El Tribunal Supremo bendijo el topless
El topless quedó definitivamente permitido en las playas italianas gracias a una histórica sentencia del Tribunal Supremo, en marzo del 2000. Los jueces constataron que la exhibición del seno femenino, a diferencia del desnudo integral, “es desde hace lustros un comportamiento generalmente aceptado y que ha entrado en la costumbre social”. Los venerables magistrados abordaron el asunto con meticulosidad y cierto humor. Admitieron que “la línea de demarcación entre los actos obscenos e indecentes no siempre es fácil” y que la exhibición en las playas –salvo las reservadas a nudistas– de todos los órganos genitales, aunque sea “en estado de reposo”, puede ser desagradable para el prójimo.
El uso del topless no está tan extendido como en España. Antes de la decisión del Supremo ya fue objeto de denuncias y polémicas, aunque se venía practicando desde hacía decenios. En 1982 hubo una chocante ordenanza en la isla de Pantelleria. Su alcalde prohibió el topless con el machista argumento de que “la mayoría de las veces se exponen al sol desagradables excrecencias carnosas, flácidas y oblongas”.
Italia, país contradictorio, ha sido testigo de experiencias diversas. El topless en las playas requirió una sentencia del Supremo, pero al mismo tiempo su televisión, sobre todo la de Berlusconi, fue pionera en el uso y abuso del cuerpo de la mujer como reclamo. Ilona Staller, una actriz porno, llegó a ser diputada mostrando sin rubor sus encantos a los votantes.
Más allá de la indumentaria en las playas, ha habido siempre ordenanzas –como la de Viareggio, en el 2015– que imponían fuertes multas, por decoro urbano, a quienes fueran por la calle con el torso desnudo. No es fácil saber, sin embargo, cuán severos han sido en aplicar las normas. “Aquí somos muy liberales y cada cual va como quiere”, reconocía a La Vanguardia, entre risas, una portavoz de la policía de Rímini, una de las ciudades más turísticas del país y la meca de los visitantes rusos.