Historias de la habitación 29
Jarvis Cocker no lo sabe, pero hace tiempo que me ocupo, desinteresadamente, de la campaña de promoción de su último disco, Room 29. Fruto de la colaboración con el ecléctico pianista Chilly Gonzales, no dejo de recomendar esta extraña criatura musical a mis amistades y ahora, gracias a esta columna de verano, más allá. Es una provocación de principio a fin. En un momento en que la música, como las noticias, se picotea de aquí y de allá y el concepto de álbum parece perder su sentido, Cocker y Gonzales han grabado 16 temas pensados para ser escuchados seguidos, como una narración. Un ciclo de canciones en el sentido más clásico del término en el que el respetado sello Deutsche Grammophon, por primera vez en su historia, ha tenido que poner una advertencia en portada por el lenguaje que contiene.
El disco nos traslada a la habitación 29 del Chateau Marmont, el mítico hotel de Hollywood. El piano de cola que la preside nos habla de las decadentes historias de sus glamurosos ocupantes y la vacuidad de las ilusiones con que el cine ha alimentado nuestras vidas: la fracasada luna de miel de Jean Harlow y Paul Bern; la triste vida de Clara, la hija de Mark Twain, viuda del pianista del hotel; los caprichos del productor Howard Hughes... La rara belleza del disco estriba, probablemente, en el poderoso contraste entre las elegantes composiciones de Gonzales y la aspereza voz del líder de Pulp y de las propias historias –con toques tragicómicos– que, en cuatro brochazos, nos esboza.
Bonita manera de evadirse de lo que, como corresponsal en Bruselas, debería ser el centro de mis tribulaciones, Europa, pensarán los lectores (y mis jefes). Y no les digo que no. Bien mirado, en la habitación 29 de la Unión Europea –pongamos, la sala del Consejo donde se reúnen los líderes europeos– también se pueden encontrar ingredientes de las historias del Chateau Marmont. Aunque sus protagonistas no sean James Dean ni John Belushi, hay pasión, intrigas, traiciones, juegos de poder, alcohol, cigarrillos clandestinos… Hay incluso quien en su día encontró sexo para aderezar sus crónicas europeas. Los grandes artículos de los tabloides británicos de la cumbre del 2016 en que la UE intentó ayudar a David Cameron a ganar el referéndum del Brexit no hablaban de las concesiones que le ofrecieron, sino de una pareja de diplomáticos a la que supuestamente pillaron in fraganti en plena cumbre en un lavabo. Así, queridos lectores, se escribieron algunas de las crónicas que llevaron al Brexit, pero a diferencia de los clásicos de Hollywood esa película no tiene garantizado el feliz final.
En escena, Room 29 es un espectáculo más teatral que cinematográfico. Gonzales se sienta al piano enfundado en un batín y calzado con sus características pantuflas, que por una vez no desentonan. Cocker llega arrastrando la maleta. Si alguna de estas noches de verano no tienen planes, busquen en la web de Arte el concierto grabado en La Gaîté Lyrique de París. “Pónganse unos pretzels, sírvanse algo del minibar” (Jarvis dixit) y tomen asiento en Room 29, el lugar “donde te enfrentarás a ti mismo en soledad”. Al final, los fantasmas del Chateau Marmont son los nuestros propios.
En el Consejo Europeo, como en Hollywood, hay pasión, intriga, traiciones, alcohol y, si uno se empeña en buscar, hasta sexo