“Seguir con el actual modelo es un suicidio”
Ernest Cañada, investigador, experto en turismo y autor de ‘Las que limpian los hoteles’
Ernest Cañada ya recogió en el 2015 duros testimonios del trabajo de las kellys, en su libro Las que limpian los hoteles (Icària). Cree que se han producido algunos avances para un colectivo invisible hasta hace muy poco y destaca la sensibilización de parte de los consumidores.
¿Cómo cree que ha evolucionado la figura de las kellys en los últimos años?
Se han producido cambios. Hace tres años era un tema invisible y se ha acabado logrando una discusión pública muy fuerte como ejemplo de malas condiciones salariales, pero también de lucha contra la sobrecarga de trabajo. Las camareras de piso han pasado de tener una representación pública nula a plantear su situación en instituciones europeas, en el Parlamento… La extrema presión hizo que se rebelaran y buscaran formas de movilizarse. Se han convertido en un movimiento plural y complejo. A pesar de que en algunos lugares empiezan a producirse mejoras, aún hay mucho por hacer.
¿En qué momento se encuentra la lucha de estas trabajadoras?
Hay una situación de bloqueo. En Catalunya, los empresarios no quieren discutir sobre la externalización del sector. Prefieren hablar sólo de la subida de sueldos, aunque son cifras bajas en comparación con los beneficios que está generando el turismo. Se está planteando que los trabajadores de empresas de multiservicios vuelvan al convenio del sector, que tengan salarios equiparables. De todas formas, no estoy de acuerdo con que sea una solución.
¿Por qué?
La externalización no es sólo un ajuste de costes, no soy partidario de la división de las actividades troncales en el sector hotelero porque permite dividir a las plantillas y las debilita.
¿La clave entonces es combatir la externalización?
A pesar de que haya barreras a la externalización, como ocurre en Canarias y Baleares por las cláusulas de convenios colectivos previos, las cosas no van bien: se dan sobrecargas de trabajo que repercuten gravemente en la salud de las camareras de piso, se las contrata a tiempo parcial, cuando el número de camas que tienen que hacer provoca que, de facto, trabajen cada día muchas más horas.
¿Qué impacto ha tenido llevar sus duras condiciones de trabajo al debate público?
La precariedad de las camareras de piso en un sector como el turístico que está generando tantos beneficios provocó una reacción de solidaridad e indignación. Hay una mayor sensibilización del consumidor hacia su trabajo, que parte de ellas ha percibido a través de notas, comentarios, propinas… En cambio, los clientes aún no tienen capacidad para discriminar qué tipos de hoteles tratan correctamente a sus trabajadores.
¿Es este el siguiente paso?
La implicación del cliente está sobre la mesa, se irán poniendo pruebas a prueba y todo esto alienta que, en general, haya sectores de trabajadores y consumidores cada vez más fuertes como para poder exigir mejores condiciones laborales. Seguir con el actual modelo es un suicidio. La mayoría de empresarios apuesta por externalizar y aguantar el chaparrón; otros son partidarios de mejorar algo las condiciones salariales; y otros creen que el sector tiene una imagen muy negativa y están perdiendo calidad en el servicio. Pero estos últimos no quieren destacar. Y esto bloquea la situación.