¿Cuántos años me pone?
Yusted cuántos años me pone?”. No es una pregunta del todo retórica. Es una pregunta tramposa y hasta cierto punto cómplice. Además de ida y vuelta. El que interpela cuenta de entrada con la benevolencia, y la educada doblez, del que tiene delante, que, a su vez, espera ser correspondido, también, con una rebaja de años y halagos a su presencia, hechuras, porte y aparente intemporalidad. Los dos, o las dos, o él y ella: “Un ejemplo para los de su edad”. Un juego social. Una telaraña de sobreentendidos. Un intercambio de mentiras veniales y frases hechas. Con un: “Para usted no pasan los años” hasta los más descreídos se van contentos a casa. Y además lo cuentan. Y ya no digamos con aquello de: “Está usted hecho un chaval” o el tirando a culto: “¿Le ha vendido su alma al diablo?”, o con lo de: “Señora, hace veinte años que la veo igual”, aunque esto tiene un tonillo... que no sé. Cualquiera de estas expresiones, o todas, y algunas más, son la banda guionada de casi todo el cine español en el franquismo. Consulten la filmoteca. Fraseo y sorna popular sin aditivos. O con muchos.
Los años, las apariencias, los eufemismos... Lo de siempre: ¿ser o parecer? “Es en la vida donde hay que interpretar” (Anna Magnani).
Montserrat Roig escribió: Digue’m que m’estimes encara que sigui mentida (2001). Largo título para un bello libro. Acertó. Lorca dijo que escribía para que lo amaran. Nos gusta que nos quieran. Nos gusta agradar. Y que nos lo digan... aunque no sea cierto. Hay quien lo intenta todo. Nada que hacer, porque el gustar se asocia a la belleza, a la juventud y esta es fugaz y se viste de anguila. Toda una literatura, mitos y leyendas seculares nos contemplan. Y ahora el mercado abunda en ello y se aprovecha sacando tajada de nuestras debilidades y delirios. Y nos mienten y nos adulan, claro. Así estamos todos y todas, a partir de los treinta: imitando a los jóvenes, queriendo ponerle zancadillas al tiempo. Cada ciudadano con su Fausto incorporado. Sí, la juventud es bella en sí misma, pero no tiene tiempo de retroalimentarse. Aunque los modelos cambian velozmente, se superponen y se sustituyen, los viejos siguen plagiando a los jóvenes y los jóvenes a ellos mismos. Debería ser al revés, ¿no? Cuestión de estereotipos: parecer joven está en los principios del subconsciente colectivo. ¿Engañamos con las apariencias? Más o menos.