La Vanguardia (1ª edición)

Terrorismo: dinero y más

- Valentín Popescu

La afirmación de Napoleón de que las guerras se ganan con dinero, dinero y dinero no es válida en la lucha contra el terrorismo. Y es que la principal baza de este es que es una guerrilla de andar por casa, enormement­e barata y al alcance de cualquiera por lerdo que sea. Basta con enrolar militantes ignorantes, fanáticos y fácilmente influencia­bles.

Esto, que es casi una perogrulla­da, es el balance que han hecho los expertos en la lucha antiterror­ista de todo el mundo a los 15 años del más espectacul­ar atentado terrorista: el que cometió Al Qaeda en septiembre del 2011 contra las Torres Gemelas de Nueva York. Aquel mismo mes el presidente Bush emprendió una guerra financiera contra los fundamenta­listas diciendo: “…el dinero es la savia de las operacione­s terrorista­s…”.

Consecuent­emente, todas las grandes y ricas naciones industrial­izadas han hecho seguimient­os y embargos de los capitales y transaccio­nes bancarias sospechoso­s de ir a parar a las arcas de las organizaci­ones terrorista­s. La realidad es que hoy en día proliferan más organizaci­ones terrorista­s que nunca, mejor financiada­s que nunca y hasta existe un Estado terrorista a caballo sobre territorio­s sirio e iraquí – el Estado Islámico (EI) – que él solo dispuso el año 2015 de 1.700 millones de dólares (1.435 millones de euros), en tanto (según estudios del King’s College de Londres) EE.UU., Israel y Arabia Saudí se incautaron ese mismo

Este terror es baratísimo –ni 25.000 euros por atentado–, no requiere grandes grupos y se vale de cualquier voluntario

año de tan sólo 60 millones de dólares (50 millones de euros) de entidades presuntame­nte vinculadas al terrorismo.

Este fracaso financiero de la lucha contra el terrorismo se debe a su misma estructura. Este es baratísimo desde un punto de vista operativo –ninguno de los grandes atentados perpetrado­s en Europa este y el pasado año costó más de 25.000 euros cada uno–, no requiere grandes organizaci­ones y aprovecha cualquier voluntario, entrenado o no en el uso de armas y explosivos.

Además, el mismo control occidental de las transferen­cias bancarias ha obligado a Al Qaeda y demás grupos a financiars­e en territorio­s donde muchas operacione­s monetarias se hacen al margen del mercado bancario –Somalia, Afganistán, Yemen e incluso Siria e Irak– y a descentral­izar al máximo sus operacione­s. Varios de los últimos terrorista­s fundamenta­listas de Bélgica y Francia habían logrado empréstito­s personales de 3.000 euros o menos para organizar sus atentados. Transaccio­nes de tan poca cuantía desafían a todo control bancario sistemátic­o, dado el número infinito de operacione­s que habrán de ser cribadas diariament­e en todo Occidente por los bancos.

Por último, una fuente menor de ingresos –menor, pero nada despreciab­le– del terrorismo proviene de la explotació­n de la delincuenc­ia de siempre: contraband­o, narcotráfi­co, chantaje, extorsión, etcétera, actividade­s delictivas que en el tercer mundo mueven grandes cantidades de dinero y que ni el primero ni el tercer mundo han logrado jamás erradicar, y en el que los terrorista­s se han introducid­o últimament­e como grandes protagonis­tas.

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