El bufón de Hollywood
Mel Brooks representa el humor judío norteamericano junto a Woody Allen. Ha institucionalizado en Hollywood el arte de la parodia con estilo inconfundible. Descarnado, audaz, polifacético y oportunista. Actúa, dirige, escribe y compone. Todo en presente de indicativo porque a sus 91 años sigue en activo. Acaba de actuar en Las Vegas con su show y se deja agasajar por las élites. Sus raíces germanas y rusas desdicen el aire de patricio romano que desprende, más hedonista que cualquier mediterráneo autóctono. En el 2009 recibió el premio Kennedy de artes escénicas y en el 2016 en el recibimiento de la medalla estadounidense de manos de Obama bromeó con bajarle los pantalones. Como buen bufón incluso en ocasiones se ha declarado amante del mal gusto.
Melvin James Kaminsky nació en junio de 1926 en el barrio neoyorquino de Brooklyn en el seno de una familia judía. Era el menor de cuatro hermanos. Cuando tenía dos años murió el padre. Después ha reflexionado que sus comedias son un disfraz a la furia que uno siente por los golpes prematuros de la vida. Son razones para un oficio, como el hecho de que fue un niño pálido, asediado por sus compañeros de clase, que de mayor se convirtió en un comediante desacomplejado.
El tío Joe, que por ser taxista conseguía entradas gratuitas para los teatros de Broadway, le acompañó a un show. Mel tenía nueve años y quedó fascinado hasta el punto de que vio en ello su futuro profesional. Antes fue reclutado en la Marina y embarcó hacia el frente francoalemán en el que estuvo tres meses hacia el final de la Segunda Guerra Mundial. Brooks empezó a trabajar tocando la batería y el piano, actuando de monologuista y escribiendo guiones para la televisión. En 1953 se casó con la bailarina Florence Baum, con quien tuvo tres hijos. En 1964 del matrimonio con Anne Brancfort, la actriz de El graduado, tuvo otro hijo. Establecido en Hollywood alcanzó el primer éxito en 1965 como creador de Superagente 86, una serie también muy popular en TVE. Maxwell Smart, un espía patoso, fue sin duda un precedente del aclamado inspector Clouseau de Peter
El cineasta, guionista, actor, director y músico sigue actuando a sus 91 años con su humor estridente
Sellers. El filón de parodias de Mel Brooks fue explotado inmediatamente en sus películas. Los productores (1968) obtuvo el Oscar al mejor guión el año siguiente. A partir del 2000 fue convertido en musical y representado en todo el mundo. En España se estrenó una versión en el 2006 con Santiago Segura y José Mota de protagonistas.
Después vendrían El misterio de las doce sillas (1970), Sillas de montar calientes (1974), una parodia de las películas de Oeste, El jovencito
Frankenstein (1974), un filme de culto muy celebrado, Máxima ansiedad (1977), un repaso humorístico al universo psicológico de Alfred Hitchcock, La loca historia del mundo (1981), To be or not to be (1983), un remake de la hilarante comedia de Ernst Lubitsch y otras tantas sátiras sobre películas y personajes famosos como Robin Hood, Drácula... Brooks maneja un sentido del humor estridente, de trazo grueso, cercano al teatro del absurdo. Representa la fusión entre Luigi Pirandello y Jean-Luc Godard con el añadido de Eugène Inesco y Groucho Marx. En fin, material posmoderno. Ha producido también títulos alejados de su sello personal como El hombre elefante ,un drama dirigido por David Lynch, y
Frances, basada en la biografía de la actriz Frances Farmer, que interpretó Jessica Lange.
El artista es senador por el estado de Nueva York. En su diálogo preferido –entre el montón de guiones que ha escrito– un personaje pregunta a otro adónde va y este responde que hacia ninguna parte en particular. “¿Hacia ninguna parte? Este es el lugar al que siempre he querido ir”. Así es él, desconcertante y rompedor. También un apóstol de la industria del espectáculo.