“He perdido los zapatos, igual que en el cine”
Una víctima del siniestro relata el desconcierto y el miedo que vivieron los pasajeros
Apenas pasaron unas décimas de segundo entre el momento en el que Félix Serrano se dio cuenta de que el tren se pasaba del punto donde acostumbra a parar y el ruido que repite una y otra vez cuando rememora los hechos: “Crac”. Más que el estruendo provocado por el impacto del tren contra la topera de la estación, él recuerda el crujido del hueso de su pierna cuando los pasajeros que tenía alrededor impactaron unos contra otros.
Félix, 62 años y vecino de Creixell, viajaba en el primer vagón del tren accidentado. Se había levantado unos segundos antes y se agolpaba frente a la puerta más cercana a la cabina del maquinista junto a una docena de viajeros. Aunque Félix iba con tiempo suficiente para abrir tranquilamente la persiana del almacén de material eléctrico en el que trabaja, se situó frente a la puerta donde se ponen aquellos viajeros que tienen más prisa, quienes salen corriendo de la estación camino de sus obligaciones.
“El tren iba a poca velocidad, a punto para frenar, como siempre, pero ha faltado el frenazo final”, rememora cinco horas después tumbado en una cama de urgencias en el hospital Clínic. Y “crac”, repite, “todos caídos por el suelo, unos encima de los otros”. El desconcierto inicial mutó en gritos e histeria. “Un hombre insistía en que había perdido el teléfono, yo es de lo que menos me preocupaba en ese momento”, explica Félix, que se define como una persona muy nerviosa pese a narrar los hechos con total frialdad, tal y como asegura que ha reaccionado ante el accidente. “Me he quedado tumbado con la pierna inmovilizada hasta que han llegado los bomberos”, para los que sólo tiene palabras de agradecimiento. Habla de Toni, el bombero que lo sacó del vagón y estuvo a su lado en todo momento, hasta que lo subieron a una ambulancia de camino al hospital.
Toni fue también el que recuperó su calzado. “Había perdido los zapatos, han debido salir volando cuando el choque, ¡yo pensaba que eso sólo pasaba en las películas!”, dice Félix sin perder el buen humor. Más que en el cine ahora piensa en los libros que se leerá durante la larga convalecencia que le espera. “Entonces me di cuenta de que yo también había perdido mi teléfono”. Otro pasajero le prestó su aparato. Félix llamó a su jefe para decirle que su tren había tenido un accidente, que seguramente no podría ir a trabajar. Luego llamó a su casa y le explicó lo ocurrido a su nuera. En su cabeza aún resonaba las sirenas y los gritos de pánico.
La fractura de tibia y peroné requiere que pase por quirófano en los próximos días. Luego estará entre seis y ocho meses de baja. Su mujer, bastante más preocupada que el accidentado, todavía no sabe cómo va a estar tanto tiempo quieto, lo ve prácticamente imposible. “Sin poder bañarme pero con los nietos en casa”, apostilla Félix esforzándose en buscar la parte buena de las consecuencias de su accidente.
Aunque el tren iba a frenar, el choque fue tan virulento que los pasajeros cayeron los unos sobre los otros