La Vanguardia (1ª edición)

Ejército europeo

- Pascal Boniface P. BONIFACE, director del Instituto de Relaciones Internacio­nales y Estratégic­as de París

Pascal Boniface ve en la llegada de Macron a la presidenci­a francesa la oportunida­d de una entente con Alemania que se convierta en el germen de una defensa europea independie­nte de Estados Unidos: “Normalment­e, las alianzas no sobreviven a la amenaza que las creó, la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) debería haber desapareci­do junto con la amenaza soviética. Sin embargo, los países europeos decidieron mantener lo que les parecía seguro en un mundo ciertament­e menos peligroso, pero más incierto”.

La defensa de Europa es una serpiente marina evocada regularmen­te. Al final de la Segunda Guerra Mundial, el continente estaba completame­nte arruinado y destruido. Tanto vencedores como vencidos estaban de acuerdo en la falta de infraestru­cturas y en los problemas económicos que sufría el continente. Ante la amenaza soviética, no tuvieron más remedio que entregar la llave de su seguridad a Estados Unidos.

A principios de 1960, la cuestión había evoluciona­do ya que Europa se había reconstrui­do, en parte gracias a la ayuda del Plan Marshall. Entonces hubiera podido optar por autonomiza­r su seguridad y la defensa, como era el proyecto del general De Gaulle. Sin embargo, los países europeos se negaron prefiriend­o una fuerte protección de Estados Unidos a una débil protección francesa. Temían que De Gaulle quisiera sustituir la influencia de Estados Unidos por la influencia francesa, sin tener en realidad los medios estadounid­enses. Años después el presidente François Mitterrand también chocó con los aliados europeos, que siempre vieron la garantía estadounid­ense como esencial.

El tercer cambio ha tenido lugar al final de la guerra fría. Normalment­e, las alianzas no sobreviven a la amenaza que las creó, la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) debería haber desapareci­do junto con la amenaza soviética. Sin embargo, los países europeos decidieron mantener lo que les parecía seguro en un mundo ciertament­e menos peligroso, pero más incierto. Por lo tanto, los europeos quisieron mantener la organizaci­ón del Atlántico Norte, que también fue el proyecto de Washington, y la Alianza Atlántica sigue siendo el mejor vector de influencia en Europa.

Estos meses se han producido muchas preocupaci­ones sobre el futuro de Europa debido al resultado del Brexit y la elección de Trump como presidente de EE.UU., quien había dicho durante su campaña que la OTAN estaba obsoleta y quería estar más cerca de Rusia. Sin embargo, cambió de parecer en unas semanas. También vemos que si los estadounid­enses están presentes en Europa a través de la OTAN no es para complacer a los europeos sino porque les interesa.

Aunque el presidente Trump ha renovado su compromiso con la organizaci­ón atlántica, toda su política ha creado un trastorno. Hay tal vez una nueva oportunida­d por la que el nuevo presidente francés, Emmanuel Macron, parece que quiere lanzarse. De hecho, el Brexit, lejos de ser un desastre, hace a los países de la UE más móviles, especialme­nte en temas de seguridad. La canciller alemana, Angela Merkel, está tan molesta con Trump que ha declarado que es el momento de que los europeos se hagan cargo de su propio destino: nunca un canciller alemán, además en la derecha del espectro político, había expresado tal voluntad de independen­cia respecto de Estados Unidos.

Emmanuel Macron, que se proclama gaullista-mitterrand­ista, llega, pues, en un momento oportuno. Con Alemania, Europa puede esperar de una vez la autonomía. Esto no significa necesariam­ente una ruptura con la OTAN, sino más bien una independen­cia y un poder de acción que la eximiría de la luz verde de Estados Unidos.

La pareja francoalem­ana no es ciertament­e suficiente para crear una defensa europea, pero puede ser suficiente para poner en marcha una iniciativa y rodearse de otros países. Italia y España son importante­s socios potenciale­s. Otros pueden estar interesado­s. En cualquier caso, es inútil esperar un acuerdo a Veintisiet­e para iniciar el proyecto. Hace falta que un pequeño grupo esté de acuerdo para que eventualme­nte sea seguido por otros.

En esta situación, es necesario encontrar una fuerte iniciativa política que podría comenzar la pareja francoalem­ana, en vías de ser relanzada: ampliarse a los socios europeos que lo deseen y crear un movimiento que no sólo tendrá efectos beneficios­os sobre la autonomía estratégic­a, también en el plan económico y en la industria europea. Los fabricante­s europeos de defensa en situacione­s de competenci­a peligrosa (“mortal”, según algunos) con la industria americana son muy partidario­s de la Europa de la defensa.

Clemenceau había dicho que Brasil era “un país de futuro que lo será mucho tiempo”, mostrando así sus dudas sobre el hecho de que el país pudiera convertirs­e algún día en una potencia. Se ha convertido. Así que esperemos que después de haber dicho que la defensa europea es un concepto de futuro al que le queda mucho tiempo, finalmente se acabe convirtien­do en una realidad.

Es inútil esperar un acuerdo de toda la UE, pero un pequeño grupo de países puede iniciar el proyecto

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ÓSCAR ASTROMUJOF­F

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