‘Smartizando’
Hablamos mucho de las smart cities, las ciudades inteligentes. Es uno de los temas que me ilusionó hace más de cuarenta años cuando empezaba mi carrera profesional. En Barcelona se hablaba mucho del tema, pero me fui a estudiar mi doctorado a Harvard y allí se estaban ya haciendo experimentos. Una empresa que se llamaba Identicon había inventado los códigos de barras y estaba haciendo un proyecto piloto para racionalizar el tráfico en Filadelfia colocando etiquetas con los códigos de barras en coches y sensores que los leían y, en función del tráfico, se operaban los semáforos. En Barcelona, se crearon empresas basadas en ideas para agilizar el tráfico y hay que tener en cuenta que en 1970 había muchos menos coches, pero también había menos infraestructuras.
El concepto de la smart city llevó también a la aparición de propuestas en todo el mundo para hacer túneles. Uno de los líderes de aquella idea fue el profesor Frank Davidson, del MIT, de quien tengo media docena de libros de aquellos años sobre la importancia de los túneles y todo lo que se puede hacer para conectar con agilidad el mundo. Organicé desde el Iese en 1985 lo que se llamó Asociación Española de Macroingeniería y allí colaboraron con entusiasmo como miembros oficiales de la asociación instituciones y empresas como la Oficina Olímpica, con Josep Miquel Abad; el gobierno vasco, con Carlos Aldasoro; Autopistas Mare Nostrum, con José Luis Ceron-Ayuso; José Lladó, de Técnicas Reunidas; Juan Molins, de Cementos Molins; Jorge Mercader, de la Empresa Nacional Bazan, Eusebio Díaz Morera y Rafael Villaseca, de Túnel del Cadí; Carlos Ponsa, del Port de Barcelona; Josep Pintat, del Gobierno de Andorra; Pedro Ortun, del Ministerio de Industria; Julián García Valverde, de Renfe; y Fernando de Caralt, de Construcciones Aeronáuticas, entre otros. Organizamos eventos importantes trayendo a personajes como Frank Davidson a hablarnos de túneles.
En aquellos tiempos, gracias a su influencia, Boston construía montones de túneles que hoy agilizan el tráfico. Pero Davidson quería hacer un túnel submarino entre New York y Londres con un tren electromagnético dentro que haría el recorrido en algo así como una hora y había hecho una prueba piloto alrededor del MIT. En España también hacíamos túneles, nosotros –como los del Cadí o Vallvidrera–, pero uno de los miembros de aquella Asociación Española de Macroingeniería, Alfredo Villanueva, responsable de la Sociedad Española de Estudios para la Comunicación fija a través del estrecho de Gibraltar nos explicó el túnel que se iba a hacer allí para emular el túnel bajo el canal de la Mancha o el túnel de Seikan en Japón.
Pero de repente, todo aquello se acabó. Ni smart cities ni túneles, solo atascos brutales. Dejamos de hablar de los temas como si estuviese prohibido. Las ingenierías, consultoras, financieras, que habían trabajado en estos campos se buscaron otras cosas para seguir en marcha. La Asociación Española de Macroingeniería dejó de reunirse y supongo que sus miembros ni se acuerdan de los encuentros que tuvimos. Incluso realizamos alguno junto con The American Society for Macro-Engineering, que fue la primera en crearse, en Estados Unidos, muy alrededor del MIT, en Boston, y que también desapareció.
Me alegra mucho que vuelva a hablarse de smart cities y ojalá volviésemos a hablar de túneles. Podríamos hacer de Barcelona la ciudad con el tráfico más ágil del mundo simplemente con las ideas de hace 40 años hiperpotenciables con la tecnología de hoy. Claro que para esto necesitaríamos gente en la administración que tuviese conocimientos tecnológicos, entusiasmo, cariño hacia Barcelona, visión de largo plazo y mucha de esta gente se ha ido a otros sitios porque aquí se aburre. A ver si somos un poco más smarts.
Podríamos hacer de Barcelona la ciudad con el tráfico más ágil del mundo con las ideas de los setenta