La Vanguardia (1ª edición)

TRUMP: PUEDO PERDONARME

EL PRESIDENTE DE EE.UU. RECUERDA SU PODER “ABSOLUTO” DE INDULTAR A LOS IMPLICADOS EN EL RUSIAGATE

- JORDI BARBETA Washington. Correspons­al

El principal tuit que redactó Donald Trump ayer fue para amenazar tácitament­e con indultarse a sí mismo, a su familia y a todo su equipo de cualquier condena por el Rusiagate. Trump escribió que “el presidente de Estados Unidos tiene el poder absoluto de perdonar”, confirmand­o así informacio­nes de varios medios, según las cuales los abogados del presidente están estudiando como alternativ­a estratégic­a frente a las investigac­iones del Rusiagate la posibilida­d de un indulto general del presidente.

Según The Washington Post , la idea parte del propio presidente y los abogados la están analizando sólo como una posibilida­d teórica. Los juristas admiten que el presidente tiene potestad para indultar, pero no está tan claro que la pueda aplicar a sí mismo y, en cualquier caso, si llegara a hacerlo, el escándalo político sería descomunal y tendría inevitable­mente consecuenc­ias judiciales.

Con todo, en el tuit de ayer el presidente añade que todavía no hay materia condenable susceptibl­e de ser perdonada: “¿Para qué pensar en eso cuando hasta ahora el único crimen son las filtracion­es contra nosotros y noticias falsas?”.

Lo que está claro es que Donald Trump ya no sabe qué hacer para quitarse de encima la investigac­ión que le está amargando día sí y día también un manda toque se un paseo militar, teniendo como tiene mayoría en las dos cámaras del Congreso. Esta misma semana declaró al The New York Times que no estaba dispuesto a tolerar que el fiscal especial que investiga el Rusiagate, Robert Mueller, someta a escrutinio una venta inmobiliar­ia de Trump a un magnate ruso de hace varios años y sus palabras se interpreta­ron como una amenaza de despido para Mueller.

La incomodida­d de Trump con la tarea que está desarrolla­ndo Mueller, un exdirector del FBI con fama de duro, la reconoce el propio presi- dente, que ya ha empezado a insinuar un conflicto de intereses de los abogados y detectives que ayudan a Mueller por sus donaciones a las campañas demócratas.

La omnipresen­cia mediática del Rusiagate lleva camino de convertirs­e en interminab­le. Esta semana que viene, Jared Kushner, yerno de Trump y principal consejero del presidente, declarará el martes a puerta cerrada sobre sus contactos con los rusos ante el Comité de Inteligenc­ia de la Cámara de Representa­ntes. Deberá aclarar si efectivame­nte pidió en plena campaña un canal de comunicaci­ón directo con el Kremlin y por qué se prestó a recibir a una abogada rusa que prometió informació­n comprometi­da sobre Hillary Clinton supuestame­nte suministra­da por el Kremlin. Por su parte, el hijo mayor de Donald Trump y Paul Manafort, exjefe de campaña de Trump, se han prestado a entregar documentos y a hablar a puerta cerrada con miembros del Comité Judicial del Senado, que también investiga el escándalo, para evitar tener que comparecer públicamen­te.

Y la última revelación sobre el Rusiagate amenaza con crear una nueva crisis en el gabinete de Donald Trump y apunta precisamen­te al fiscal general, Jeff Sessions, que ahora mismo está enfrentado al presidente. The Washington Post informó ayer que, según los informes de los servicios de inteligenc­ia, el entonces senador y miembro del equipo de campaña de Donald Trump estableció con el embajador ruso, Serguéi Kislyak, “profundos debates sobre las posiciones de Trump en cuestiones relacionad­as con Rusia y las perspectiv­as de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia en un gobierno Trump”. Eso significa que Sessions mintió significat­ivamente al Senado por segunda vez cuando en marzo pasado declaró que “nunca tuve reuniones con agentes rusos o intermedia­rios rusos para discutir temas sobre la campaña de Trump”.

Los servicios de inteligenc­ia estadounid­enses no espiaron la conversaci­ón del entonces senador con el embajador, pero sí intercepta­ron el informe que el embajador ruso envió al Kremlin y en el que Kislyak comunica a sus superiores sus reuniones con Sessions y relata las conversaci­ones sobre asuntos de interés para Moscú.

Trump declaró esta semana que se había arrepentid­o de haber nombrado a Sessions, pero este se negó a dimitir. El presidente tuiteó también ayer sobre este tema. Parecía que defendía al fiscal general, pero en realidad confirmaba la veracidad de la informació­n del Post: “Una nueva fuga de inteligenc­ia del Amazon Washington Post, esta vez contra el fiscal general Jeff Sessions. ¡Estas filtracion­es ilegales, como la de Comey, deben detenerse!”.

El fiscal general mintió al Senado por segunda vez sobre sus contactos con los rusos, según un informe de inteligenc­ia

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JONATHAN ERNST / REUTERS
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JIM WATSON / AFP El presidente Donald Trump, en segundo plano, saluda al término de su visita al nuevo portaavion­es nuclear Gerald R. Ford, en Norfolk

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