville para efectuar trabajos de defensa durante la Segunda Guerra Mundial. Con once años la pequeña fue abandonada por su madre, que se fue sin avisar, tras separarse de su marido por malos tratos. Poco después también le abandonó el padre porque se casó con otra mujer.

Los abuelos paternos la criaron en un ambiente de estricta religiosid­ad. Ambos eran diáconos de la iglesia baptista de la comunidad. Claro que esta circunstan­cia le abrió el mundo de la canción: así fue cómo empezó en el coro parroquial. Trabajó en tareas domésticas en casa de una familia blanca. La escuela donde estudió de pequeña hoy es un museo dedicado a su trayectori­a artística. A tan sólo 50 quilómetro­s de Memphis, forma parte de una ruta de turismo cultural y musical.

Ella quería ser enfermera. Incluso trabajó un tiempo como tal. Una noche, no obstante, salió de marcha con su hermana a un club musical. La actuación de Kings of Rhythm le entusiasmó. Tenía apenas 18 años y por azar, durante el intermedio, subió al escenario para cantar de memoria los éxitos del grupo.

Ya se movía con desfachate­z y soltaba su voz desde las entrañas. Así conoció a Ike Turner, líder de la banda, que se conviritió en su pareja después, aunque ella se relacionó primero con el saxofonist­a, con quien tuvo a su primer hijo, Raymond Craig en 1958.

Anne Mae pasó a ser Tina Turner y formó con Ike el dúo Ike & Tina. Tuvo con él a su segundo hijo, Ronald, en 1960. Los años sesenta y setenta fueron explosivos para la pareja musical. El álbum Proud Mary marca un hito en su carrera. Los conciertos y giras abarcaron Europa, Japón y África. En muchas ocasiones actuaron de teloneros de The Rolling Stones. Pero del mismo modo que tocaron el cielo, las relaciones entre ellos se convirtier­on en un infierno. Adicciones, intentos de suicidio y agresiones condujeron a un doloroso desenlace. Entonces ella retomó un camino en solitario, prácticame­nte desde cero. Siguió actuando y grabando discos. Destacan sus duetos y colaboraci­ones con Phil Collins, Paul McCartney, Eric Clapton, Eros Ramazzotti, David Bowie y Beyoncé.

La industria del cine le dedicó una película biográfica en 1993, What’s love got

to do with it, basada en sus memorias de 1986. Tina Turner, además, ha probado fortuna en la gran pantalla con la intervenci­ón en varias películas. El público también recuerda su voz en el tema

Goldeneye, compuesto por Bono para la película homónima de James Bond. A pesar de los reiterados anuncios de retirada, la cantante siguió más o menos en activo hasta el 2009. Desde 1994 reside en Suiza, donde hace cuatro años contrajo matrimonio con el agente discográfi­co Erwin Bach, a quien conoció en 1986. Para la ceremonia abrió su mansión de más de cinco mil metros cuadrados a los invitados, que vestían de blanco por una tradición budista, doctrina a la que la novia se siente adscrita desde 1970.

Turner, apartada de los focos en el momento adecuado, continúa siendo una mujer atractiva. Los doscientos millones de discos vendidos y las ganancias de las giras, como el récord de llenar el estadio de Maracaná en Brasil con 180.000 espectador­es, le permiten el sosiego junto al lago Kusnacht en Zurich, donde ha aprendido a hablar en alemán. Temperamen­to y pasión definen a esta artista que expele las canciones dando patadas al suelo como una inconformi­sta. Si fuera flamenca todos hablaríamo­s de duende.

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GARY GERSHOFF / GETTY
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VENTURELLI / GETTY Arriba, una actuación de la artista en el Madison Square Garden de Nueva York en 1985. En color, en Milán en el 2015
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