Alegría hasta el final
Es un inmenso logro inherente a este álbum póstumo de Chuck Berry la inquebrantable alegría que enmarcó su existencia prácticamente hasta el último día. No hay duda de que, al igual que ocurre con las grandes glorias de la historia del género, muchas de las canciones interpretadas por Berry suenan familiares, aunque también es cierto que no hay dos iguales. En Chuck, el pionero del rock’n’roll cubre mucho terreno musical, y aunque parece evidente que el autor de Roll over Beethoven ya no tenía aquella genial capacidad compositiva, a lo largo de Chuck demuestra que a sus noventa años, o algunos menos según qué temas, seguía tocando y viviendo el rock de un modo creativo y energético.
Retirado de la música en directo desde hacía unas temporadas, Berry no quería convertir el que sería su último álbum en una simple faena testimonial, y prueba de ello es que su repertorio apenas abusa de las versiones, que circunscribió a unas agradables relecturas de Havana moon (convertido en Jamaica moon ) y de Johnny B Goode (transmutada en Lady B Goode). Su voluntad por pisar otros terrenos es evidente, aunque ello implique de alguna manera evocar el pasado, como en Big boys o Dutchman, donde transita sobre la trivialidad de la existencia humana. O incluso se atreve a realizar un cover de You go to my head, popularizado por Billie Holiday en los años 30 y que aquí parece convertir en loa al amor duradero, una sensación que refrenda el Darlin’ donde participa parte de su familia.