La Vanguardia (1ª edición)

“La ciudad era una fiesta permanente”

- SANTIAGO TARÍN Barcelona

El 25 de julio de 1992 se inauguraro­n los Juegos Olímpicos de Barcelona. Una parte importante del gran éxito de Barcelona’92 se debió al esfuerzo de más de 47.000 voluntario­s. Marta Pujol fue una de ellas. Su cometido era atender a los artistas que participab­an en las ceremonias de apertura y clausura. “Nuestro único premio fue una medallita, pero me doy por bien pagada”.

En su casa del barrio de Fort Pienc, el recuerdo de aquellos días sigue vivo, singularme­nte en los álbumes de fotos de los artistas a los que trató y en sus autógrafos. Marta fue de la primera hornada de voluntario­s olímpicos. “Me apunté incluso antes de que se concediera­n en 1986. Lo hice porque podía pasar una cosa muy importante en mi ciudad. Soy una barcelones­a de pro. Estoy enamorada de la ciudad”. Esa celeridad en inscribirs­e propició que ya apareciera en el anuncio de Leopoldo Pomés que se pasó en Lausana.

Muy cerca ya de los Juegos la llamaron y acudió a varias conferenci­as y reuniones. Como hablaba inglés, “a última hora cerraron un grupo específico para las ceremonias. Éramos quince. Teníamos un trato especial. Nuestra atribución era cuidar a los artistas. Los recogíamos con un minibús en el aeropuerto y los dejábamos en el hotel o en sus casas. Luego estábamos en camerinos”.

Así se encargó de Josep Carreras, “tan educado, le recuerdo con cariño”; Cristina Hoyos, “una persona excelente”; Plácido Domingo, “el más pillín y bromista”... Fueron muchos. Estar con ellos le permitió contemplar el fenómeno de los fans que seguían a sus ídolos y “que pensaba que sólo pasaba con los rockeros”. También conoció al arquero Antonio Rebollo, “simpático y encantador, pero se escapaba mucho. Se iba a sentarse con su familia y teníamos que ir a buscarlo”.

Marta asistió a los ensayos por su trabajo, aunque hubo cosas que eran totalmente secretas. “Pintaba bien”. El día de la inauguraci­ón, “cuando lo vimos todo cosido, ¡fue una ilusión colectiva tan grande!”. La anécdota del día es que Montserrat Caballé le pidió que le hiciera compañía en el camerino, porque toda su familia salió a ver la ceremonia. Por ello se perdió una parte. Para Marta, fueron precisamen­te esas ceremonias las que marcaron la diferencia de los Juegos Olímpicos de Barcelona respecto a los anteriores.

Recuerda con cariño a los voluntario­s, pero no ha mantenido mucho contacto con su grupo. “Vinieron voluntario­s de toda España”. Se casó ese mismo año con un chico que también se apuntó. La vida pasa. Ha tenido dos hijas y ha superado un cáncer de mama. Ha continuado en el voluntaria­do en el Banc dels Aliments. “En Barcelona hay mucho espíritu de solidarida­d”, aunque lamenta el cambio de la ciudad, “ahora tan cara; la sientes a distancia”. Y es que cuenta que en 1992, “Barcelona era una fiesta permanente”.

Marta se apuntó como voluntaria “porque se hacía algo muy importante en mi ciudad: soy una barcelones­a de pro”

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INMA SAINZ DE BARANDA
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