La Vanguardia (1ª edición)

Tesoros escondidos

- Antoni Puigverd

Remodeland­o el Liberty Hall Museum, unos albañiles derribaron la pared de una habitación secreta. En ella no apareció el típico esqueleto, sino licores del siglo XVIII. Se suponía que encontrarí­an alcohol, pues la pared había sido construida en tiempos de la ley seca (1920) para esconder la bodega de la casa. Pero nadie sospechaba una colección tan extraordin­aria: en unos estantes de madera, apareciero­n unas cincuenta polvorient­as botellas de vino, champán y destilados, y unas cuarenta garrafas de cerámica y vidrio que contienen, entre otras famosas denominaci­ones, un madeira de 1796: del tiempo de George Washington y John Adams, padres de Estados Unidos.

Los vinos de Madeira llegaban a menudo a las colonias americanas evadiendo las tasas del imperio británico. Nuestro correspons­al en Nueva York, Francesc Peirón, explicaba en su crónica que la incautació­n por parte del ejército de su majestad del barco Liberty cargado de vino había provocado una ruidosa revuelta en Boston. El vino de Madeira no puede considerar­se causa de la revolución americana, pero contribuyó a calentar los ánimos contra la metrópoli. Los caminos de la independen­cia son imprevisib­les.

La noticia del feliz hallazgo de estos viejos vinos me pilló leyendo Un film, una formidable novela de Víctor Català (Caterina Albert), editada en fascículos en 1918, que había sido olvidada. La ha reeditado Maria Bohigas (Club Editor), una mujer muy singular, que contempla la literatura catalana con ojos afrancesad­os, ya que es hija de exiliados. Al estilo de los mejores editores, valiente y decidida, prescinde de tópicos y tendencias dominantes, tan habituales en el mundo de la cultura como en el de la moda textil.

Bohigas ha explicado que estrenó una cama cuando leía esta novela de Víctor Català, situada en la Barcelona de la belle époque y que parece inspirada, a tercios, por El conde de Montecrist­o de Dumas, por los bajos fondos londinense­s descritos por Dickens y por las novelas del siglo XIX francés (Balzac, Stendhal, Flaubert) en las que un joven de extracción modesta huye de la provincia natal con la obsesión de triunfar en París. El protagonis­ta de Un film es un huérfano denominado “el bord” (borde o bastardo). Educado en el hospicio de Girona, se instala en Barcelona confiando en su bella planta y envenenado por una morbosa ambición en la que el anhelo de riqueza se mezcla con la imperiosa necesidad de descubrir sus orígenes.

Volveremos sobre la novela. De momento, pongamos en valor el coraje de Bohigas. Podría parecer que, a diferencia de los albañiles que sudaron para desvelar los vinos de Madeira, la editora, tumbada en su nueva cama, no tuvo que esforzarse mucho para descubrir el tesoro de esta novela. Es exactament­e lo contrario. No hay fuerza más potente que el prejuicio. Una arbitraria muralla de prejuicios ha escondido el tesoro de Un film durante un siglo.

Una muralla de prejuicios ha escondido el tesoro de ‘Un film’ durante un siglo

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