Mosén Batlles, centenario
Dirigió durante veinticinco años el Centro de Estudios Pastorales
Mosén Joan Batlles cumple hoy domingo los cien años. La búsqueda de la unión eclesial podría ser uno de los rasgos distintivos de una larga trayectoria. Defendió la unidad de los curas a través de la Unió Sacerdotal y la unidad en el trabajo de los diversos obispados de Catalunya a través del Centro de Estudios Pastorales que fundó en 1968 y que dirigió durante 25 años. Unión vinculada sin duda a la renovación propiciada por el concilio Vaticano II.
Joan Batlles i Alerm (no confundir con mosén Antoni Batlle, fundador del escultismo en Catalunya), nacido en La Garriga el día 23 de julio de 1917, forma parte de la generación de seminaristas que vio rotos sus estudios durante la Guerra Civil. Ordenado sacerdote en 1943, fue destinado al Penedès y se implicó en el acompañamiento de jóvenes y en los movimientos más innovadores de Acción Católica.
Antoni Serramona, uno de los sacerdotes que colaboraron con Batlles, remarca que este tenía un “pensamiento pastoral adelantado” ya en los años cincuenta. Y sobre todo, la capacidad de hacer de puente entre generaciones. Así, buscó la complicidad de los curas jóvenes con los que habían sufrido la persecución religiosa. Esa Iglesia “creativa y estimulante, de golpe perseguida y martirizada por los unos y después exiliada y silenciada por los otros”.
De aquellos años, Albert Manent escribía que Batlles fue “uno de los curas punteros en la defensa de la identidad de una Iglesia catalana que entroncaba con la tradición de la Federación de Jóvenes Cristianos, con el monasterio de Montserrat y el espíritu del cardenal Vidal y Barraquer, libre de las hipotecas del gobierno franquista”.
Todo eso se visualizó sobre todo en el Centro de Estudios Pastorales, siempre haciendo tándem con mosén Josep Maria Totosaus. A través de cursos, reuniones y de la publicación de la revista Cuadernos de Pastoral cambió la manera de hacer de buena parte de la Iglesia en Catalunya. Introdujo el pensamiento y la práctica de otras iglesias europeas que más sintonizaban con el Vaticano II y que sobre todo contaban con el laicado. Como persona de confianza del cardenal Narcís Jubany, Batlles pudo poner en práctica su pensamiento desde el gobierno diocesano en Barcelona. Mano izquierda no le faltaba. “Parecía una especie de duende que lo ajustaba todo, se hacía indemne a las dificultades con la tenacidad en el trabajo y el juego de la imaginación”. Muchos auguraron que sería obispo, decía Manent; según Serramona, es “un personaje de referencia insoslayable de la Iglesia catalana”. Pero la mitra no llegó.
Hace 25 años, en una entrevista que le hacía mosén Josep Bigordà, Batlles hablaba del futuro de la Iglesia con unas ideas que suenan a las del papa Francisco. Decía que para la Iglesia “un aspecto básico es la compresión de la sociedad actual. No somos enviados a un mundo que ya no volverá. La añoranza nostálgica de un contexto social que ha caducado nos empuja a una desviación de nuestras preocupaciones. Se tiene que evangelizar al hombre sumergido en el pragmatismo, el indiferentismo religioso. Tenemos que centrarnos rigurosamente en el anuncio de Jesucristo”. Y concluía: “La Iglesia tiene que mantener y fomentar los signos del amor de Dios . La Iglesia se hará visible, entendida como camino de salvación, cuanto más se adentre en el combate contra la injusticia y las corrupciones y se acerque a los pobres”.
Hoy el estado de salud de mosén Batlles le impedirá en la residencia donde se encuentra en Sarrià ser consciente de su cumpleaños, pero los amigos más próximos se reunirán para agradecerle el trabajo hecho.
Albert Manent decía que Batlles fue “uno de los abanderados de la identidad de una Iglesia catalana”