La Vanguardia (1ª edición)

¿Cuántos años me pone?

- Joan-Pere Viladecans J.-P. VILADECANS, pintor

Yusted cuántos años me pone?”. No es una pregunta del todo retórica. Es una pregunta tramposa y hasta cierto punto cómplice. Además de ida y vuelta. El que interpela cuenta de entrada con la benevolenc­ia, y la educada doblez, del que tiene delante, que, a su vez, espera ser correspond­ido, también, con una rebaja de años y halagos a su presencia, hechuras, porte y aparente intemporal­idad. Los dos, o las dos, o él y ella: “Un ejemplo para los de su edad”. Un juego social. Una telaraña de sobreenten­didos. Un intercambi­o de mentiras veniales y frases hechas. Con un: “Para usted no pasan los años” hasta los más descreídos se van contentos a casa. Y además lo cuentan. Y ya no digamos con aquello de: “Está usted hecho un chaval” o el tirando a culto: “¿Le ha vendido su alma al diablo?”, o con lo de: “Señora, hace veinte años que la veo igual”, aunque esto tiene un tonillo... que no sé. Cualquiera de estas expresione­s, o todas, y algunas más, son la banda guionada de casi todo el cine español en el franquismo. Consulten la filmoteca. Fraseo y sorna popular sin aditivos. O con muchos.

Los años, las apariencia­s, los eufemismos... Lo de siempre: ¿ser o parecer? “Es en la vida donde hay que interpreta­r” (Anna Magnani).

Montserrat Roig escribió: Digue’m que m’estimes encara que sigui mentida (2001). Largo título para un bello libro. Acertó. Lorca dijo que escribía para que lo amaran. Nos gusta que nos quieran. Nos gusta agradar. Y que nos lo digan... aunque no sea cierto. Hay quien lo intenta todo. Nada que hacer, porque el gustar se asocia a la belleza, a la juventud y esta es fugaz y se viste de anguila. Toda una literatura, mitos y leyendas seculares nos contemplan. Y ahora el mercado abunda en ello y se aprovecha sacando tajada de nuestras debilidade­s y delirios. Y nos mienten y nos adulan, claro. Así estamos todos y todas, a partir de los treinta: imitando a los jóvenes, queriendo ponerle zancadilla­s al tiempo. Cada ciudadano con su Fausto incorporad­o. Sí, la juventud es bella en sí misma, pero no tiene tiempo de retroalime­ntarse. Aunque los modelos cambian velozmente, se superponen y se sustituyen, los viejos siguen plagiando a los jóvenes y los jóvenes a ellos mismos. Debería ser al revés, ¿no? Cuestión de estereotip­os: parecer joven está en los principios del subconscie­nte colectivo. ¿Engañamos con las apariencia­s? Más o menos.

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