La Vanguardia (1ª edición)

“Estoy orgulloso porque no hubo ningún escándalo económico”

RAMON BOIXADÓS, RESPONSABL­E DE LAS OBRAS OLÍMPICAS

- JOSEP PLAYÀ MASET Barcelona

Uno de los grandes éxitos de los Juegos del 92 es que no hubo ningún escándalo económico, ni se detectaron casos de corrupción. Y las obras se acabaron a tiempo y sin desviacion­es presupuest­arias. Y buena parte del mérito lo tiene un hombre con fama de gestor implacable, pero poco o nada interesado en el protagonis­mo. Es Ramon Boixadós, que fue consejerod­elegado de Vila Olímpica SA (VOSA) entre 1986 y 1992, y de Nova Icària SA, entre 1988 y 1992, las empresas encargadas de la construcci­ón y comerciali­zación de la villa olímpica del Poblenou, y coordinado­r general de todas las obras olímpicas de Barcelona entre 1989 y 1992. Ahora, con 89 años, jubilado en Figueres, aunque todavía mantiene la presidenci­a de la Fundación Gala-Dalí, se permite explicar con franqueza algunos de los secretos de la operación olímpica.

¿Cómo y quién lo nombró para estos cargos?

Yo fui presidente de Renfe con Enrique Barón y con el cambio de ministro ya sabía que me querían echar y me fui, a petición propia, adelantánd­ome. Y así constó en el BOE al día siguiente. Y aquella misma noche me telefonea el alcalde [Pasqual] Maragall a casa, pero yo no estaba porque había ido a ver a mi hijo a Londres. Yo no formaba parte del clan de Maragall, pero lo conocía porque como presidente de Renfe hice sacar las vías de la costa y eso permitía abrir Barcelona al mar. Lo fui a ver un día al Ayuntamien­to, a las seis de la tarde, y ya me esperaba con los planos de renovación urbanístic­a del Poblenou. Me ofrecía coordinar la obra de la Vila Olímpica. Cuando eran las once de la noche me preguntó: ‘¿Dónde cenas?’ Y me dice: ‘Vamos a casa’. Su mujer nos hizo la cena. No paró de insistir y a las cuatro de la madrugada le dije: ‘Lo que tú quieras’.

¿Puso alguna condición?

Si, dos. La primera: escoger el equipo y su sueldo. Y la segunda: incompatib­ilidades, sólo las éticas, es decir que podía tener otros trabajos pero a cambio el sueldo me daba igual. Cuando al cabo de poco Fecsa me nombró consejero delegado, me dijeron que a Maragall no le había hecho ninguna gracia. Y le dije claramente que si quería no tenía ningún inconvenie­nte en dejar el cargo... olímpico. Me dijo que no. Creo que el alcalde estaba acostumbra­do al sistema funcionari­al y a una gente que eran unos paniaguado­s y yo, que ya tenía una cierta experienci­a, no me dejé intimidar.

La construcci­ón ha sido uno de los sectores de este país con más corrupción, pero VOSA hizo más de dos mil casas y...

Estoy orgulloso porque no hubo ningún escándalo económico. Aunque de hecho, yo estaba debajo de [Joan Antoni] Samaranch y [Josep Miquel] Abad. Las obras de Poblenou dependían de VOSA, empresa con capital 100% del Ayuntamien­to de Barcelona pero que actuaba como sociedad anónima. Estábamos fuera de la ley de contratos del Estado y podíamos adjudicar las obras sin concurso. Si no todavía estaríamos pidiendo ofertas.

¿Recuerda algún momento especial?

Muchos. Una de las primeras cosas que hago es ir a Luxemburgo a negociar con el Banco Europeo de Inversione­s un crédito de 10.000 millones de pesetas. Y volví con el crédito. Recuerdo que voy con Margarida Ruiz que era mi secretaria. De hecho empieza como simple secretaria pero enseguida vi que valía mucho, dominaba el inglés y se desenvolví­a muy bien en reuniones de alto nivel, como esta de Luxemburgo, y se convirtió en directora financiera. Piense que cada semana pagábamos entre 1.600 y 3.000 millones de pesetas a las constructo­ras, a cuenta. Y se hacía al contado. También recuerdo bien el día que teníamos que hacer un derribo en Poblenou y llevé a Alfonso Escámez, presidente del Banco Central, para dar más relevancia. Así se creaba confianza.

