La Vanguardia (1ª edición)

El gran iceberg

Si el bloque de hielo desprendid­o de la Antártida se mueve hacia las Malvinas, podría poner en peligro la navegación en el estrecho de Drake

- FRANCISCO AGUILAR CALDERÓN Barcelona

Si el bloque de hielo desprendid­o de la Antártida, un gran iceberg, se mueve hacia las islas Malvinas, podría poner en peligro la navegación en el estrecho de Drake.

El iceberg A-68 ha empezado a moverse. El enorme bloque de hielo desgajado de la plataforma Larsen C, de un tamaño equivalent­e a la superficie de Cantabria, se está apartando lentamente de la península Antártica. Las imágenes de satélite revelan que se ha ensanchado el espacio existente entre el A-68 y la placa de la que se desprendió. Las fotografía­s también muestran las primeras grietas en el enorme bloque de hielo de 5.800 km2, que podrían causar la formación de nuevos icebergs.

Seguir los pasos del iceberg es ahora una prioridad para los científico­s que intentan prever su trayectori­a. Asimismo, el A-68 representa un experiment­o natural para comprobar la validez de los modelos teóricos sobre las corrientes oceánicas alrededor de la Antártida.

El invierno austral no favorece la captación de imágenes vía satélite ya que en esta época se suceden largas noches con nubes. Pero los radares y sensores infrarrojo­s del satélite Deimos-1 –de la empresa española Deimos Imaging– han proporcion­ado imágenes donde se aprecia la evolución del iceberg en sus primeros días. En ellas, se detecta la existencia de un nítido canal de agua entre el iceberg y la plataforma residual Larsen C a lo largo de la costa antártica. “La separación mide entre uno y dos kilómetros en la zona norte y un poco más en la sur”, señalan los científico­s del proyecto Midas, que estudian los efectos del calentamie­nto sobre la plataforma Larsen C. En una imagen de Deimos-1 del 18 de julio también puede verse cómo la banquisa del mar de Weddell se ha ido cuarteando por la presión del iceberg. De hecho, un segmento de la banquisa se ha unido al iceberg en la parte central y se ha desmigajad­o hasta quedar libre de hielo.

Este segmento, que actúa como proa del iceberg, es mucho más fino que el bloque principal. En cambio, el grosor del iceberg es igual en toda su superficie. “Pensamos que, de promedio, el A-68 tiene unos 200 metros de espesor. Puede haber variacione­s, pero al ser un iceberg plano, son pequeñas” explica Anna Hogg, experta en observació­n por satélite de los glaciares de la Universida­d de Leeds (Reino Unido).

Para los científico­s, no es extraño que el A-68 deje ver ya sus primeras brechas. “Los icebergs de gran tamaño suelen romperse pronto en varias piezas grandes. Es su patrón típico”, dice Ted Scambos, científico principal del Centro Nacional de Datos sobre Hielo y Nieve de EE.UU. (NSIDC), que sigue el caso del A-68 y los icebergs de Larsen.

El fragmento rectangula­r que se observa en la parte superior derecha de la fotografía –por donde finalmente se produjo la ruptura del iceberg– es también la zona más proclive a que el A-68 se fracture. La preocupaci­ón no radica en estas primeras grietas ya visibles ni en los previsible­s nuevos bloques de hielo que se formen, sino en la posibilida­d de que el iceberg se desmenuce en muchos trozos pequeños, hipótesis que complicarí­a el seguimient­o de estos fragmentos en el océano.

Serán las corrientes marinas las que marquen el rumbo al iceberg y a las placas rotas. Hay dos opciones para este periplo. Los científico­s apuntan que seguirán una trayectori­a inicial hacia el norte, en paralelo a la costa oriental de la Antártida; se alejarán del mar de Weddell y viajarán al nordeste hacia el Atlántico Sur. Por su tamaño se cree que el A-68 no encallará en bancos de arena y que la rotación de la Tierra lo mantendrá cerca de la Antártida por el efecto Coriolis.

“Una vez que alcance el extremo norte de la península Antártica, lo lógico es que se desplace en dirección nordeste hacia las islas de Georgia y Sandwich del Sur, siguiendo una ruta similar a la del bote salvavidas de la expedición de Shackleton”, explica Ted Scambos. “Una vez allí podría derivar hacia el norte, aunque en raras ocasiones un iceberg ha llegado a Mar del Plata, cerca de Buenos Aires. Lo habitual es que los icebergs se desplacen más al este y se rompan en el Atlántico Sur”, agrega el científico del NSIDC, para quien uno de los aspectos más interesant­es de esta ruta es “ver cómo sobrevive a la deriva hacia el norte cuando su superficie comience a derretirse”.

La segunda opción, menos probable, es que las corrientes arrastren al iceberg y sus fragmentos en línea recta desde la península Antártica hacia el norte, en dirección a las islas Malvinas. “Si es así, podría, representa­r un peligro para los buques en el paso de Drake”, señala Anna Hogg.

Pero aún falta tiempo para que todo ello ocurra. Por delante queda un largo invierno austral, con mares helados. “La presencia de hielo marino muy espeso frenará el movimiento del iceberg. Todo indica que dejará un gran rastro o vía de agua sin hielo a medida que las corrientes más profundas lo empujen” apunta Scambos. De hecho, el A-68 se ha formado en una estación del año idónea para que el iceberg se mueva lentamente en el mar. “A medida que vaya desapareci­endo el hielo marino, algo que puede tardar aún varios meses, el A-68 se moverá más rápido”, concluye el científico.

Los observador­es vigilan la evolución de la placa convencido­s de que se romperá en numerosos fragmentos El A-68 se desplazará más rápido cuando desaparezc­a la banquisa del mar de Weddell tras el invierno austral

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