Thierrée genial y generoso
Autor y dirección: : James Thierrée Lugar y fecha: Teatre Lliure (M) 26-27/VII/2017
Conocí a James Thierrée (Lausana, 1974) en uno de los primeros años ochenta del siglo pasado, cuando era una criatura de 7 o 8 años espabilada y feliz, enrolada en la compañía de Victoria Chaplin, su madre, llegada a Barcelona para representar Le Cirque Invisible en el marco del Memorial Xavier Regàs. El futuro genio del lenguaje gestual y de las fantasías escenográficas más arriesgadas e innovadoras, se pasó una parte importante de su infancia, adolescencia y primera juventud devorando en todos los sentidos las creaciones artísticas de la troupe materna, de manera que los primeros espectáculos que dirigió eran un estallido de impresiones almacenadas que de repente deslumbraban a todo el mundo.
Como creador multipremiado lo vimos en el 2007 en el TNC con La Veillée des abysses cuando ya hacía nueve años que había empezado su carrera profesional. Y en el 2011 repitió su visita al TNC con Raoul. Este tipo de familiaridad con el nieto de Charles Chaplin, se puede decir que, de entrada, ha privado La grenouille avait raison –su último espectáculo presentado en el Lliure– de una cierta capacidad de sorpresa. La otra noche se experimentaba, en efecto, un grado de fascinación suficientemente conocido, cuando el inmenso telón resplandeciente desaparecía, arrastrado hacia el ángulo superior del escenario y descubríamos un planeta de las maravillas misteriosas, creado por el propio James Thierrée, autor, “además”, de la música del espectáculo con las canciones de Ofélie Crispin.
Un complicadísimo sistema mecánico garantizaba la exacta y enigmática coreografía de objetos voladores, mientras los brazos y la mata de pelo de una pianista aplatanada, eran lanzados a la pista furiosamente. La mujer, monstruo mutilado, se reponía, sin embargo, enseguida y era una bailarina-actriz de las dos que no paran, arriba y abajo. La otra se había subido al punto más alto de la escena. De entre los seis intérpretes, un personaje especialmente escalofriante, salía del telón del fondo e intervenía para agitar los encuentros más o menos amistosos de los otros. Y con los gags de los platos metálicos el juego de contrariar llegaba a un fantástico paroxismo.
James Thierrée, actor principal, ha sabido dirigir La grenouille... con una discreción magistral. Es decir, con una autoridad invisible. De vez en cuando, sin embargo, se ha reservado un primer plano y este es el momento del virtuosismo gestual y más extraordinario que el lector puede imaginar. Se pregunta Thierrée: “¿Por qué mi cuerpo se articula en general al revés de lo que sería natural?” La cuestión viene de la explosión de una pantomima original y única. Todo el cuerpo del artista convertido en una máquina para suscitar habilidades inquietantes, figuras contra natura, movimientos insospechados. He aquí el artista genial y generoso haciendo surgir un árbol imponente de la semilla que plantó hace 100 años a su abuelo universal.