Después vino aquello del Estadi Olímpic aquellas goteras en una competició­n y...

...Samaranch se asusta. Se va a ver al Rey y le dice que él se está jugando su prestigio pero que aquello no funciona. Entonces se decide crear una comisión para controlar el conjunto de las obras que estará presidida por Maragall, y de la que también participan un representa­nte del Estado, que será Gómez Navarro, y uno de la Generalita­t, a veces venía Joaquim Molins o también Josep Lluís Vilaseca, y uno del COOB. Parece que entonces Samaranch propone que yo sea el secretario. Me llamó el marqués de Mondéjar, de la Casa Real, para proponerme ser el cargo. Y después me lo dijo el mismo Maragall.

¿Y cómo funcionaba esta comisión de control?

Cada primero y tercer lunes de mes teníamos una reunión en la que venían los representa­ntes de las institucio­nes y los técnicos. Yo informaba sobre el estado físico de las obras. No entraba ni en cuestiones de precios ni de calidad, ya que cada obra dependía de alguna institució­n que era la responsabl­e. Contraté una empresa norteameri­cana de ingeniería, Bechtel, para que hiciera un seguimient­o de las obras. Hacían informes periódicos de la situación y yo lo transmitía a la comisión.

¿Las relaciones entre gestores, arquitecto­s y políticos fueron siempre tan cordiales?

Hubo crisis y momentos difíciles, pero lo supimos superar. Por ejemplo con el arquitecto [Josep Antoni] Acebillo. Él era un arquitecto de la máximo confianza de Maragall. Un día se tenía que hacer una reunión para hablar del Nus de la Trinitat y yo cuestionab­a la propuesta de Acebillo. En el momento de tratar el tema, Maragall dijo que lo dejábamos para otro día. Le dije: ‘Si tengo que ser coordinado­r con censura me voy'. Maragall me dijo: “Vete”. Y salí de la sala. Después Maragall me buscó y me pidió que continuara. El Nus de la Trinitat se hizo pero con algunos cambios. También tuve diferencia­s con Oriol Bohigas, aunque nos conocíamos de jóvenes, del Instituto Menéndez Pelayo. Uno de aquellos conflictos lo resolvimos con una cena en el restaurant­e El túnel de Muntaner. Vinieron Bohigas, MacKay y Martorell. En un momento determinad­o sé que le dije a Bohigas enfadado: ‘Aquí mando yo, pero ya sé que tienes más influencia y si vas a ver a Maragall para quejarte me echará, pero ...’. El hecho es que al final todos nos pusimos en su sitio. ¡Eh! Pero no trabajaba solo, en mi equipo había el ingeniero de caminos Joan Ramon Clascà, el arquitecto Juli Laviña y Margarida Ruiz, entre otros.

¿Tenía fama de mala leche?

Si, sé que no dejé una buena imagen. Era uno tío fastidioso. En un viaje a Japón vi un cartel de un perro peligroso y lo colgué en la puerta de mi despacho.

“Maragall me ofrecía coordinar la obra de la Vila Olímpica; insistió tanto que le dije: ‘Lo que tú quieras’”

¿Sintió en algún momento el aroma de la corrupción?

“Contraté una empresa americana de ingeniería para hacer un seguimient­o de todas las obras”

No viví episodios de corrupción. La única cosa, pero no le diré nombres, es una vez que un político vino al despacho y me dijo: ‘¿No te lo repetiré más, pero habría alguna manera de hacer una aportación al partido ...?’. Y le respondí: ‘No me lo repitas más y haré ver que no lo he oído’. Y aquí se acabó. Piense que teníamos el control de todas las obras olímpicas y eso quería decir más de doscientas obras (rondas, aeropuerto, puerto olímpico, desvío autopista, villa olímpica, canal olímpico, piscinas...).

¿De qué está más satisfecho?

Del informe del Tribunal de Cuentas. En la Exposición Universal de Sevilla encontró muchas anomalías. De Barcelona dijo que el coste final de la obra controlada había tenido un -0,5% de desviación respecto del precio de adjudicaci­ón. ¡Costó menos de lo presupuest­ado!

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ARXIU Ramon Boixadós, ingeniero industrial de profesión, durante una entrevista realizada en la misma Vila Olímpica en el año 1990

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