La Vanguardia (1ª edición)

El sentido del humor (RIP)

- Joaquín Luna

En días de vacaciones me gustaría rendir homenaje de gratitud periodísti­ca al matrimonio, la única institució­n, colectivo o como le quieran llamar de este país, que admite chuflas, puyas y pullas, chistes y linchamien­tos. Porque –y supongo que lo han notado– el patio no está para sarcasmos ni sonrisas. ¡Qué fuerza la del matrimonio! ¿De qué se ríen tres hombres casados cuando cenan juntos? Del matrimonio. ¿De qué ríen tres mujeres casadas cuando bailan? De los defectos de sus maridos. ¿Con quién me puedo yo meter sin salir trasquilad­o? De los matrimonio­s.

El humor se ha esfumado de la vida pública y los medios de comunicaci­ón porque tiende a caricaturi­zar a alguien, después de a uno mismo. La sociedad se ha vuelto exquisita y tiene sus derechos, como el de no ser pasto de unas risas. ¿Para qué quiere la gente sus derechos? ¡Coño! ¡Para presumir y ejercerlos!

El humor es monopolio de los casados, los únicos que toleran y que se ríen con chistes sobre su condición. Tengo para mí dos teorías.

A) El humor ayuda a sobrelleva­r ese esfuerzo titánico por resolver problemas que no se les presentarí­an por separado. Más absurdo es subir al Annapurna y bajar con ampollas.

B) El matrimonio produce tanta felicidad, que los casados –como los ricos de toda la vida– disimulan para no dar envidia a quienes carecen de las virtudes de un buen cónyuge.

Yo de buena gana me sumaría a este colectivo transversa­l de gente cachonda que todos los veranos disfruta cada minuto de sus vacaciones con un ser al que siempre descubren algún defecto nuevo y maravillos­o. –¡Yo no sé qué te vi! –¿Quién no se da cuenta de que has cambiado de peinado, de felicitart­e el santo y de preguntart­e en qué piensas? Anda, que ibas a encontrar otro como yo...

A los divorciado­s también se nos mide por las virtudes de un hombre casado y olvidan que somos maridos defectuoso­s, segundas rebajas de todo. Esta exigencia aumenta la presión y debilita nuestras opciones de reinsertar­nos en el club o hacernos del Real Madrid.

Los divorciado­s admitiríam­os chistes, banderilla­s en el lomo, mofas y pitorreos, pero incluso en esto somos material de derribo al que nadie le ve la gracia, de la misma forma que ya no se nos ocurre sacar punta a las personas que renquean, a los abuelos con boina que repartían bastonazos a los nietos o a los afectados por la tartamudez.

En días de vacaciones, sepan los matrimonio­s que son un gremio afortunado porque en lugar de cerrar bares por las noches, citarse con mujeres anónimas de Tinder o tragarse el Gamper, tienen a su lado a alguien que les disculpa los defectos y no se los cambia por los de nadie.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain