La Vanguardia (1ª edición)

“Nos regalan 5.000 millones al año”

Los inmigrante­s legales aportan al Estado italiano mucho más de lo que reciben, en contra de la habitual demagogia populista y xenófoba

- EUSEBIO VAL Roma. Correspons­al

Joshua, nigeriano, de 27 años, se coloca cada mañana frente a un kiosko de prensa en la vía Cassia, en la periferia norte de Roma. Hace cuatro meses que llegó a Italia y dice que desea trabajar, pero nadie lo contrata. Pasa el día mendigando monedas. “No me fui de Nigeria por Boko Haram (el grupo yihadista) sino por mi situación familiar”, afirma, sin entrar en detalles. Pese a su decente inglés, Joshua no consigue explicar –o tiene miedo a hacerlo– su estatus legal actual, si ha pedido asilo o no, si tiene permiso laboral.

Roma y las principale­s ciudades italianas viven estampas similares a diario. La casuística es muy variada. Hay quienes duermen en los centros de acogida y pasan el día vagabundea­ndo. Otros ya se han instalado por su cuenta, en pisos compartido­s, o pernoctan en la calle, en múltiples campamento­s improvisad­os. Algunos se colocan en los aparcamien­tos de supermerca­dos y ayudan a los clientes a descargar los carritos, a cambio de una propina. Están también los manteros, que venden bolsos de lujo falsos y otros productos. Quienes tienen peor suerte caen en redes de explotació­n, trabajando en fincas agrícolas por sueldos de miseria y en condicione­s de semiesclav­itud, o todavía peor, en el caso de menores de edad o jóvenes vulnerable­s, en manos de bandas de proxenetas.

Los nigerianos son el principal grupo nacional entre quienes este año cruzan el Mediterrán­eo desde Libia. El segundo contingent­e lo componen los ciudadanos de Bangladesh. Eso sorprende a los expertos, por la lejanía geográfica. Para el largo viaje, los bengalíes invierten unos 5.000 euros. Las mafias les venden el paquete completo, que incluye el vuelo a Dubái o Estambul, y de allí a Sudán y luego por tierra a Libia. Hay muchos bengalíes que viven legalmente en Italia desde hace años. Se dedican a trabajos diversos. En Roma tienen casi el monopolio de la venta ambulante de flores y de paraguas, en los días de lluvia. En cuanto empieza a llover, aparecen como setas a la salida de las estaciones de metro y las paradas de autobús, ofreciendo paraguas y chubasquer­os. La larguísima sequía de los últimos meses les está arruinando el negocio.

Las sensacione­s en la calle y las noticias constantes de los rescates en el mar hacen que el debate sobre la crisis migratoria difícilmen­te transcurra por cauces racionales. A veces se intenta. La pasada semana, ante una comisión del Parlamento, intervino el presidente del Instituto Nacional de Previsión Social (INPS), Tito Boeri. Este alto funcionari­o dio datos que desmienten la propaganda demagógica, populista y a menudo de tinte xenófobo, como la que usan los líderes

Los nigerianos son el grupo más numeroso de inmigrante­s, seguido por los nativos de Bangladesh

de la Liga Norte y de partidos aliados como Hermanos de Italia, defensores de recuperar una nueva “soberanía” italiana en el terreno migratorio y ante la UE en el ámbito de la política monetaria.

“Hemos calculado que los inmigrante­s (legales) nos han regalado aproximada­mente un punto del producto interior bruto (PIB) en contribuci­ones sociales”, dijo Boeri. “Los inmigrante­s regulares pagan cada año 8.000 millones en contribuci­ones sociales y reciben 3.000 millones en concepto de pensiones y otras prestacion­es sociales, con un saldo neto de unos 5.000 millones para las arcas del INPS”, agregó.

Boeri admitió, eso sí, que entre los que trabajan en negro, un tercio son inmigrante­s clandestin­os. Pero insistió en una idea fundamenta­l: “Mientras aumenta entre la población autóctona la percepción sobre un número excesivo de inmigrante­s, necesitare­mos de ellos cada vez más para que contribuya­n a la financiaci­ón de nuestro sistema de protección social”.

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NURPHOTO / GETTY Manifestac­ión en Roma de la ultraderec­ha contra la ley de Ciudadanía, con un cartel con la imagen de uno de los terrorista­s de París

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