La Vanguardia (1ª edición)

El lector expone

Alquileres de ciencia ficción

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Aún sonrío al recordar Esta casa es una ruina, una película que contaba las peripecias de Tom Hanks para arreglar una vivienda que había conseguido como una ganga, pero que escondía un sinfín de problemas. En esa época yo era una adolescent­e soñadora que creía que la historia era una ficción. Pero resulta que, como siempre pasa, la realidad supera el celuloide. Ahora ya no podemos pagarla, así de claro. Si quieres alquilar un piso y, para remate, quieres vivir solo, tienes un problema.

Desde los cómodos asientos del Gobierno, España abandera un europeísmo acérrimo cuando en realidad los sueldos y las condicione­s laborales distan de ser los que tienen nuestros vecinos. Uno entiende que el negocio de la vivienda existe desde tiempos inmemorial­es, pero cuando todavía cicatrizan las heridas de la burbuja inmobiliar­ia que devastó nuestra sociedad, ahora resulta que volvemos a tropezar con la misma piedra. O se regula por ley esta rueda o ya podemos olvidarnos de vivir donde queramos.

Regular significa marcar límites, concretar precios por zonas, por metros cuadrados. Regular significa no permitir esta sobreexplo­tación de la vivienda, esta broma macabra de alquilar pisos que parece que obtuvieron la cédula de habitabili­dad en una feria de pueblo, limitar a los que se permiten el lujo de pedir cifras astronómic­as cuando el piso no tiene ni cocina, frenar este diccionari­o alternativ­o que redefine adjetivos como amplio o doble, que parecen una sátira cuando ves el piso en directo.

Ojalá la cordura vuelva a nuestra sociedad y cuando veamos esa comedia de Tom Hanks pensemos que era sólo eso, una ficción.

MARTA FERNÁNDEZ ESPINEL

Barcelona

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