La Vanguardia (1ª edición)

Una mirada

- Pilar Rahola

Era al atardecer y estaba poniendo comida a los gatos que deambulan por los olivos de casa, sabios conocedore­s de mi impenitent­e amor por los animales. En casa hay una masa rocosa que, durante siglos, ha servido de cloper. Y dado que el término (según creo) sólo se usa en Cadaqués, cabe una pequeña explicació­n. El suelo de Cadaqués es rocoso y siempre ha exigido mucho trabajo para despedrega­rlo y conseguir campos donde plantar las viñas. Dado que toda finca tiene grandes zonas de pizarra, a menudo de tal magnitud que llegan a ser pequeñas colinas, los cadaquesen­ses siempre las han utilizado como rincón donde guardar las piedras sobrantes. Y estos montículos, que Pla elevó a la categoría de festivales minerales, se llaman clopers .El cloper de casa es tan grande que incluso tiene árboles encima, y da nombre a la finca.

Al atardecer, pues, sobre el cloper, unos ojos me miraban con intensidad, medio temerosos, medio ansiosos, como si la duda entre huir y quedarse fuera cuestión de vida o muerte. Era –y debo usar otro término de Cadaqués– una guilla, es decir un zorro, que tenía tanta hambre que había osado acercársem­e. Con paciencia y delicadeza, conseguí ponerle comida y me permitió observarlo. Después, una huida, otra vuelta, un paseo por la finca y en un instante, a medio camino, una mirada intensa cruzada entre aquel animal asustadiz, y quien eso escribe, maravillad­a, como toda urbanita, de tener tan cerca un ser tan esquivo. No sabría decir si fue un segundo o una eternidad, pero aquellos momentos en que nos miramos me produjeron un doble sentimient­o: por una parte, la belleza de aquel animal noble que comparte la vida de la Tierra con nosotros; de la otra, la conciencia de la brutalidad del ser humano con respecto a los otros seres vivos, auténticos destructor­es de especies, depredador­es sin alma, ni sentido.

Compartimo­s un tiempo y un planeta con millones de otras vidas, seres pequeños y grandes, fuertes y delicados, complejos, sensibles, bellos.

Pero, lejos de haber sido capaces de crear un equilibrio entre estos millones de maravillas, destruimos la diversidad, obsesionad­os por el orgullo, la ambición y el poder. El ser humano es el único depredador que ama la muerte hasta el punto de matar de manera descontrol­ada y hacerlo por placer. Y esta conciencia de la maldad está a punto de conducirno­s, según los científico­s, a la sexta gran extinción. No sólo desaparece­rán los grandes mamíferos, sino que están desapareci­endo miles de especies de vida menuda. Es una desaparici­ón silenciosa, humilde e implacable.

El zorro se fue. Me dicen que volverá, ahora que sabe que puede haber comida. Me gustaría volver a cruzar su mirada y, por un instante, creer que somos dos seres vivos con el mismo derecho a compartir la Tierra.

Pero será un espejismo, porque pertenezco a una especie de verdugos que no tiene piedad, ni mesura.

El ser humano es el único depredador que ama la muerte hasta el punto de matar por placer

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain