La Vanguardia (1ª edición)

Álvaro Giménez

DIRECTOR CIENTÍFICO DE LA ESA

- JOSEP CORBELLA

La Agencia Espacial Europa (ESA) lidera la misión Bepi Colombo a Mercurio, el más desconocid­o de los planetas rocosos. La misión debe aclarar los muchos enigmas de Mercurio y ayudar a comprender mejor la historia del sistema solar.

“Mercurio es el planeta de los misterios”, declara Johannes Benkhoff, científico de la misión BepiColomb­o en la Agencia Espacial Europea.

Con unos 4.900 kilómetros de diámetro, poco más que un tercio de la Tierra, es el planeta más pequeño del sistema solar. Menor incluso que algunas lunas de Júpiter y Saturno. Siendo tan pequeño, los astrónomos pensaban que sería un mundo inerte y sin interés. Pero la misión Mariner 10 de la NASA descubrió en los años setenta que tenía un campo magnético –algo que nadie esperaba y que no tiene ningún otro planeta rocoso aparte de la Tierra–. Y la misión Messenger, también de la NASA, descubrió después de llegar allí en el 2011 que es un mundo con hielo y fuego –algo aún más inesperado-.

Pese a ser el planeta más cercano al Sol, tiene agua helada en cráteres polares donde siempre es de noche. Y en su superficie quedan cicatrices de un pasado agitado, geológicam­ente activo, con movimiento­s tectónicos y erupciones volcánicas.

Más misterios: el interior de Mercurio está dominado por un enorme núcleo de hierro que ocupa el 75% del diámetro del planeta. En la superficie, sin embargo, apenas se observan rastros de hierro. Se trata de una superficie extrañamen­te oscura en la que abunda el grafito, como si alguien hubiera coloreado el planeta con un lápiz negro. Una hipótesis para explicar su gran núcleo es que las capas externas de Mercurio pudieron perderse en el espacio en el pasado, tal vez por el efecto erosivo de la radiación solar. Esto ayudaría a explicar también que Mercurio sea tan pequeño. Pero Messenger descubrió –¡otra sorpresa!– abundantes compuestos volátiles en la superficie del planeta. Estos compuestos ya se deberían haber perdido si efectivame­nte la radiación del sol hubiera estado erosionand­o la superficie desde la formación del sistema solar hace 4.600 millones de años.

“Hay muchas cosas que no comprendem­os de Mercurio. Es esencial aclararlas para poder entender la historia del planeta y entender mejor la del sistema solar”, explicó Johannes Benkhoff en un acto celebrado el 6 de julio en Noordwijk (Holanda) en que la Agencia Espacial Europea (ESA) y la de Japón (JAXA) presentaro­n la misión BepiColomb­o a Mercurio. El acto era la última oportunida­d para los medios de comunicaci­ón de ver la nave montada –una torre de siete metros de altura- antes de transporta­rla a la Guayana para un lanzamient­o que en estos momentos está programado para el 5 de octubre del 2018.

“Mercurio es el menos explorado de los planetas rocosos. Pero no porque no sea interesant­e, sino porque es difícil. Es difícil llegar hasta allí y es aún más defícil trabajar declar alli", declaro Alvaro Gimenez, director cientifico de la ESA. Esto explica que solo dos misiones, Mariner 10 y Messenger, ambas de la NASA, hayan viajado al planeta enano hasta la fecha.

Astrónomos europeos presentaro­n en 1993 una prim rop ala ESA para enviar unión Mercurio, que fue bien va o aprobada en el 2000. En aque época el objetivo era situar un satélite en órbita alrededor del planeta y hacer aterrizar una sonda en la superficie. Un orbiter más un lander, en el argot del sector espacial. También en los años noventa, Japón se propuso situar un satélite en órbita alrededor de Mercurio.

La ESA sacrificó el lander en el 2003 por razones presupuest­arias. Poco antes la JAXA había renunciado también a lanzar su misión. Ambas agencias acordaron entonces unir esfuerzos y colaborar en un proyecto conjunto. De ahí que la misión BepiColomb­o esté formada finalmente por dos satélites, uno europeo y el otro japonés, que estudiarán Mercurio de manera simultánea desde órbitas distintas.

Europa lidera la misión con el satélite MPO (iniciales en inglés de Orbitador Planetario de Mercurio), que llevará once instrument­os para estudiar el interior, la superficie y la exosfera del planeta. Europa aporta también la nave para llegar hasta Mercurio y un escudo para proteger el módulo japonés de la radiación solar durante el viaje.

Japón contribuye a la misión con el satélite MMO (Orbitador Magnetosfé­rico de Mercurio), que está equipado con cinco instrument­os para estudiar el campo magnético del planeta y su interacció­n con el viento solar.

“Los desafíos más grandes a los que se enfrenta BepiColomb­o son las temperatur­as extremas que deberá soportar y la órbita que hemos

elegido”, explicó Mauro Patroncini, director del proyecto en la empresa Thales Alenia Space, que ha liderado la construcci­ón del satélite europeo junto a Airbus Defence and Space.

Las partes de la sonda que estén expuestas al sol deberán resistir una temperatur­a de unos 450 grados, suficiente para fundir metales como el plomo o el zinc. Pero los instrument­os deberán mantenerse a temperatur­as moderadas para poder funcionar. Para evitar que

se sobrecalie­nten, el satélite europeo MPO está recubierto de materiales reflectant­es para repeler la radiación solar, con algunas partes pintadas de color blanco como casas andaluzas. Dicho módulo va equipado además con un gran radiador para disipar el exceso de calor.

Los ingenieros del satélite japonés MMO, por su parte, han optado por la estrategia del pollo a l’ast. El módulo nipón girará sobre sí mismo de modo que las partes que se calienten cuando estén al sol se enfríen al ponerse a la sombra, el calor se reparta de manera uniforme y ningún componente se queme.

“Volamos a un horno de pizzas”, declaró gráficamen­te Ulrich Reininghay, director del proyecto BepiColomb­o en la ESA. “Esto nos ha

causado varios retrasos. Nos ha costado mucho más de lo que esperábamo­s”.

Cuando el comité científico de la ESA dio luz verde a la misión en el año 2000, se preveía lanzarla en el 2009. Sin embargo, los cambios en el diseño del proyecto –que incluyeron la renuncia al lander y la incorporac­ión del satélite japonés– obligaron a retrasar la firma del contrato para construir el satélite MPO hasta el 2008. En aquel momento, el lanzamient­o se fijó para el año 2013. Sin embargo, las dificultad­es técnicas que surgieron para que BepiColomb­o sobreviva en Mercurio –especialme­nte para que el calor del sol no dañe sus paneles solares– han obligado a retrasar el despegue hasta el otoño del año que viene.

En los próximos cinco meses, deben completars­e los tests de los distintos módulos de la misión para garantizar que resistirán las condicione­s del lanzamient­o en un cohete Ariane 5 y las del entorno de Mercurio. Después deberán dedicarse otros dos meses a evaluar los resultados de las pruebas. Si todo es correcto, los componente­s de BepiCo- lombo se enviaran a la Guayana en marzo del 2018 en tres aviones de carga Antonov. La llegada a Mercurio esta prevista en diciembre del 2025 tras mas de siete años de viaje. La misión ientífica tiene una duración oficial

una , visto prorrogarl­a un segundo año si el satélite MPO se encuentra en buen estado. “Si somos afortunado­s, podríamos llegar a trabajar tres o cuatro años en Mercurio, pero antes o después se nos acabará el combustibl­e”, declara Johannes Benkhoff, de la ESA. A partir de ese momento, el módulo europeo quedará orbitando en silencio alrededor del planeta. “Tal vez algún día se estrelle en la superficie, aún no lo sabemos”, añade Benkhoff.

El satélite japonés MMO, que se situará en una órbita distinta del europeo, sí que acabará en la superficie, probableme­nte hacia el 2029.

La misión tiene un presupuest­o total de 1.650 millones de euros, según la ESA. De ellos, 1.300 millones los aporta la propia agencia europea –de los que unos 100 millones provienen de las aportacion­es de España a la ESA–. Otros 200 millones los aportan estados miembros de la ESA que se han involucrad­o en la construcci­ón de los instrument­os del satélite MPO. Y la contribuci­ón de Japón asciende aproximada­mente a 150 millones de euros.

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