Alfonso Guerra
Privar al socialista andaluz contemporáneo más ilustre –mejorando a Felipe González– de la presidencia de la Fundación Pablo Iglesias es una gran torpeza de Sánchez. Alfonso Guerra tiene para el PSOE y para la izquierda una especial significación que enlaza con la transición y los mejores años del socialismo hispano. Su ruptura con González no le ha sepultado políticamente, sino que le ha convertido en una figura singularísima del espacio público español. Ácido, entrañable cuando quiere y siempre agudo, el otoño vital de Guerra debía enmarcarse en una coreografía acorde con su trayectoria y se la proporcionaba la fundación socialista creada en 1926. Solera de la entidad con solera de su presidente. No se sabe por qué Sánchez ha roto esa armoniosa mixtificación.