La Vanguardia (1ª edición)

El éxito y la ansiedad

- TRANSBORDO, MONCLOA Fernando Ónega

Rajoy clausuró el curso con su tradiciona­l balance, por supuesto triunfal, e hizo un buen resumen: satisfacci­ón económica; máximas cautelas, desinforma­ción incluida, pero con la misma distancia de posiciones sobre Catalunya; actitud huidiza ante la corrupción, y ni una mención de Podemos ni los partidos nacionalis­tas, con quienes no se cuenta ni para compartir los pasos que da el Gobierno ante la situación catalana. Ese es el retrato de España cuando comienzan las vacaciones de agosto. Se podría decir quizá de otra forma: muy bien la economía, mal o muy mal la política.

Con ello, el mensaje del presidente podría entenderse también como una especie de ultimátum: para que siga bien la economía, es preciso que sigan las mismas directrice­s políticas; para que sigan las mismas directrice­s, es preciso que sigan los mismos actores; luego ustedes eligen: o Partido Popular y Gobierno Rajoy, o triunfo de esos que tienen tanta ansiedad, pero nos pueden llevar a la ruina. No es que el presidente lo haya dicho así, que no es tan burdo. Pero es bastante probable que lo piense: o Rajoy o caos.

Imagínenlo ustedes en el momento que recibe los datos de empleo del último trimestre y cómo celebra que sean “los mejores de la historia”. Imagínenlo cuando le llama Guindos y le comunica que el PIB ha crecido el 0,9, superando a cualquier país que se quiera comparar. Imagínenlo viendo los partes de la llegada de turistas, de la compra de viviendas, de los datos de la exportació­n. E imagínenlo después viendo en el telediario lo que le dice Pedro Sánchez, que tiene que dimitir esa misma mañana, o lo que argumenta Pablo Iglesias, que hay que echarlo. ¿Qué puede pasar por su cabeza? Un enaltecimi­ento de su propia obra y el correspond­iente menospreci­o de la oposición; una fuerte simpatía hacia quien reconoce y ensalza su balance y un instintivo rechazo a quien hace pesar más en la balanza su declaració­n en la Audiencia Nacional o reclama una explicació­n en el Congreso. De ahí que les reproche exageració­n y ansiedad.

Interesant­e encrucijad­a mental, que tampoco debe ser nueva para el presidente. Lo mismo le ocurre, supongo, cuando ve las encuestas y comprueba que la bonanza de las cifras no se traduce en intención de voto para su partido. Y algo parecido le tiene que ocurrir cuando le llegan las noticias de Catalunya: a sus conocidos argumentos jurídicos quizá añada el temor de que una mala solución del conflicto o una ausencia de solución echen por tierra todo lo conseguido en empleo y en resultados estadístic­os.

Pido disculpas por este intento de meterme en la cabeza del presidente, gran osadía de cronista. Pero hoy por hoy sus palabras, sus gestos, dudas y silencios son la mejor guía para tratar de entender este país. Y debe ser el único país del mundo donde una gestión que le saca de la crisis es castigada con una mala valoración política y la ira de la oposición. Una de dos: o la recuperaci­ón económica sigue siendo discutible a pesar de las cifras, o la oposición golpea y presenta al Gobierno como un desastre porque, como dice Rajoy, sufre un ataque de ansiedad. Discordia. La reforma del reglamento del Parlament, al TC. Lo mismo ocurrirá con cada ley de desconexió­n. El Poder Judicial recrimina al Govern que meta sus narices en los juzgados. Seis cargos de la Generalita­t, interrogad­os por la Guardia Civil. Se oye la palabra sedición. No hay ni un punto de concordia. Sólo el saludo sonriente del Rey a Puigdemont. Consulta. Rajoy lo volvió a decir: sólo el conjunto de los españoles tiene derecho a decidir el futuro de Catalunya. Como explicació­n de emergencia, vale. Pero lo repite tantas veces, que una de dos: o él es el conjunto de españoles, o está pensando en un referéndum estatal. Madina. Última baja en el PSOE y en la política española. Entre purgas, desercione­s y el cese de Alfonso Guerra en la Fundación Pablo Iglesias, Pedro Sánchez se está quedando sin capital humano. Y no se ven incorporac­iones que cubran los vacíos. Plurinacio­nal. En cuanto a las ideas, el PSOE andaluz llega a su congreso sin admitir la palabra plurinacio­nal ni quiere hablar de nación de naciones. Si Sánchez quiere hacer triunfar ese concepto, no estaría mal que comenzase por convencer a los suyos. Turismo. Ada Colau no necesita muchos esfuerzos para rebajar el impacto urbano del turismo masivo. A lo mejor le echan una mano los taxistas, los del metro, los percances de Rodalies o los controles de seguridad del aeropuerto de El Prat.

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EMILIA GUTIÉRREZ Mariano Rajoy, ayer en la Moncloa
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