¡Oro a la vista!
Desde antes de que empezaran los Juegos de Barcelona había grandes esperanzas en torno a lo que podrían hacer los regatistas españoles en casa. Tras las dos primeras regatas las previsiones se estaban empezando a cumplir. ¡Oro a la vista! titulaba la portada del suplemento de La
Vanguardia. Hasta siete de las diez embarcaciones españolas tenían opción de medalla. La flota anfitriona iba tomando posiciones y CalafatSánchez Luna en 470 y Van der Ploegg en Finn ya encabezaban sus clases respectivas. También desde el Port Olímpic llegaban noticias de otra índole. Con cien cañones por
banda, titulaba Domingo Marchena en una crónica que versaba sobre las medidas de vigilancia. La Guardia Civil, con más de 1.000 agentes, y la escolta del entonces príncipe Felipe convertían en inexpugnable la zona.
Mientras, en las piscinas Picornell el ruso Evgeni Sadovyi, de 19 años, lanzaba su candidatura a héroe olímpico. El nadador logró en esa jornada el récord del mundo de los 400 libre y se colgó su tercera medalla de oro en tres días, toda una sensación, al menos en aquellos tiempos en los que no había un Michael Phelps que arrasara con todo en las piletas. “Estoy muy contento pero la verdad es que creo que todavía puedo nadar más rápido”, decía un Sadovyi que vivió sus mejores días en Barcelona. En cambio no corrían buenas tiempos para el equipo estadounidense de natación, con sólo dos títulos en nueve pruebas. Poco para lo que es costumbre. También se llevó una decepción Sergi López, bronce en Seúl, y que en Barcelona no pudo pasar de la cuarta plaza porque la final de 200 metros fue demasiado rápida para él. Se quedó a un paso del cajón.