Calor y asfalto
Los termómetros de la Península baten temperaturas récord: casi cincuenta grados. A pesar de los esfuerzos del hombre del tiempo para justificar tan altas temperaturas, está claro que el hasta ahora tan banalizado cambio climático se ha instalado definitivamente en nuestro planeta, con previsiones de futuro no demasiado optimistas y con consecuencias desconocidas.
Mientras tanto, los hombres vamos ahogando la tierra con capas de asfalto, que cual mancha de aceite se va extendiendo alrededor de pueblos y ciudades. Esto, más la ausencia total de sombras y frescor natural, hace elevar todavía más las temperaturas. Circular a pie por estos lugares transmite una sensación de crispación indescriptible.
Quizás haya llegado el momento, si es que llegamos a tiempo, de plantearnos una nueva forma de gestionar nuestro entorno. Más amable, más próxima a la naturaleza. Extensas plantaciones de árboles de sombra, espacios de tierra donde filtre la lluvia, donde crezcan hierbas, donde vivan los insectos. Huir de los jardines temáticos con herbicidas. Recuperar el olor a tierra mojada.
¡Huir del asfalto! Decía el filósofo alemán Erich Kästner: “Andar sobre el asfalto deforma el alma”... ¡Y más a cuarenta grados!
ALBERT SOLER
Terrassa