Postal de Font-romeu
Font-romeu es uno de esos pueblos que parecen más cerca de Barcelona cuando miras Google Maps que cuando recorres la distancia real. Típico viernes de verano, de lagartija y grillos, precedido por la histeria general sobre el colapso de movilidad, con accidentes de tren, celo controlador en El Prat, operación salida y taxistas exaltados. El paisaje invita a una serenidad budista y a destilar reflexiones de alto voltaje patriótico. Como no se me ocurre nada que esté a la altura de las vistas, compro un saucisson en un puesto del mercado y me lo zampo a mordiscos, así, en plan caníbal. El pueblo está pensado para acoger a esquiadores y montañeros, que en verano son sustituidos por turistas y excursionistas. Los comercios, a medio gas, se agarran al clavo ardiente de las rebajas y a plats du jour con más ensalada que chicha.
Aquí la catalanidad se expresa a través de banderas de antes del proceso y en el festival del libro Altitudes abundan las referencias a la Catalogne ,al rugby de la USAP y a un país destruido por la especulación. Uno de los libros expuestos es explícito: Midi se meurt, sauvons-le! Su autor, Philippe Villemus, es hijo de Sète y se sumerge en una infancia de sol, viento y mar corrompido por..., bueno, lo mismo que pasa en nuestro país. Los lavabos instalados por la organización son dos cabinas impecablemente sostenibles. Proponen una experiencia medioambiental que no conocía: les toilettes sèches (lavabos secos) que, en vez de agua, utilizan aserraduras. Si quieres dejar la escena del crimen mínimamente presentable, hay que echar aserraduras con un cucharón de rancho a un agujero que, en realidad, es una bolsa de basura.
Sigo con hambre pero, por suerte, los anfitriones nos ofrecen un aperitivo a base de vinos en tetrabrik, refrescos, aceitunas y unos minibocadillos de jamón con un pan con retrogusto a ajo tan delicioso como vengativo. Participo en un debate moderado por André Bonet, hiperactivista del Mediterráneo –siempre documentado–, con un experto sobre Auguste Rodin y Arístides Maillol. Escucho y aprendo. Cuando llega mi turno, explico que he venido a Font-romeu a firmar libros pero como los ejemplares no han llegado (problemas de distribución) he pasado unas horas sentado viendo desfilar a amables lectores potenciales y perfeccionando mi sonrisa de circunstancias. Toda experiencia es susceptible de convertirse en literatura y lo compruebo bajando hasta el parking desde el que se ve media Cerdanya y parte del extranjero. La magnificencia del paisaje me obliga a emitir gemidos pornometafísicos. Para volver a la realidad, me subo al coche, pongo el CD de Nino Ferrer (se suicidó pegándose un tiro en el corazón en un campo de trigo de Sant Cebrià de Rosselló; hay muertes que parecen poemas), me despido de Font-romeu con un travelling visual digno de Wes Anderson y preparo el dinero del peaje del túnel del Cadí. Dadas las circunstancias, es el gesto más patriótico que se me ocurre.
Aquí la catalanidad se expresa a través de banderas de antes del proceso