La poesía mágica de Battiato
El músico e intérprete siciliano, a sus 72 años, seduce el auditorio del festival Castell de Peralada en la única actuación que realizará este verano en Catalunya
Con su aspecto más de intelectual que de estrella de la música, con su aire despistado y entrañable, con su ensimismamiento y sus arranques de nervio, con su música embrujadora y su poesía mágica. Así se presentó anoche en el Festival Castell de Peralada el músico italiano Franco Battiato (1945), cuyos seguidores incondicionales abarrotaron el recinto dispuestos a asistir, más que a un concierto, a una suerte de ritual catártico. Y es que las creaciones de este artista polifacético van más allá de la música estricta y tienen mucho que ver con lo espiritual (Battiato explica que hace meditación dos veces al día en el pueblo de las faldas del volcán Etna donde reside), con los sentimientos, con las emociones... Unos sentimientos y unas emociones que el cantautor siciliano y sus acompañantes supieron hacer aflorar con generosidad durante las dos horas de recital.
Battiato se presentaba en Peralada en su única actuación en Catalunya de una gira en la que le acompañan el pianista Carlo Guaitoli, el teclista Angelo Privitera y los instrumentistas de cuerda del Nuovo Quartetto Italiano: Alessandro Simoncini i Luigi Mazza al violín, Demetrio Comuzzi a la viola y Luca Simoncini al violoncelo. Unos músicos excepcionales que supieron crear el envoltorio sonoro preciso para que la voz de Franco Battiato fuera desgranando sus composiciones, algunas de ellas auténticos himnos generacionales. Sentado en una especie de diván cubierto por una alfombra de inspiración oriental (del que sólo se levantaría en la parte final de su actuación y para dar paso a su amigo y cantautor Juri Camisasca, con quien interpretó dos temas). A sus 72 años y una voz un tanto afectada por el paso del tiempo, Battiato fue interpretando su repertorio con la intensidad y la delicadeza que le caracterizan, moviendo las manos para enfatizar versos, compases, ideas...
Así, a medida que avanzaba la velada, en el recinto del castillo de Peralada se fueron escuchando temas de diferentes etapas de la larguísima carreta de Battiato, que vivió sus momentos de mayor popularidad en la década de 1980. Y desde entonces le siguen muchos de los espectadores que anoche asistieron al concierto. Stati di gioia, Le sacre sinfonia del tempo,
El clímax de la velada llegó con ‘Voglio vederti danzare’, con el público bailando al ritmo de este clásico
Secondo imbrunire, Fornicazione, No time no space, L’ombre della luce, L’animale o Povera patria fueron algunos de los temas que se pudo escuchar en la parte inicial del concierto,
Hacerse acompañar por un cuarteto de cuerda supone toda una declaración de principios sobre el tipo de espectáculo que un artista quiere ofrecer a su público. Y es cierto que la calidez y la elegancia de esos instrumentos, junto con la versatilidad del piano, tuvieron un enorme protagonismo en la velada. Pero no lo es menos que los teclados ofrecieron a Battiato la posibilidad de introducir matices pop y sonidos electrónicos en una actuación que de esta forma se vio empapada por el eclecticismo que caracteriza al músico italiano.
Algunos de los momentos más intensos del concierto llegaron a medida que se aproximada el final, cuando Battiato y los músicos rememoraron temas tan especiales como La canzione dei vecchi amanti, La estación de los amores, Pospettiva Nevski, La cura o L’era del cinghiale bianco. Los sentimientos y las emociones habían ido subiendo de tono a lo largo de toda la velada, y el clímax del ritual catártico llegó con Voglio vederti danzare y todo el público obedeciendo a Franco Battiato y bailando al ritmo de esa composición embrujadora y mágica, que ya lleva mucho tiempo convertida en un auténtico clásico.